Un corazón abierto al mundo entero
En el capítulo a anterior, el Papa Francisco nos habló de los fundamentos de la dignidad de la persona humana, el principio de la solidaridad y la función social de la propiedad. Ahora veamos los tres puntos más importantes que se desarrollan en esta entrega:
1- El limite de las fronteras
2-Las ofrendas recíprocas
3-Articular lo local y lo universal
La migración como problema
Al tema de las migraciones está dedicada parte del segundo y todo el cuarto capítulo, que con este título nos abre un nuevo panorama: un corazón abierto al mundo entero.
Las fronteras, ¿qué pasa con ellas?
El Papa sitúa el límite de la frontera desde el punto de vista de los emigrantes. Personas que muchas veces se ven obligadas a dejar su tierra para buscar un futuro mejor en otros países y que en tantas ocasiones encuentran las puertas cerradas.
Retoma el llamado a los jóvenes que hizo en la Exhortación Christus Vivit: «No caigan en las redes de quienes quieren enfrentarlos a otros jóvenes que llegan a sus países, haciéndolos ver como seres peligrosos y como si no tuvieran la misma inalienable dignidad de todo ser humano».
Sin rodeos, nos dice que son personas que sufren. Que «sus vidas se desgarran» huyendo de guerras, persecuciones, desastres naturales, traficantes sin escrúpulos, desarraigados de sus comunidades de origen
El problema de la migración, que se trata en detalle aquí, es, por supuesto, es un tema complejo para el que no hay soluciones ya hechas. Lo ideal sería evitar la migración innecesaria creando la posibilidad de vivir con seguridad y dignidad en los países de origen, en la medida de lo posible. Pero, al mismo tiempo, todos tienen derecho a buscar un lugar para sí mismos y sus familias donde puedan desarrollarse plenamente como personas.
Y nos propone cuatro verbos que deben ser siempre primordiales cuando se trata de los migrantes: acoger, proteger, promover e integrar. Esto puede ponerse en práctica, por ejemplo, facilitando la obtención de visados, desarrollando corredores humanitarios para los refugiados que se encuentren realmente en una situación de emergencia, proporcionando un alojamiento adecuado y el apoyo social necesario, con el derecho a la integración en el sistema educativo y la salvaguardia de la libertad religiosa.
Cuando los migrantes reciben su ciudadanía, ésta debe estar basada en la plena igualdad con los demás ciudadanos del país. Para lograr todo esto, se necesita la cooperación entre los diversos organismos que participan en la recepción de refugiados y migrantes en el país.
El Papa Francisco, señala pues, algunas «respuestas indispensables» especialmente para quienes huyen de «graves crisis humanitarias»: aumentar y simplificar la concesión de visados, abrir corredores humanitarios, garantizar la vivienda, la seguridad y los servicios esenciales.
Ofrecer oportunidades de trabajo y formación, fomentar la reunificación familiar, proteger a los menores, garantizar la libertad religiosa y promover la inclusión social.
La integración
La llegada de personas de diferentes culturas no debe considerarse inmediatamente como una amenaza, sino más bien como un enriquecimiento mutuo. No olvidemos cuántos países fueron realmente moldeados por la migración intercontinental, pensemos en todo el continente americano. Por lo tanto, hoy en día es realmente necesario hacer esfuerzos positivos para lograr un acercamiento más fluido entre Oriente y Occidente, teniendo en cuenta y respetando las diferencias culturales, históricas y religiosas. Por ello, una vez más, pedimos un nuevo orden mundial jurídico, político y económico que pueda atender y tratar precisamente estos nuevos problemas a escala mundial. Lo importante aquí es que haya espacio incluso para que los más pobres puedan hacer oír su voz y participar en el proceso de toma de decisiones y, así lograr la articulación de, lo local y lo universal, pues con demasiada frecuencia se siguen tomando decisiones sobre ellos sin ninguna forma de participación por su parte.
Los polos de «globalización» y «localización» siempre estarán presentes y no pueden ser simplemente suprimidos o negados, pero debemos asegurarnos de que sean llevados a un equilibrio viable. La globalización no necesariamente obstaculiza el respeto y el crecimiento de lo local; también puede enriquecerlo. Me dirijo a la otra persona con mis propios orígenes, que no tengo necesariamente que negar, pero al mismo tiempo estoy abierto a los orígenes de la otra persona. Crecer hacia una mayor universalidad no significa que tengamos que estandarizar todo y negar nuestra propia historia y raíces. No, no debemos construir una Torre de Babel, porque eso es sólo una expresión de orgullo y falsas ambiciones. Es una cuestión de actuar localmente, pero siempre con apertura a una perspectiva más amplia.
La gratuidad
El aspecto de la gratuidad debe seguir siendo una actitud fundamental: cuando la gente llama a nuestra puerta, y esto también se aplica a la comunidad en general, no debemos preguntarnos de inmediato qué beneficio nos aportan. El criterio debe ser siempre que nos sigamos viendo como parte de la gran familia humana y que no nos fijemos en las diferencias que existen.
Cerrarnos a esto es el caldo de cultivo para un nacionalismo y un populismo malsano que, por desgracia, se está extendiendo cada vez más.
Conocemos que la vivencia espiritual cristiana, está marcada por la cultura de la gratuidad, siguiendo el consejo del Maestro de «lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis».
Crea una disponibilidad interior hacia los otros, hasta la radicalidad de la entrega, para servir las necesidades reales de las personas que interpelan nuestra consciencia. Lo fantástico es que Fratelli Tutti, está escrito para todos, también para los no creyentes.
Finalmente el Papa menciona la importancia de ver al que es diferente, como un don. Porque las diferencias representan una posibilidad de crecimiento.
Toda cultura debe estar abierta a los valores universales. El amor a la propia patria no contradice la apertura e integración de una humanidad más global. Consideremos a toda la comunidad humana como una gran familia, y hay muchas diferencias internas en cada familia, pero no son irreconciliables.
Una cultura sana es una cultura acogedora que sabe abrirse al otro sin renunciar a sí misma, ofreciéndole algo auténtico. Y a su vez, una cultura sin valores universales no es una verdadera cultura. ¿Por cuál estás trabajando tú?
https://catholic-link.com/fratelli-tutti-capitulo-cuarto/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.