- Is 50, 4-7
- Sal 21
- Flp 2, 6-11
- Lc 22, 14-23, 56
Inauguramos la Semana Santa. Uno de los tiempo litúrgicos que nos invitan a la fe y a la entrega generosa de la vida y la liturgia nos invita a reflexionar profundamente al respecto; dejemos que las lecturas penetren como un fuego en nuestro interior para que Cristo reine en nosotros y nos permita estar con El en el Paraíso.
Con el el tercer cántico del “Siervo de Yahvé”, donde se subraya el sufrimiento, Isaias nos invita a meditar en la ignominia de este mundo violento, cruel, frente a la fuerza de la mansedumbre del discípulo, del siervo de Dios porque, en su «pasión», Dios siempre estará con él. Es una lectura muy adecuada para este domingo de Ramos, ya que fueron los primeros cristianos los que descubrieron en estos cantos que el Mesías habría de sufrir si quería que su propuesta de salvación tuviera fuerza.
El Salmista nos invita a clamar con el Señor, esta oración que salía de lo más profundo de su corazón. Y hay instantes en la vida en que quisiera hacerlo mío, sobretodo en aquellos momentos en mi vida en que la desolación de mi alma, al caminar por la vida en las sombras del dolor; aunque no quiero compararme a ti Señor; en la angustia y la desesperación, en la soledad y el abandono, tengo la necesidad de ti Señor, y es entonces, cuando mis fuerzas llegan a su final, que caigo en la cuenta de que la salvación me viene solamente de ti y me percato que mi queja era un acto secreto de fe en ti, Señor. Eso es pasar de la muerte a la vida. Bendito seas porque me has dado nueva vida.
El himno de la carta a los Filipenses pone de manifiesto la fuerza de la fe con que los primeros cristianos se expresaban en la liturgia y que Pablo recoge para las generaciones futuras como evangelio vivo del proceso de Dios, de Cristo, el Hijo: El que quiso compartir con nosotros la vida; es más, el que quiso llegar más allá de nuestra propia debilidad, hasta la debilidad de la muerte en cruz (añadiría Pablo), que es la muerte más escandalosa de la historia de la humanidad, para que quedara patente que nuestro Dios, al acompañarnos, no lo hace estéticamente, sino radicalmente. No es hoy el día de profundizar en este texto inaudito de Pablo.
Con el texto del evangelio, asistimos a la Cena Pascual de Jesús con su comunidad discipular, previo a su pasión.
Cristo entra en Jerusalén para morir, pero recibe el homenaje del pueblo que lo reconoce como mesías. El que tantas veces había rechazado que se le aclamará como mesías o como rey, el mismo que tantas veces había prohibido a los que habían sido beneficiados de sus curaciones o de sus milagros que dijeran nada sobre él, ahora entra en Jerusalén y se deja aclamar como el mesías – rey esperado.
¿Por qué este cambio? Porque ha llegado “su hora”. No podía adelantarla pero tampoco nada podía posponerla.
Acompañando a Jesús va el grupo de sus discípulos, pero de repente se ven rodeados por otra gente que sale para recibirle, aquellos mismos que habían sido testigos del milagro de la resurrección de Lázaro y que querían aclamarlo. Cuando estaba ya cerca, bajando por el monte de los olivos, el entusiasmo de la gente empezó a desbordarse. En ese momento se encontraron con otros hombres que habían venido a la pascua y que al saber que llegaba Jesús se unieron con emoción. Se cortaron ramas de los árboles, se tomaron ramos de las palmeras y se cubrió con ellos el camino, también muchos extendían sus mantos sobre el suelo, como hacían los judíos en señal de homenaje.
Entonces se empezó a escuchar la aclamación: ¡Hosanna! Es el grito de júbilo, como un “viva” que resuena en la tierra y en el cielo. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor ! ¡Hosanna al hijo de David! ¡viva!¡bendito el que viene en el nombre del Señor!
Hoy la pregunta es muy previsible. Si Jesus pasa por delante de ti y te mira… ¿qué le vas a decir? ¿Qué quieres que haga él por ti? ¿Le vas a entregar tus miedos, tus pecados, tus ataduras? ¿Y cuáles son estas? Él entra en Jerusalén por ti y si quieres también contigo. Él va como un valiente a acabar con tus miedos. Él es el cordero que se va a ofrecer a sí mismo para lavar tus pecados en su sangre. Él es el libertador que te va soltar las cadenas y va a abrir las puertas de tu cárcel particular. Ve con él. No lo dejes solo, pues nos mantendremos fieles al proyecto del Reino, solo si seguimos el ejemplo del Maestro que nos perdió la Comunión con Su Padre, aun en las circunstancias más duras y oscuras de la vida.
En este Año Jubilar de la Esperanza, el Evangelio de la Pasión nos invita a vivir de manera concreta esta esperanza, y podríamos preguntarnos: ¿a qué nos invita este evangelio? Nos indica Obispo auxiliar de Guadalajara – México, y presidente de CEPCOM, Monseñor Héctor López Alvarado: En primer lugar, a vivir el sufrimiento con esperanza. Cuando enfrentemos momentos de dolor o dificultad, debemos recordar que el sufrimiento tiene un propósito redentor cuando lo unimos a la cruz de Cristo. En lugar de evitar el dolor, podemos aprender a aceptarlo como una oportunidad para acercarnos más a Dios.
En segundo lugar, a acompañar a aquellos que sufren. Estar presentes para los demás, ofrecer nuestra cercanía, oración y apoyo, es una manera concreta de vivir nuestra fe con esperanza. En lugar de centrarnos únicamente en nosotros mismos, estamos llamados a ser una comunidad que comparte las cargas del prójimo, como Jesús hizo por nosotros.
Finalmente, la Pasión de Cristo nos invita a una profunda conversión. En un mundo tan lleno de distracciones, debemos volver a lo esencial: nuestra relación personal con Dios y el servicio a los demás.
Que esta Semana Santa sea un tiempo favorable para contemplar con esperanza el amor redentor de nuestro Señor Jesucristo que nos brinda desde la cruz, para que, como peregrinos de esperanza, al celebrar su Resurrección, podamos vivir plenamente la vida nueva que Él nos ofrece.”
Oremos con el Papa Francisco por el Jubileo 2025, Peregrinos de Esperanza:
Señor, Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y La Paz de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén.
Tomado de:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- Diario Bíblico 2025. Misioneros Claretianos.
- Libro Busco Tu Rostro, autor Carlos G. Vallés.
- https://www.iubilaeum2025.va/es/giubileo-2025/preghiera.html.
- https://www.vaticannews.va/es/podcast/comentario-del-evangelio/2025/04/domingo-de-ramos-pasion-de-cristo-coversion-esperanza.html
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2025/04/13/ve-con-el-no-lo-dejes-solo/
- https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/9-4-2017/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/
Palabra de Vida Mes Abril: “Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?” (Is 43, 19) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Abril 2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.