Explica Francisco, “Juan el Bautista, un hombre austero y radical, que a primera vista puede parecernos incluso duro e infundir cierto temor”, y que nos lleva a preguntarnos porqué la Iglesia lo propone cada año como principal compañero de viaje durante el tiempo de Adviento. “¿Qué se esconde detrás de su severidad, detrás de su aparente dureza? ¿Cuál es el secreto de Juan? ¿Cuál es el mensaje que la Iglesia nos da hoy con Juan?
En realidad, el Bautista, más que un hombre duro, es un hombre alérgico a la duplicidad. Por ejemplo, cuando fariseos y saduceos, conocidos por su hipocresía, se acercan a él, ¡su “reacción alérgica” es muy fuerte!
Algunos de ellos, de hecho, – precisa el Papa – probablemente acudían a él por curiosidad o por oportunismo, porque Juan se había hecho muy popular. Ellos se sentían satisfechos “y ante la llamada apremiante del Bautista, se justificaban diciendo: ‘Abraham es nuestro padre’”.
El próximo domingo estaremos celebrando el Domingo Gaudete – que significa regocíjense – nos impulsan a experimentar la alegría en la esperanza de saber que el Salvador está a las puertas, que irrumpe en la historia, y viene para liberarnos. Esta alegría, nos da a la vez fortaleza y paciencia para afrontar las dificultades que, a menudo, encontramos en el camino.
Nos dice el Papa Francisco, “el Adviento es un tiempo de gracia. Este es un tiempo favorable para resignificar nuestra confianza en Dios, para estar atentos al Reino de un Mesías cuyo nacimiento nos llama a la esperanza, activa y gozosa, cuando no pareciera haber ninguna. El tiempo mesiánico es uno conversión, de purificación, de toma de conciencia… es un tiempo cuando, todos y cada uno, experimentamos el amor incondicional y la misericordia.
En los albores de este nuevo tiempo que el nacimiento de Jesús inaugura, abramos el corazón al milagro para ser signos concretos de la liberación, la esperanza y el gozo que nos trae… y que, como discípulos de Cristo, seamos participantes activos y solidarios en la vida de nuestros hermanos llevando el mensaje del Emanuel, el Dios-con-nosotros, a todos los rincones de la tierra.
Para llegar al regocijo hemos pasado en la primera semana por la dinámica espiritual del “Viene”, o sea , mientras esperamos para dar la bienvenida a este mundo al Niño Jesús en Navidad, Cristo nos estuvo hablando a cada uno de nosotros hoy para estar despiertos a su presencia en todo momento, para que podamos estar listos para reconocerlo cuando venga nuevamente en gloria.
En esta semana, nos hemos encontrado ante un fuerte llamado a la conversión. Pero, ¿qué significa, concretamente, ‘convertirse’? Convertirse, es reconocer con honestidad en el corazón nuestro pecado…es el arrepentirse sinceramente… es apostar con fe a cambiar nuestra vida amparados en la gracia de Dios que envía a Su Hijo.
“Así, entre duplicidad y presunción, no aprovecharon la ocasión de la gracia, la oportunidad de comenzar una nueva vida: estaban encerrados en la presunción de ser justos”, comenta el Santo Padre. Por eso Juan les dice: “¡Muestren los frutos de una sincera conversión!”. Se trata de “un grito de amor como el de un padre que ve a su hijo arruinarse y le dice: ‘¡No desperdicies tu vida!’”.
De hecho, la hipocresía es el peligro más grave, porque puede arruinar incluso las realidades más sagradas.
Por eso el Bautista -como luego también Jesús- es duro con los hipócritas, para sacudirlos, afirma el Santo Padre. En cambio, los que se sentían pecadores “acudían a él, confesaban sus pecados y Él los bautizaba en el Jordán”.
Es así: para acoger a Dios no importa la destreza, sino la humildad; hay que bajar del pedestal y sumergirse en el agua del arrepentimiento.
El Pontífice evidencia entonces que Juan con sus “reacciones alérgicas”, nos hace reflexionar y preguntarnos si no somos también nosotros, a veces, un poco como esos fariseos: “Tal vez miramos a los demás por encima del hombro, pensando que somos mejores que ellos, que tenemos nuestra vida en nuestras manos, que no necesitamos cada día de Dios, de la Iglesia, de nuestros hermanos, y olvidamos que solamente en un caso es lícito mirar a otro de arriba para abajo: cuando es necesario ayudarlo a levantarse”.
Este es el tiempo en que la Iglesia, a través de la fuerza y convicción del Bautista, escucha la voz que grita en el desierto de la desigualdad, de la violencia, de la indiferencia ante el sufrimiento… esta voz nos invita a la imaginación profética, a soñar y trabajar con ánimo y esperanza porque el Reino de Dios sigue adelante y el mundo de paz, nuevo, fraterno y solidario, está cerca…
Este nuevo nacimiento, con la alegría que lo acompaña, presupone siempre una muerte para nosotros mismos y para el pecado que está dentro de nosotros, afirma el Papa Francisco. De ahí la llamada a la conversión, que es la base de la predicación tanto del Bautista como de Jesús; en particular, se trata de convertir la idea que tenemos de Dios. Y el tiempo de Adviento nos estimula a hacerlo precisamente con la pregunta que Juan el Bautista le hace a Jesús: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» (Mateo 11, 3). Pensemos: toda su vida Juan esperó al Mesías; su estilo de vida, su cuerpo mismo, está moldeado por esta espera. Por eso también Jesús lo alaba con estas palabras: «no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista» (Mateo 11, 11). Sin embargo, él también tuvo que convertirse a Jesús. Como Juan, también nosotros estamos llamados a reconocer el rostro que Dios eligió asumir en Jesucristo, humilde y misericordioso.
El Adviento es un tiempo de gracia. Nos dice que no basta con creer en Dios: es necesario purificar nuestra fe cada día. Se trata de prepararnos para acoger no a un personaje de cuento de hadas, sino al Dios que nos llama, que nos implica y ante el que se impone una elección. El Niño que yace en el pesebre tiene el rostro de nuestros hermanos más necesitados, de los pobres, que «son los privilegiados de este misterio y, a menudo, aquellos que son más capaces de reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros» (Carta Apostólica Admirabile signum, 6).
Y para iniciar una nueva vida, el camino es uno solo, el de la “humildad”:
Purificarnos del sentido de superioridad, del formalismo y de la hipocresía, para ver en los demás a los hermanos y las hermanas, pecadores como nosotros, y en Jesús ver al Salvador que viene por nosotros, tal como somos, con nuestras pobrezas, miserias y defectos, sobre todo con nuestra necesidad de ser levantados, perdonados y salvados.
Concluyendo su reflexión, el Papa invita a recordar una cosa más:
Con Jesús siempre hay una oportunidad de volver a empezar. Nunca es demasiado tarde, existe siempre la posibilidad de recomenzar, ¡Tengan coraje! Él está cerca de nosotros y este es un tiempo de conversión. Él nos espera y no se cansa jamás de nosotros. Escuchemos el llamado de Juan Bautista a volver a Dios y no dejemos pasar “El Adviento es un tiempo de gracia para quitarnos las máscaras – que cada uno tiene- y ponernos en fila con los humildes; para liberarnos de la presunción de creernos autosuficientes, para ir a confesar nuestros pecados, aquellos escondidos, y recibir el perdón de Dios, para pedir perdón a los que hemos ofendido. Así comienza una nueva vida”
La verdadera navidad consiste en reflexionar sobre emociones y sentimientos importantes como:
1.- La Generosidad. Ser generosos con todos no importa su condición física, social, económica o emocional. Se trata de dar a otros, desde el fondo de nuestro corazón, aquello que los haga sentirse queridos, aceptados y/o recompensados por otros sin haberlo pedido.
2.- Empatía. La navidad se trata de ponerse en los zapatos del otro porque así lo necesita, no importa si nos lo agradece o no, ni siquiera si lo pide o lo merece o no. Solo porque así los deseamos.
3.- Amor. El espíritu navideño se compone del amor a uno mismo, el amor al prójimo y el amor a la vida. Amar consiste en cuidar, respetar y defender en toda circunstancia.
4.-Compañerismo. Navidad se tratar de reunirnos no solo con quienes amamos, sino especialmente con aquellos que se sienten alejados, aquellos solitarios que no comparten con otros.
5.- Gratitud: Navidad es expresar gratitud por todas las bendiciones que hemos tenido y que muchas veces no merecemos.agradecer por las emociones que podemos disfrutar, las personas que tenemos a nuestro lado, por los momentos vividos y por la vida.
Que la Virgen María nos ayude para que, al acercarnos a la Navidad, no nos dejemos distraer por las cosas externas, sino que hagamos espacio en nuestros corazones a Aquél que ya ha venido y quiere volver a venir para curar nuestras enfermedades y darnos su alegría.”
Bibliografía:
https://www.diocesisdecordoba.es/media//2012/11/Voz-del-Pastor-1-de-Diciembre.pdf
Canción
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Dciembre 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.