?⛅️ Buenos días. “Señor enséñame a amar como tú nos has amado“. Papa Francisco.
- Iss 1, 10-17
- Sal 49
- Mt 10, 34-11, 1
El profeta Isaías, denuncia sin ambages la hipocresía de un culto religioso que se cree capaz de comprar a Dios y sus favores o, incluso, de engañarle, como si Dios no conociera los corazones. Pero, «¿quién pide algo de vuestras manos para que vengáis a pisar mis atrios?». En realidad, con esta actitud, el hombre religioso se está olvidando que Dios no necesita nada de él, al contrario, que si Dios le da la posibilidad de un trato con él, a través del culto, de la liturgia, de los sacramentos, es para bien de la criatura, sedienta de Dios. Somos nosotros los primeros y únicos que nos engañamos cuando vivimos todo ello desde la mentira y la falsedad.
Que nuestro culto alimenta nuestra vida es fácil de ver. A veces es más difícil reconocer que nuestra liturgia ha de ser también expresión de lo que vivimos.
Celebración y vida han de ir de la mano. El trato con Dios debe iluminar y convertir nuestros corazones. Y nuestra culto a Dios será expresión de lo que vivimos de manera que nuestra vida será una liturgia toda ella y nuestras liturgias estarán llenas de vida.
¿Qué sintonía se da entre tus celebraciones y tu vida? ¿Es el culto y los sacramentos espacios donde se alimenta tu fe y, al mismo tiempo, donde se expresa lo que vives?
En la lectura del Evangelio de hoy, nos comenta el Papa Francisco: “Jesús dice a sus discípulos: “El que no tome su cruz y me siga no es digno de mí” (Mateo 10:28). Esto significa seguirle por el camino que Él mismo recorrió, sin buscar atajos.
No hay amor verdadero sin la cruz, es decir, sin un precio personal que pagar. Y muchas madres, muchos padres que sacrifican muchas cosas a su hijo, y llevan verdaderos sacrificios, cruces, pero porque los aman.
Y cuando se lleva con Jesús, la cruz no da miedo porque siempre está a nuestro lado para apoyarnos en la hora de la prueba más difícil, para darnos fuerza y coraje.
Reflexionamos sobre la “exigente petición” de Jesús a sus seguidores de anteponer el amor a Él a los lazos familiares: “El que ama a su padre o a su madre […] hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37). Jesús ciertamente no pretende subestimar el amor a los padres y a los hijos, pero sabe que los lazos familiares, si se ponen en primer lugar, pueden desviarse del verdadero bien.
Poner los lazos familiares en primer lugar a veces resulta en la corrupción. Vemos esto: algunas formas de corrupción en los gobiernos se producen precisamente porque el amor por la familia es mayor que el amor por el país, y por eso ponen a los miembros de la familia en el cargo. Lo mismo ocurre con Jesús: cuando el amor es más grande que Él, no es bueno.
Reflexionamos sobre la “exigente petición” de Jesús a sus seguidores de anteponer el amor a Él a los lazos familiares: “El que ama a su padre o a su madre […] hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37). Jesús ciertamente no pretende subestimar el amor a los padres y a los hijos, pero sabe que los lazos familiares, si se ponen en primer lugar, pueden desviarse del verdadero bien.
Poner los lazos familiares en primer lugar a veces resulta en la corrupción. Vemos esto: algunas formas de corrupción en los gobiernos se producen precisamente porque el amor por la familia es mayor que el amor por el país, y por eso ponen a los miembros de la familia en el cargo. Lo mismo ocurre con Jesús: cuando el amor es más grande que Él, no es bueno.
Reflexionamos además sobre otra frase de Jesús en el mismo capítulo del Evangelio de de hoy de San Mateo: “Quien encuentre su vida la perderá, y quien pierda su vida por mi causa la encontrará” (Mateo 10:39). Esta es “la paradoja del Evangelio”. Lo vemos en estos días, cuánta gente, cuánta gente, lleva cruces para ayudar a otros, se sacrifican para ayudar a otros que están necesitados en esta pandemia. Pero, siempre con Jesús, se puede hacer.
La plenitud de la vida y la alegría se encuentra en la entrega por el Evangelio y por los demás, a través de la apertura, la acogida y la bondad.
Jesús también dijo a sus discípulos que “Quien dé sólo un vaso de agua fría a uno de estos pequeños […] seguramente no perderá su recompensa” (Mateo 10:42).
La generosa gratitud de Dios tiene en cuenta hasta el más pequeño gesto de amor y servicio prestado a nuestros hermanos y hermanas…
Una pequeña cosa, pero una gran cosa. Es una gratitud contagiosa que ayuda a cada uno de nosotros a estar agradecidos con aquellos que cuidan de nuestras necesidades.
La gratitud, el aprecio, es en primer lugar, buenos modales, pero también es característico de un cristiano. Es un simple pero genuino signo del reino de Dios, que es el reino del amor gratuito y agradecido.”
Palabra de Vida Mes de julio
«Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre. Mt12, 50
Bendigamos al Señor con nuestro testimonio este día y digámosle:
"Me siento fuerte, sano y feliz porque tengo fe, amor y esperanza".
? ?
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.