La semana pasada hablábamos de que la primera riqueza de nuestra existencia, el verdadero tesoro, es el Señor y que Él nos quiere libres, con el alma limpia de cualquier apego y de cualquier preocupación, para así poder amar de verdad con todo el corazón, la mente y las fuerzas. […]y que por eso nos pide que renunciemos a los otros tesoros porque quiere libres para que nos abramos a los demás y que el modo más sencillo de “renunciar” es “dar”.
Esto nos lleva a reflexionar en el dar y dar generosamente. Y para comenzar debemos aclarar que frecuentemente en nuestra vida, nos encontremos ante este dilema. ¿Dejar que mi hermano se sirva primero o servirme yo antes? ¿Ceder el paso al coche que quiere cambiar de carril o meterme yo primero para ganar tiempo? ¿Ofrecer mi ayuda en la parroquia o ver cuál es la que me “da más a mí”? Cada uno tiene sus propios dilemas, muy personales, en los que tiene que decidir, consciente o inconscientemente, si quiere dar o recibir. Pasamos horas calculando cómo puedo ganar más y el peligro no está en sólo pensar en cómo ganar, sino en además, vivir en una constante angustia, una profunda insatisfacción. Al final no conseguimos eso que tanto buscamos: la paz y la libertad del alma y poder amar de verdad con todo el corazón, la mente y las fuerzas y abramos a los demás y dar generosamente, sino que nos sumergimos en cuánto recibir.
Y como consecuencia, a pesar de que sabemos que Dios ha sido generoso con nosotros, nosotros con frecuencia hemos sido tacaños con otros a la hora de compartir nuestro amor y nuestras cosas y, peor aún muchas veces, hemos pretendido sacar provecho de las prácticas externas de la religiosidad que nos puedan mostrar.
La generosidad es el hábito de dar o compartir con los demás sin esperar recibir nada a cambio. Comparado a menudo con la caridad como virtud, la generosidad se acepta extensamente en la sociedad como un hábito deseable. Procede del latín generosĭtas y que refiere a la inclinación a dar y compartir por sobre el propio interés o la utilidad.
San Pablo en la 2 carta a los Corintios capítulo 9, pinta un cuadro vívido de la generosidad cristiana, revelando cómo refleja el corazón de Dios e impacta a la comunidad de creyentes. Mientras viajamos a través de este pasaje transformador, experimentaremos una apreciación renovada de la generosidad llena de gracia y su capacidad para bendecir tanto al que da como al que recibe.
Comprender el contexto cultural e histórico de esta carta mejora nuestra interpretación de su mensaje. Los corintios habían prometido previamente contribuir a esta causa, y Pablo usa este capítulo para recordarles su compromiso. Subraya la importancia de cumplir esta promesa, no por obligación, sino por espíritu de generosidad.
En el contexto actual, este capítulo nos desafía a considerar nuestro enfoque de dar. ¿Estamos dando por obligación, o damos como una respuesta gozosa a la gracia de Dios? La enseñanza de Pablo nos impulsa a reflexionar sobre nuestras motivaciones, moviéndonos hacia el dar generoso que hace eco de la naturaleza generosa de Dios.
Una de las imágenes más poderosas que usa Pablo, es el principio de sembrar y cosechar. “El que siembra escasamente, también segará escasamente, y el que siembra generosamente, generosamente también segará” (2 Corintios 9:6,) Esta metáfora, arraigada en la práctica agrícola, ilustra una profunda verdad espiritual acerca de dar.
Este principio no es una garantía del evangelio de la prosperidad o una promesa transaccional. Más bien, es un principio del reino que trasciende las posesiones materiales. La “cosecha” a la que se refiere Pablo no es simplemente un retorno financiero, sino que incluye bendiciones espirituales y gozo en la gracia de Dios.
La metáfora de la siembra y la cosecha también afirma que nuestro dar es importante. Afecta no solo a los destinatarios de nuestra generosidad, sino que impacta nuestro crecimiento espiritual y nuestra comprensión de la gracia de Dios. Este principio nos desafía a examinar nuestros hábitos de dar, animándonos a sembrar generosamente y anticipar una rica cosecha de bendiciones espirituales.
Pablo explica además que Dios ama al dador alegre: “Así que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por necesidad; porque Dios ama al dador alegre” 2 Corintios 9:7. Esta declaración subraya la importancia de la actitud al dar.
Dar no debe ser impulsado por la compulsión o la desgana, sino que debe surgir de un corazón alegre y generoso. Esta alegría no es superficial ni fingida, sino que está profundamente arraigada en la comprensión de la abundante gracia y provisión de Dios.
El llamado a ser un dador alegre nos desafía a evaluar nuestra actitud hacia el dar. ¿Estamos dando por un sentido del deber o de la culpa? ¿O estamos expresando nuestra gratitud y alegría en la gracia de Dios a través de nuestro dar? La enseñanza de Pablo nos anima a cultivar un espíritu alegre, reflejando el gozo y la generosidad de Dios en nuestros actos de dar.
En los siguientes versículos, Pablo destaca la abundante gracia de Dios: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas, abundéis para toda buena obra.” 2 Corintios 9:8. Este versículo brinda una profunda seguridad de la constante provisión y gracia de Dios.
Pablo enfatiza que la gracia de Dios no solo es suficiente sino que es abundante. Provee para nuestras necesidades y nos empodera para llevar a cabo buenas obras, incluyendo dar generosamente. Esta abundancia no se trata necesariamente de riqueza material, sino que se refiere principalmente a los recursos espirituales y emocionales que Dios nos proporciona.
El énfasis de Pablo en la abundancia de Dios sirve como un recordatorio de Su fidelidad y cuidado. Nos anima a confiar en Su provisión, asegurándonos que Él nos equipa para toda buena obra. A medida que reconocemos y aceptamos la abundancia de Dios, nos volvemos más dispuestos y capaces de extender la generosidad a los demás.
La generosidad no solo bendice al que la recibe, sino que también devuelve una bendición al que la da. Pablo señala, “Mientras que a través de la prueba de este ministerio, glorifican a Dios por la obediencia de vuestra confesión al evangelio de Cristo, y por vuestra generosa participación con ellos y con todos los hombres.” 2 Corintios 9:13.
En el contexto moderno, esta reciprocidad todavía se puede experimentar. A medida que damos generosamente, nos convertimos en un conducto de la bendición de Dios para los demás, lo que puede resultar en acción de gracias y gloria para Dios. Además, experimentamos el gozo y la realización de ser parte de la obra de Dios, enriqueciendo aún más nuestro camino espiritual.
Pablo también analiza el papel de la generosidad en la difusión del Evangelio: “y por la oración de ellos por vosotros, que os anhelan a causa de la sobreabundante gracia de Dios en vosotros” 2Corintios 9:14.
Cuando damos generosamente, no solo satisfacemos las necesidades físicas, sino que también brindamos un poderoso testimonio del amor y la gracia de Dios. Esto puede acercar a otros a Dios, al ver el poder transformador del Evangelio en acción. Así, nuestra generosidad puede abrir puertas para el evangelismo, demostrando el amor de Dios en formas prácticas.
En el mundo de hoy, donde la gente a menudo cuestiona la relevancia y autenticidad de la fe cristiana, los actos de generosidad sirven como evidencia convincente del poder transformador del Evangelio. A medida que damos generosamente, no solo suplimos las necesidades de las personas, sino que también nos convertimos en testimonios vivos de la gracia y el amor de Dios.
Además de sus otros roles, Pablo presenta la generosidad como un acto de adoración. En 2 Corintios 9:15, declara: “¡Gracias a Dios por su don indescriptible!”. Esta declaración, aunque aparentemente simple, ofrece una perspectiva profunda sobre el dar.
Pablo ve la generosidad como una respuesta al don indescriptible de Dios: Su gracia y salvación a través de Jesucristo. Cuando damos generosamente, esencialmente expresamos gratitud por el regalo de Dios y reconocemos Su señorío sobre nuestras vidas. Nuestro dar, por lo tanto, se convierte en un acto de adoración, glorificando a Dios y expresando nuestro amor y gratitud hacia Él.
En una cultura que a menudo fomenta el egocentrismo y la acumulación, la noción de generosidad como adoración ofrece una poderosa alternativa. Como creyentes, nuestra ofrenda sirve como un acto de adoración, recordándonos la soberanía de Dios y animándonos a responder con gratitud y generosidad.
Pero también destaca el poder de la generosidad colectiva o corporativa. La generosidad de la iglesia de Corinto no solo satisfizo las necesidades de la iglesia de Jerusalén, sino que también tuvo un impacto más amplio en la comunidad cristiana.
La generosidad colectiva sirve como un poderoso testimonio de unidad y cuidado mutuo dentro del cuerpo de Cristo. Envía un mensaje de amor y unidad que contrasta marcadamente con el individualismo y la división que a menudo se ven en la sociedad.
En nuestro contexto contemporáneo, el concepto de generosidad corporativa nos desafía como iglesia a trabajar juntos para satisfacer las necesidades y hacer avanzar el reino de Dios. Nos recuerda que nuestros recursos, combinados, pueden tener un impacto significativo en nuestras comunidades y reflejar la unidad y el amor dentro del cuerpo de Cristo.
Un tema central, es la conexión entre la generosidad y la gracia de Dios. Pablo vincula continuamente la generosidad de los corintios con la gracia que han recibido en Cristo. “y por la oración de ellos por vosotros, que os anhelan a causa de la sobreabundante gracia de Dios en vosotros” 2 Corintios 9:14.
Esta conexión subraya que nuestra capacidad de dar generosamente proviene de la gracia de Dios. Nuestra generosidad es esencialmente una respuesta a la gracia que hemos recibido. Como recipientes de la abundante gracia de Dios, tenemos el poder de extender la gracia a los demás a través de la generosidad.
En el andar cristiano contemporáneo, este vínculo entre la generosidad y la gracia sigue siendo fundamental. Reconocer que nuestra capacidad de dar proviene de la gracia de Dios puede inspirarnos a ser más generosos. Refuerza que la generosidad es un acto habilitado por la gracia, un derramamiento de la abundante gracia que hemos recibido en Cristo.
Nota: Las fuentes se las pondré en la próxima publicación.
Canción
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.