El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice en los numerales 1341-1344; “El mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus palabras “hasta que venga” (1 Co11,26), no exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la celebración litúrgica por los Apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo, de su vida, de su muerte, de su resurrección y de su intercesión junto al Padre.
Desde el comienzo la Iglesia fue fiel a la orden del Señor. De la Iglesia de Jerusalén se dice: «Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, fieles a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones […] Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y con sencillez de corazón» (Hch 2,42.46).
Era sobre todo “el primer día de la semana”, es decir, el domingo, el día de la resurrección de Jesús, cuando los cristianos se reunían para “partir el pan” (Hch 20,7). Desde entonces hasta nuestros días, la celebración de la Eucaristía se ha perpetuado, de suerte que hoy la encontramos por todas partes en la Iglesia, con la misma estructura fundamental. Sigue siendo el centro de la vida de la Iglesia.
Así, de celebración en celebración, anunciando el misterio pascual de Jesús “hasta que venga” (1 Co 11,26), el pueblo de Dios peregrinante “camina por la senda estrecha de la cruz” (AG 1) hacia el banquete celestial, donde todos los elegidos se sentarán a la mesa del Reino.
Según nuestra religión la eucaristía es uno de los siete sacramentos, y fue originalmente instituido por Jesús Cristo. Para las Iglesias católica, ortodoxa, anglicana, copta (ortodoxa) y luterana, gracias a la eucaristía podemos estar en comunión con Dios y recibir la promesa de la gracia futura, que es la vida eterna.
Afirma el Obispo en la Diócesis de Lasingin, Michigan, Earl Boyea: Recientemente, alguien me preguntó por qué debería seguir siendo católico, dado el pecado y la corrupción presentes en el clero y otros líderes de nuestra Iglesia. Mi respuesta fue sencilla: “Por la Eucaristía”. En el Evangelio de Juan, capítulo 6, después de que Jesús explicara cómo su carne y sangre serán nuestra comida, y muchos de sus discípulos se alejaron de él debido a esto, preguntó a los que se quedaron: “‘¿Acaso también ustedes quieren irse?’ Simón Pedro le respondió: ‘Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna’”.
Si yo fuera Dios, no habría confiado esta tarea sagrada de la Eucaristía (o del perdón de los pecados, en realidad) a un grupo de pecadores débiles. ¡Debería haber escogido ángeles! Sin embargo, Dios colocó este ministerio en estas vasijas de barro, probablemente para indicar que no fueron la fuente de tales dones maravillosos, sino fue Jesús. Su cuerpo y su sangre vienen a nosotros a través de los pecadores, pero son tesoros divinos del mismo Señor Jesús. Donde podamos encontrar una manera diferente o “mejor”, esta es la forma en que eligió permanecer con nosotros hasta el final de los tiempos. Y es que continua; la Eucaristía diaria es la única fuente de perdón, sanidad y gracia que siempre me moverá lentamente hacia el premio de ser como Jesucristo. Ya que no hay otro nombre por el cual somos salvos, sin esa gracia ganada por Cristo todos estaríamos apuntando al infierno.
Vamos a iniciar hablando sobre qué es la Gracia
Gracia es palabra que denota la belleza, la bondad, el encanto, el reconocimiento (la lengua española tiene una palabra bellísima: ¡gracias!).
Para la fe cristina la gracia encierra todos estos significados y mucho más: designa el amor que el Señor manifiesta por todos los hombres. Tal amor culmina en el don que Dios hace de su propio Hijo Jesucristo, el cual se hace hombre para que los hombres lleguen a ser hijos de Dios y herederos de sus bienes, llamados a habitar en su misma casa, el Paraíso.
La gracia, esto es, la vida divina en nosotros, es ofrecida por Dios generosamente, no se niega nunca a nuestras oraciones, y en la justa medida nos socorre en nuestras necesidades.
Los hombres tienen un solo deber: el de acogerla. Aun cuando pueda parecer increíble, a menudo el hombre no acepta este don maravilloso del amor de Dios
La gracia se divide en santificante y actual.
¿Qué es la gracia santificante?
La gracia santificante es un don permanente y sobrenatural, es decir, superior a las posibilidades de la naturaleza, que eleva y perfecciona nuestra alma haciendo que seamos hijos de Dios y herederos del cielo.
Estar en gracia de Dios” significa poseer la gracia santificante, es decir, tener el alma libre del pecado mortal.
Vivir en gracia de Dios, y en particular morir en gracia de Dios, es la única cosa verdaderamente importante para el hombre.
La gracia santificante no es compatible con el pecado mortal, que se llama precisamente “mortal” porque, haciendo perder la gracia santificante, destruye la vida sobrenatural del alma.
La justificación es el pase del estado de pecado al estado de gracia. En quien no está bautizado la justificación viene a través de la fe que conduce al sacramento del bautismo. Por el contrario, en el caso de un pecador ya bautizado la justificación viene mediante el sacramento de la Penitencia o Confesión.
¿Qué es la gracia actual?
La gracia actual es una intervención de Dios que mueve al alma hacia el bien sobrenatural. Se llama actual porque no es una cualidad permanente, sino una ayuda transitoria; es concedida por Dios para la realización de actos saludables y está presente y desaparece con la acción misma.
La Virgen María tiene el privilegio de nacer inmune de pecado, o sea la parte negativa de su santificación, la plenitud de gracia verifica la parte positiva de esa admirable limpieza original del alma de María. Ya que el pecado es absolutamente incompatible con la gracia, la misma plenitud de gracia de la Virgen exige de por sí la ausencia, en todo momento, del pecado original y actual.
La relación íntima de María con Dios fue tan fuerte y constante debido a su vida de gracia que poseyó que no nos lo podemos imaginar.
Por la gracia no sólo rozamos con la divinidad, sino que participamos de su misma vida, está Dios tan cerca de nosotros que lo llevamos dentro. María al estar inmune de pecado estuvo siempre poseída por la gracia de Dios, que la hace ser Hija del Padre, Madre del Hijo por su consentimiento en la propuesta a la embajada del ángel en la Anunciación y Habitada por el Espíritu Santo.
La Trinidad fue siempre el “dulce Huésped” que tuvo María, comenzando en su Inmaculada Concepción.
El cultivo de todas y de cada una de las virtudes hace que María colabore, para que Dios se encuentre “a gusto” con Ella.
María fue el primer sagrario. Un sagrario viviente.
Durante aquellos nueve meses el Niño que llevaba en su seno fue para María refugio e impulso. Refugio para vencer la tentación de ceder ante las dificultades: ¿cómo explicaré al mundo lo que me ha sucedido?, ¿qué pensará José? Impulso para afrontar tareas de servicio material y espiritual a los demás, aunque fueran incómodas como el viaje a la casa de Isabel.
El Niño fue refugio e impulso porque María tuvo durante ese tiempo una unión muy particular con Jesús, la que tienen todas las madres con su hijo. Esa unión le dió una muy especial presencia del Verbo en su vida.
Pensar en el sagrario más próximo y dirigirnos de vez en cuando a él con la mente; nos lleva espiritualmente al Cristo presente en la Eucaristía cuando nos encontramos inmersos en nuestros diarios trajines.
El sagrario será así para nosotros un embalse amplio que nos suministra generosamente agua para que beba nuestra alma. De esta manera, el sagrario será para nosotros refugio e impulso de nuestra vida. Refugio donde nos encontramos con Jesús, que nos empuja a llevarlo a todos los hombres y donde retornaremos a cobijarnos. Quien tiene su mente y su Corazón junto a Jesús en el sagrario no será dejado de su mano ante las tentaciones.
María nos atrae a la Eucaristía.
Afirma el Venerable Juan Pablo II: la Maternidad espiritual de María “ha sido comprendida y vivida particularmente por el pueblo cristiano en el sagrado Banquete -celebración litúrgica del misterio de la Redención-, en el cual Cristo, su verdadero cuerpo nacido de María Virgen, se hace presente. Con razón la piedad del pueblo cristiano ha visto siempre un profundo vínculo entre la devoción a la Santísima Virgen y el culto a la Eucaristía… María guía a los fieles a la Eucaristía” (R.M.44). María nos atrae irresistiblemente hacia la Eucaristía.
María durante esos nueve meses fue viviendo las virtudes teologales:
Vivía la fe: Creía profundamente que ese Hijo que crecía en sus entrañas era Dios Encarnado. Y ella le dio ese trozo de carne y su latido humano.
Vivía la esperanza: esa esperanza en el Mesías prometido ya estaba por cumplirse y Ella era la portadora de esa esperanza hecha ya realidad.
Vivía el amor; un amor hecho entrega a su Hijo. María entregaba su cuerpo a su Hijo y derramaba e infundía su sangre a su Hijo. Si no hay sangre derramada, el amor es incompleto. Sólo con sangre y sacrificio el amor se autentifica, se aquilata.
Cristo en la eucaristía es su Cuerpo que se entrega y es su Sangre que se derrama para alimento y salvación de todos los hombres. Pero, ¿quién dio a Jesús ese cuerpo humano y esa sangre humana? ¡María!
Por tanto, el mismo cuerpo que recibimos en la Comunión es la misma carne que le dio María para que Jesús se encarnara y se hiciese hombre. Gustemos, valoremos, disfrutemos en la Comunión no sólo el Cuerpo de Cristo sino ese cuerpo que María le dio. Por tanto, tiene todo el encanto, el sabor, la pureza del cuerpo de María. Pero bajo las apariencias del pan y vino. ¡Es la fe, nuestra fe, que ve más allá de ese pan!
María llevó toda su vida una vida eucaristizada, es decir, vivía en continua acción de gracias a Dios por haber sido elegida para ser la Madre de Dios, vivía intercediendo por nosotros, los hijos de Eva, que vivíamos en el exilio, esperando la venida del Mesías y la liberación verdadera. Y como dijo el papa en su encíclica sobre la eucaristía, María es mujer eucaristizada porque vivió la actitudes de toda eucaristía: es mujer de fe, es mujer sacrificada y su presencia reconforta. ¿No es la eucaristía misterio de fe, sacrificio y presencia?
Vivía en continuo sufrimiento, Getsemaní y Calvario. También Ella, como Jesús, fue triturada, como el grano de trigo y como la uva pisoteada, de donde brotará ese pan que se hará Cuerpo de Jesús que nos alimentará y ese mosto que será bebida de salvación.
La eucaristía que vivía María era misteriosa, espiritual, pero real. Su vida fue marcada por la entrega a su Hijo y a los hombres.
¿Por qué en algunos de las apariciones, María pide la comunión? Porque eucaristía y María están estrechamente unidas.
Por lo tanto, Cristo en la eucaristía es sacrificio, alimento, presencia, y María en la eucaristía experimenta:
El sacrificio de su Hijo una vez más, pues cada misa es vivir el Calvario, y María estuvo al pie del Calvario.
En la eucaristía María nos vuelve a dar a su Hijo para alimentarnos.
En la eucaristía, junto al Corazón de su Hijo, palpita el corazón de la Madre. Por tanto en cada misa experimentamos la presencia de Cristo y de María.
No es ciertamente la presencia de María en la eucaristía una presencia como la de Cristo, real, sustancial. Es más bien una presencia espiritual que sentimos en el alma. Es María quien nos ofrece el Cuerpo de su Hijo, pues en cada misa nace, muere y resucita su Hijo por la salvación de los hombres y la glorificación de su Padre.
María nos atrae a la Eucaristía, Sacrificio incruento del cuerpo y de la sangre de Cristo, formados al calor de su corazón por obra del Espíritu Santo. Nos atrae a la Eucaristía, comunión en Cristo, porque Cristo está privilegiadamente en Ella y Ella en Cristo. Nos atrae a la Eucaristía-tabernáculo porque Ella es custodia viviente excepcionalmente enriquecida por la gracia redentora, y la mejor adoradora de la Presencia Real de Cristo.
El Papa Francisco nos dice: “Nuestro itinerario de fe es igual al de María, y por eso la sentimos particularmente cercana a nosotros. Por lo que respecta a la fe, que es el quicio de la vida cristiana, la Madre de Dios ha compartido nuestra condición, ha debido caminar por los mismos caminos que recorremos nosotros, a veces difíciles y oscuros, ha debido avanzar en la “peregrinación de la fe” (Lumen gentium 58)…
Nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: “He ahí a tu madre” (Jn 19, 27). Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre…
En aquella hora cuando la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús les confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás. Y la “mujer” se convierte en nuestra Madre en el momento cuando pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, a todos, y los ama como los amaba Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, mantiene encendida en el Calvario la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría”.
Podemos decir pues que la espiritualidad de María es una espiritualidad netamente eucarística. De esta forma «la Iglesia, tomando a María como modelo, a de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio»
Bibliografía:
https://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p2s2c1a3_sp.htmlReligión
https://faithmag.com/la-eucaristia-la-fuente-del-perdon-la-sanacion-y-la-gracia
https://www.aciprensa.com/recursos/la-gracia-931
https://ec.aciprensa.com/wiki/Gracia_Actual
https://www.aciprensa.com/recursos/por-que-llamamos-a-maria-llena-de-gracia-3271
http://vivirdelaeucaristia.blogspot.com/2010/11/maria-primer-sagrario.html
http://mariologia.org/reflexiones/reflexionesmarianas779.htm
https://www.cofradiarosario.net/virgen_maria_24.htm
https://es.catholic.net/op/articulos/6445/cat/1077/que-relacion-hay-entre-eucaristia-y-maria-santisima.html#modal.
https://mercaba.org/Enciclopedia/M/maria_y_la_eucaristia.htm
https://www.parroquialoscastanos.cl/images/img_noticias/doc15a04e3760ca2d_09112017_423pm.pdf
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.