https://youtu.be/L32QnF-o93c
- Ez 37, 21-28
- Jer 31
- Jn 11-45-56
La frase con la que centraría la liturgia de hoy y la casi culminación de nuestro camino cuaresmal es, precisamente la del titulo de esta reflexión: “Unir nuestros corazones en una misma fe,”
Así lo acabamos de pedir en la Oración Colecta, así nos lo expresa el texto de Ezequiel, “Voy a hacer con ellos una alianza eterna de paz; ….haré de ellos un solo pueblo y yo voy a ser su Dios” Así lo afirma el Salmista, “ El Señor cuidará a su pueblo como un pastor a su rebaño” y así lo afirma también Caifás, en el texto del evangelio de San Juan, “ Jesús debía morir para congregar a solos hijos de Dios que estaban dispersos.
Copio textualmente. Explica magistralmente este texto el dominico Isidoro Crespo Ganuza de esta manera:
“Jesús ha resucitado a Lázaro y el Sanedrín reacciona… Aquel día decidieron darle muerte. Sumos sacerdotes y fariseos tienen miedo a perder el control de la situación. Miedo a que la gente les dé la espalda; miedo a Jesús que representa una amenaza de muerte para el templo y para todo el sistema religioso-político. Os conviene (es el egoísmo) que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera (es la justificación)”.
Pero, añade fray Isidro: “Frente al egoísmo que divide el propio relato nos da otra visión: proféticamente anuncia que Jesús iba a morir no sólo por la nación sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. Es la profecía del misterio pascual: Jesús que se entrega a la muerte en cruz por la salvación de todos los hijos de Dios”.
¿De “todos los hijos de Dios”? ¿Murió Jesús entonces por todos los hombres? ¿Padeció en la cruz por todos los hombres? ¿Por todos? ¿Lo resucitó Dios Padre de entre los muertos como primicia de la resurrección de todos los hombres? ¿Sólo de los cristianos? ¿O también de todos los hombres y mujeres de buena voluntad que buscan a Dios, que tratan de ser fieles a su conciencia?
El Concilio Vaticano II dio clara respuesta a estas preguntas en su Constitución Apostólica Gaudium et spes (nº 22): “Urgen al cristiano la necesidad y el deber de luchar, con muchas tribulaciones, contra el demonio, e incluso de padecer la muerte. Pero, asociado al misterio pascual, configurado con la muerte de Cristo, llegará, corroborado por la esperanza, a la resurrección. Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual”.
A todos, si, a todos… No otro es el sueño de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo. No otro podrá ser por tanto el sueño de la Iglesia, y de cada cristiano: que el Reino de Dios sea de todos, para todos, entre todos, con todos.”
La Palabra de Vida que iniciamos hoy, tiene una connotación especial para este momento, pues no indica cómo llevar a la práctica toda el tesoro que hemos ido almacenando en la profundo de nuestro corazón en este camino cuaresmal.
“Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.”
Obviamente, esta posibilidad no se la alcanza de una vez para siempre, sino que es continuamente buscada en un camino exigente que dura toda la existencia. Significa apuntar nuestra vida hacia lo alto. En efecto, Cristo ha traído a la tierra la vida del cielo y su Pascua es el comienzo de la nueva creación, de una humanidad nueva. Sería esta la lógica consecuencia de quien elige vivir el Evangelio: una elección que cambia totalmente nuestra mentalidad, altera el orden, las finalidades que el mundo nos propone, nos libera de los condicionamientos y nos permite experimentar un cambio radical. En el fondo, Pablo no devalúa las “cosas de la tierra” porque, desde que el cielo ha tocado la tierra con la encarnación del Hijo de Dios, todo ha sido renovado… “¿Qué son las cosas celestiales?”, escribe Chira Lubich. “Esos valores que Jesús ha traído a la tierra y por los cuales se distinguen sus seguidores. Son el amor, la concordia, la paz, el perdón, la corrección, la pureza, la honestidad, la justicia, etc. Son todas esas virtudes y riquezas que ofrece el Evangelio. Con ellas y por ellas los cristianos se mantienen en su realidad de resucitados con Cristo… La presencia de los cristianos en el mundo se abre con decisión a la vida nueva de la Pascua. Son mujeres y hombres nuevos que no pertenecen al mundo, pero que viven en el mundo con todas las dificultades presentes. Así se decía de los primeros cristianos: “Habitan la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Como el alma en el cuerpo, así están en el mundo los cristianos”
¿No es cierto que para realizar esto debemos “Unir nuestros corazones en una misma fe”? Por eso con la Oración Universal sigamos orando al Señor: Danos, Señor, un corazón nuevo… para que los renacidos de un mismo bautismo vivamos unidos.
Bibliografía:
- Folleto a Misa de Cada Día
- https://ciudadnueva.com.ar/abril-2023/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2023/04/01/para-reunir-a-los-hijos-de-dios-sabado-1-de-abril-de-2023/
Palabra de Vida Mes de Abril 2023
“ Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.” (Col 3,2) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.