El Cateciscmo de la Iglesia Católica en los artículos del 1324- 1327, afirma : “La Eucaristía es “fuente y culmen de toda la vida cristiana” (LG 11). “Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua” (PO 5). “La comunión de vida divina y la unidad del Pueblo de Dios, sobre los que la propia Iglesia subsiste, se significan adecuadamente y se realizan de manera admirable en la Eucaristía. En ella se encuentra a la vez la cumbre de la acción por la que, en Cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por él al Padre” (Instr. Eucharisticum mysterium, 6).
Finalmente, por la celebración eucarística nos unimos ya a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna cuando Dios será todo en todos (cf 1 Co 15,28)
En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe: “Nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra manera de pensar” (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses 4, 18, 5)
La Eucaristía no sólo es la plenitud de nuestra vida cristiana, sino también la fuente de donde brota toda su vitalidad. Jesús es el Pan de Vida que se nos ofrece como alimento (Jn 6,48ss). Sólo en el Hijo de Santa María podemos saciar nuestros anhelos más profundos, nuestro hambre de Dios, nuestra nostalgia infinita de felicidad y de plenitud. Y no hay manera más íntima y profunda de unirnos a Dios -mientras dure nuestro peregrinar en la tierra- que recibiéndolo a Él en este sacramento. Quien comulga se une más íntimamente con el Señor Jesús y, por lo tanto, participa más plenamente de su propia vida divina. La Eucaristía es un adelanto sacramental de la gloria a la que estamos llamados: la comunión y participación con Dios-Amor.
Sin embargo, al ser creados para el encuentro con Dios, lo estamos también para abrirnos fraternalmente a los hermanos en un dinamismo análogo al encuentro definitivo con el Tú divino. La Eucaristía también es encuentro con los hermanos. En ella, el Pueblo de Dios encuentra su plenitud de comunión y de participación. Sacramento de unidad por excelencia, la Eucaristía es el punto de partida para la edificación de una auténtica comunión fraterna, fuente de reconciliación.
Cada vez que se celebra la Eucaristía, se reactualiza el mismo sacrificio del Hijo de Santa María (Mt 26,26-28; 1Cor11,23-25). En cada Eucaristía, el Señor Jesús sigue despojándose de sí mismo para tomar la apariencia de pan y vino, y ofrecerse nuevamente al Padre por nosotros.
Este don maravilloso lo hacemos nuestro mediante la participación activa en la Celebración Eucarística. En la Eucaristía -sacramento de comunión con Dios y con los hermanos- nos unimos al sacrificio reconciliador del Señor Jesús. Unidos a Él en un solo Cuerpo (Rom 12,5; 1Cor 12,27), nos ofrecemos con Él al Padre. Todas nuestra obras y esfuerzos, nuestra oración nuestro apostolado, nuestras alegrías y también nuestras tristezas y dolores, son presentada al Padre en el altar, unidas a la ofrenda más digna y agradable que le podemos hacer: su propio Hijo.
«He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). Esta alentadora promesa se cumple de una manera muy especial cada vez que el Señor Jesús se hace realmente presente en medio de nosotros, bajo la apariencia de pan, en el sacramento de la Eucaristía.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo 2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.