https://youtu.be/cg7zAZCOf3k
- Stgo 1, 1-11
- Sal 118
- Mc 8, 11-13
La liturgia de hoy nos confronta con nuestra fe y nos muestra lo equivocados que estamos muchos al pensar, como nos indica la primera lectura que las pruebas, el sufrimiento, y en general, cualquier clase de inconveniencia en la vida, es un castigo de Dios o producto de un alejamiento de Dios respecto de ellos.
Para iniciar dejemos claro lo que en el diccionario bíblico significa la la palabra prueba: en la ascética cristiana, alude a las dificultades de la vida que hacen posible probar ante Dios, ante la comunidad y ante uno mismo la profundidad de la propia fe y la realidad de la propia vida cristiana.
En este segundo sentido la toman lo autores ascéticos y los educadores de la fe, en cuanto reclaman rectitud de intención que se pueda comprobar cuando la hora de la dificultad se haga presente en la vida de cada cristiano.
En este pasaje del apóstol Santiago encontramos que estas experiencias dolorosas son el elemento por medio del que Dios “templa” nuestra fe y nuestro carácter y es precisamente en medio de estos acontecimientos cuando tenemos la oportunidad de formarnos en la amistad con Dios; una amistad no es una amistad interesada, que solamente se mantiene fiel en los momentos buenos y agradables de la vida sino que, precisamente en estos momentos difíciles, lo continuamos considerando nuestro amigo y nuestro Señor.
Son también estos momentos en los cuales Dios se hace presente con su amor y misericordia, dándonos las gracias necesarias para superarlos. Es por ello, que como resultado de estas dos acciones (la de Dios y la del hombre), el cristiano sale fortalecido en su fe, su esperanza y su caridad. Si vemos de esta manera las pruebas y dificultades de la vida, no cesaremos de darle gracias a Dios por las oportunidades que nos brinda para crecer en su amor y madurar en nuestra fe.
Por otro lado en el evangelio, nos vemos también reflejados pues como los fariseos, a veces queremos una señal prodigiosa. El problema es que ya se nos ha dado, pero no la hemos reconocido.
¿Por qué esta generación pide una señal?» (Mc 8,12). San Juan Pablo II, comentando este episodio de la vida de Jesucristo, dice: «Jesús invita al discernimiento respecto a las palabras y las obras que testifican (son “señal de”) la llegada del reino del Padre». Parece que a los judíos que interrogan a Jesús les falta la capacidad o la voluntad de discernir aquella señal que —de hecho— es toda la actuación, obras y palabras del Señor.
También hoy día se piden señales a Jesús: que haga notar su presencia en el mundo o que nos diga de una manera evidente cómo hemos de actuar nosotros. El Papa nos hace ver que la negativa de Jesucristo a dar una señal a los judíos —y, por tanto, también a nosotros— se debe a que quiere «cambiar la lógica del mundo, orientada a buscar signos que confirmen el deseo de autoafirmación y de poder del hombre». Los judíos no querían un signo cualquiera, sino aquel que indicara que Jesús era el tipo de mesías que ellos esperaban. No aguardaban al que venía para salvarlos, sino el que venía a dar seguridad a su visión de cómo se tenían que hacer las cosas.
Entonces, debemos meditar si también nosotros continuamos buscando un “súper Mesías” que sea capaz de cumplir todos nuestros caprichos. Un Mesías que nos resuelva la vida a base de milagros y hechos prodigiosos. Seremos acaso de esos que siempre andamos con a la caza de milagros, de apariciones, de todo lo que suena a “extraordinario”. Seremos todavía de los que piden a Jesús una señal para creer o para amarlo…
En definitiva, cuando los judíos del tiempo de Jesús como también los cristianos de ahora pedimos —de una manera u otra— una señal, lo que hacemos es pedir a Dios que actúe según nuestra manera, la que nosotros creemos más acertada y que de hecho apoye a nuestro modo de pensar. Y Dios, que sabe y puede más (y por eso pedimos en el Padrenuestro que se haga “su” voluntad), tiene sus caminos, aunque a nosotros no nos sea fácil comprenderlos. Pero Él, que se deja encontrar por todos los que le buscan, también, si le pedimos discernimiento, nos hará comprender cuál es su manera de obrar y cómo podemos distinguir hoy sus signos.
Debemos recordar que nuestro Mesías, Jesús, el Hijo de Dios, se manifiesta de manera discreta en medio de nuestra vida y que ha escogido precisamente lo débil para confundir a los poderosos.
Oremos constantemente con el Salmo de hoy, pidiendo a Dios su misericordia, sabiduría y paz cuando venga el sufrimiento y así aprender de él.
Bibliografía
- https://www.biblia.work/diccionarios/prueba/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
Palabra de Vida Mes de Febrero 2022
«Al que venga a mí no lo echaré fuera» (Jn 6, 37) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.