https://youtu.be/Pf57CquV1wk
- 1Re 21, 17-29
- Sal 50
- Mt 5, 43-48
¿Cuántas veces pensamos que podemos pecar y que nuestro pecado no tendrá consecuencias? La verdad, como nos lo hace ver el texto de la primera lectura, todo pecado tiene consecuencias en el presente y éstas pueden extenderse hasta el futuro. Hoy la liturgia nos invita a cultivar la Misericordia, el distintivo de los cristianos. Y con el Salmo 50, llamado el «Miserere», el Salmo penitencial más amado, cantado, y meditado, himno al Dios misericordioso elevado por el pecador arrepentido, como es el caso de Ajab que acabamos de leer. Entonces pedimos al Señor “Misericordia Señor hemos pecado, aleja de tu vista mis maldades y olvídate de todos mis pecados.” Y es que no podemos ser misericordiosos si no hemos lavados nuestros delitos, para entonces amar y ser misericordiosos, como nos pide el evangelio.
Hoy como ayer, estamos continuamente tentados de dejar a Yahvé y seguir tras otros ídolos, no serán Baal o Astarté pero si se llamarán, poder, dinero, placer. Hoy también son necesarios profetas que denuncien caminos equivocados y anuncien semillas del Reino.Las pasiones y bondades del corazón humano cabalgan a través de los siglos hasta hoy. Es buen momento para confrontar nuestro propio corazón.
“¿Es posible que una persona llegue a amar a los propios enemigos? , nos cuestiona el Papa Francisco. Si dependiera solo de nosotros, sería imposible. Pero recordemos que, cuando el Señor pide algo, quiere darlo. El Señor nunca nos pide algo que Él no nos dé antes. Cuando me dice que ame a los enemigos, quiere darme la capacidad de hacerlo. Sin esa capacidad nosotros no podremos, pero Él te dice “ama al enemigo” y te da la capacidad de amar.”
Nuestro mundo real se transforma porque en él hay hombres y mujeres que se dejan transformar el corazón por Dios, y así comienza en ellos a la civilización del amor.
«Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos». Cristo no pide las cosas porque sí. Él dice claramente que estas nuevas exigencias que presenta tienen un sentido más profundo. La nueva ley del amor es sólo el modo concreto de vivir y de comportarse propio de los hijos de Dios. Fíjate, los hijos se parecen a sus padres. Heredan su forma de hablar, sus costumbres y manías, sus gustos e incluso sus rasgos físicos. Vemos a alguien y decimos: “claro…, ¡es hijo de Pedro!”. Pues Dios Padre es un abismo de Amor infinito para todos sin distinción, obra con generosidad derramando su ternura sobre todos, es ese padre misericordioso que espera con anhelo el regreso de su hijo perdido. Él es Padre de todos, le reconozcan o no. Si de verdad somos hijos de nuestro Padre Dios, no podemos actuar de otra manera. Así lo hizo Jesucristo, el Hijo, que amó a sus enemigos hasta el extremo de dar su vida también por ellos y perdonarlos mientras colgaba de la Cruz.
«Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto». Todos tenemos modelos en nuestra vida. Futbolistas, deportistas, periodistas, hombres de negocios, cantantes o artistas… crean tendencias y son imitados por millones de personas. Pero nosotros, los cristianos, no podemos conformarnos con imitar a hombres de carne y hueso como nosotros. ¡Somos hijos de Dios y nuestro modelo es Dios mismo! Así como es Dios, así tenemos que ser sus hijos. Para eso, tenemos que conocerle, tratarle, amarle, hablar con Él. Tenemos que descubrir cómo es Dios mismo, cómo actúa con nosotros y con todos los hombres, para que cada día se nos vaya pegando su modo de ser y de obrar. Así, al vernos, todos dirán: “claro…, ¡es hijo de Dios!”.
El cristiano, todo cristiano, no puede amar de manera “interesada”; no ha de dar un trozo de pan, una limosna al del semáforo. Se ha de dar él mismo. El Señor, muriéndose en la Cruz, perdona a quienes le crucifican. Ni un reproche, ni una queja, ni un mal gesto…
Amar sin esperar nada a cambio. A la hora de amar tenemos que enterrar las calculadoras. La perfección es amar sin medida. La perfección la tenemos en nuestras manos en medio del mundo, en medio de nuestras ocupaciones diarias. Haciendo lo que toca en cada momento, no lo que nos viene de gusto. La Madre de Dios, en las bodas de Caná de Galilea, se da cuenta de que los invitados no tienen vino. Y se avanza. Y le pide al Señor que haga el milagro. Pidámosle hoy el milagro de saberlo descubrir en las necesidades de los otros.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.vaticannews.va/es/evangelio-de-hoy.html
- https://www.aciprensa.com/Biblia/salmos/salmo50-1.htm
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/06/14/una-vida-de-hijos-de-dios-2/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes de Junio 2022
«Tú eres mi Señor, mi bien, nada hay fuera de ti» (Sal 16, 2) https://www.focolare.org/espana/es/news/category/parola-di-vita/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.