Las imágenes que nos presenta la liturgia de hoy, se enmarcan dentro de un camino de catequesis cuaresmal que busca prepararnos para renovar la alegría del Bautismo en la Pascua de resurrección.
El Señor para ayudarnos en este camino, nos dice como a Moisés: “Yo estaré ante ti… “, y el cayado que nos ofrece es su Palabra siempre actual que nos guía para seguir nuestro trabajo en el reconocimiento de nuestra fragilidad y así oír su voz como nos lo propone el salmista. Y en medio de todo esto nos ofrece dos imágenes maravillosas: la sed y el agua para darnos una gran enseñanza.
La sed, símbolo de nuestra doble condición de carentes y deseantes, nos mueve a buscar. Esta búsqueda, sin embargo, no está exenta de escollos y contradicciones que nos tientan a bajar los brazos y a preguntarnos: ¿está o no Dios con nosotros?
Para ayudarnos a transitar este itinerario, el diálogo de Jesús y la Samaritana se presenta como el paradigma de nuestro camino de fe: en este diálogo restaurador nos vamos «diciendo» hasta encontrarnos con nosotros mismos y con Dios, es un diálogo que nos ayuda a escarbar dentro nuestro hasta descubrir el manantial de amor que es la vida del Espíritu Santo en nosotros. Solamente viviendo desde este manantial saciaremos nuestra sed y tendremos herramientas para saciar la sed de tantas personas a nuestro alrededor. ¿Nos animaremos a entrar en este diálogo restaurador?
Vayamos con una primera revelación, para que el oyente del Evangelio de hoy pueda encontrar un marco mayor al texto que se nos ofrece. La primera lectura, la durísima primera lectura, se refiere al momento en el que el pueblo de Israel desconfía de Dios y, cogiendo a Moisés de las solapas, le reprocha la estúpida salida de Egipto. “Estábamos mejor allí, hemos salido a morir de sed, muy interesante nuestro Dios”. Y Dios responde con el milagro del agua que brota de la roca. Aquí se nos muestra esa innegable dureza del corazón que siempre acompaña al ser humano por la tierra. Es como que todo eso que sucede digamos en el alma humana, no finaliza en un acto de fe, en creer que a nuestro lado marcha la Persona que nos ama infinitamente.
El corazón de la samaritana era también un corazón vuelto a sí mismo, adormilado. Una mujer que vivía del acontecer ordinario sin pensárselo mucho, lo suyo era la banalidad de un bien muy modesto. Hay mucha gente que vive así, encerrados en el ámbar, como esos bichos que vivieron hace millones de años y de repente quedaron atrapados para siempre en esa piedra bellísima. Viven sin pensar más allá de la acumulación del trabajo del día siguiente y de que las cosas siempre han sido así y nunca cambiarán.Pero claro, su interlocutor era el mismo Dios, el Mesías en persona. La pobre tiene una conversación muy flojita, ella sólo sabe hablar del agua y de lo mucho que calma la sed.
Y entonces el Señor llega con su propuesta, sólo Él puede construir el surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. Un surtidor, por cierto, ajeno a toda ingeniería humana. Se llama la gracia de Dios y es ajena a toda clase de orgullo.
Nos explica el Papa Francisco que “el Señor nos de la gracia de rezar siempre con la verdad. De dirigirse al Señor con mí verdad, no con la verdad de los demás. No con la verdad destilada en argumentaciones. ‘Es verdad. He tenido siete maridos’. Esa es mi verdad”.
La samaritana “tuvo la valentía de confesar sus debilidades, sus pecados. Incluso, la valentía de usar su propia historia como garantía de que aquel era un profeta. ‘Me ha dicho todo lo que he hecho’”.
El Papa insistió en que “desde mi verdad, con la fuerza del Espíritu Santo, encuentro la verdad, que el Señor es el Salvador, quien vino para salvarme y salvarte. Este diálogo así de transparente entre Jesús y la mujer, termina con aquella confesión de la realidad mesiánica de Jesús y la conversión de aquel pueblo”.
El diálogo restaurador nos pone, entonces, de cara a nosotros mismos y al Don de Dios, ese «don de Dios» que Jesús invitaba a conocer a la Samaritana y que, según el Apóstol, es el Amor de Dios «que ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado» Ese amor por el que “hemos sido justificados por la fe… por el que hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la gracia, en la cual nos encontramos; por él, podemos gloriarnos de ten la esperanza de participar en la gloria de Dios…” como nos lo indica el texto a los Romanos.
“Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra”. Con la Oración de los Fieles pidamos al Señor que mire con agrado nuestra súplica, para que ninguno de tus hijos se pierda bajo el peso de sus pecados; sino que reconociéndonos frágiles, nos lleve a confiar en El de quien viene toda gracia.
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/pautas/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2023/03/12/gente-atrapada-en-el-ambar/
- https://www.aciprensa.com/noticias/papa-francisco-el-senor-quiere-dialogo-con-transparencia-90919
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.