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La muerte siempre sido y sigue siendo un misterio
El Papa Francisco, con motivo del fin de año litúrgico, reitera
“todo terminará” pero “Él permanecerá” y de esto se inspira el Santo Padre para invitar a todos a reflexionar sobre el momento del final, es decir, de la muerte. Ninguno de nosotros sabe exactamente cuándo sucederá, de hecho, señala, a menudo tendemos a posponer el pensamiento, creyendo que somos eternos, pero no es así:
“Todos tenemos esta debilidad de vida, esta vulnerabilidad. Ayer estaba meditando sobre esto, en un hermoso artículo que ha salido en la Civiltà Cattolica que nos dice que lo que todos tenemos en común es la vulnerabilidad: somos iguales en la vulnerabilidad. Todos somos vulnerables y en algún momento esta vulnerabilidad nos conduce a la muerte. Por esto, vamos al médico para ver cómo va mi vulnerabilidad física, otros van donde el psicólogo para curar alguna vulnerabilidad psíquica”.
Hoy siguiendo con el tema del Credo vamos a continuar con dos aspectos:
4. JESUCRISTO FUE SEPULTADO. En Mc 15:42-47, menciona estos testigos de la muerte de Jesús:
– El centurión romano que estaba cerca de la Cruz y le vio morir.
– Las mujeres que siguieron a nuestro Señor desde Galilea hasta Jerusalén, y que le vieron morir en la cruz y también cómo lo colocaban en el sepulcro.
- Y José de Arimatea, que recogió su cuerpo muerto y le dio sepultura.
Nos dice que “era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo”. Esto quiere decir que Jesús fue crucificado en viernes, por lo que al día siguiente era sábado o día de reposo, en el cual no se podría hacer ningún tipo de trabajo. Además, ese día de reposo era de “gran solemnidad” (Jn 19:31), puesto que coincidía con la semana en la que se celebraba la pascua judía.
Los judíos interpretaban que el día comenzaba a la seis de la tarde del día anterior (según nuestra forma de contar la horas en la actualidad). Por lo tanto, si Jesús murió a las tres de la tarde, sólo quedaba un margen de tres horas hasta que comenzara el día de reposo. Marcos añade que ya había llegado la noche, y aunque esto no nos permite saber la hora exacta, parece indicarnos que el tiempo para sepultar a Jesús se estaba acabando.
Por otro lado, dada la solemnidad del día de reposo que estaba a punto de comenzar, los judíos ya habían empezado a hacer gestiones ante Pilato para que los cuerpos fueran quitados de la cruz (Jn 19:31). Seguramente tenían en mente el mandamiento de la ley: “Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero, no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día” (Dt 21:22-23). Ya hemos visto que los judíos no tuvieron ningún inconveniente en condenar a un inocente, pero luego fueron tremendamente escrupulosos en el cumplimiento de estos otros detalles.
Así que los mismos dirigentes judíos pidieron a Pilato que se quebrase las piernas de los reos. Esta práctica de fracturar las piernas por medio de un garrote o martillo, tenía como propósito acelerar la muerte, dado que las piernas ya no podrían soportar el peso del cuerpo, que a partir de ese momento sería sostenido únicamente por los clavos de las manos, creando una enorme presión sobre el pecho lo que dificultaba la respiración. Todo esto era un tormento inimaginable, pero producía una muerte rápida. Además, para mayor seguridad, siempre se añadía un golpe de gracia con una espada o lanza, que inmediatamente ponía fin a lo que quedara de vida. Como sabemos por el evangelio de Juan, quebraron las piernas a los dos ladrones que fueron crucificados con Jesús, pero a él sólo le traspasaron el pecho con una lanza. Esto también sirvió para que se cumpliese la Escritura (Jn 19:32-37) (Ex 12:46) (Nm 9:12) (Sal 34:20) (Zac 12:10).
Ahora bien, ¿qué harían con los cuerpos de los muertos? Lo más probable es que los arrojaran en alguna fosa común, o que fueran tirados allí mismo en el Gólgota para que fueran comidos por las fieras. No olvidemos que Marcos nos ha explicado que el nombre de ese monte significa “lugar de la Calavera” (Mr 15:22), lo que quizás se debía al hecho de que el lugar estaba sembrado de calaveras de aquellos que habían sido crucificados allí y de los que nadie se había hecho cargo.
Pero si algo de esto se hubiera hecho con el cuerpo de Jesús, habría sido un verdadero problema para demostrar la autenticidad de su resurrección. Por otro lado, recordemos que apenas quedaban tres horas para que comenzara el día de reposo, ¿quién podría en tan poco tiempo hacer los arreglos necesarios para sepultar dignamente a Jesús? ¿Y dónde encontrar un sepulcro con tan poco tiempo?
Pero justo en ese momento, cuanto todo indicaba que Jesús se quedaría sin ser sepultado dignamente, y ante la sorpresa de todos, apareció en la escena un hombre llamado José de Arimatea, que con una valentía y diligencia admirables, se hizo cargo de todo lo relacionado con la sepultura de Jesús. Hasta ahora no habíamos sabido nada de él, pero por medio de unas pocas pinceladas, Marcos nos muestra que era la persona indicada para prestar el último servicio al Señor antes de su resurrección y ascensión.
Por un lado se nos dice que José de Arimatea era “miembro noble del concilio”, lo que en esas condiciones era muy importante por varias razones. Primero, porque siendo miembro del Sanedrín podía hacer una solicitud formal ante Pilato y ser atendido con rapidez, algo muy importante dado el poco tiempo que quedaba. Y en segundo lugar, y más importante aun, disponía de un sepulcro nuevo muy cerca del lugar en donde Jesús había sido crucificado, lo que permitiría llevar a cabo la sepultura con mucha rapidez.
José de Arimatea entendió que su fe en Jesús le debía llevar a actuar, así que con una valentía que sólo Dios puede proporcionar, fue hasta Pilato y se distanció de la posición del resto del Sanedrín que horas antes habían solicitado la muerte de Jesús. Sin duda fue una especie de protesta contra la injusticia que se había cometido al condenar a un inocente. Pero al mismo tiempo, estaba también confesando su fe en la veracidad de las pretensiones de Jesús de ser verdaderamente el Mesías y su confianza en que tal como había prometido, regresaría desde la diestra del poder de Dios para establecer su reino (Mr 14:62). Y nosotros deberíamos seguir su ejemplo y dejar clara nuestra posición en relación con las pretensiones de Cristo en el mundo en el que nos ha tocado vivir.
José de Arimatea y Nicodemo trasladaron el cuerpo de Jesús envuelto en una sábana hasta “un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno” (Jn 19:41), y que se hallaba excavado en la roca en un huerto cercano. Por supuesto, tuvieron que actuar con mucha diligencia, y en poco tiempo preparar el cuerpo antes de dejarlo en la tumba. Suponemos que primero lo lavarían para después envolverlo en los lienzos con especias aromáticas, tal como era la costumbre sepultar entre los judíos. Utilizarían para ello el compuesto de mirra y de áloes que había traído Nicodemo (Jn 19:40). Al mezclar los lienzos con este compuesto, y rodear el cuerpo de Jesús, éstos quedaban pegados formando una momia. Para hacernos una idea podemos recordar el caso de Lázaro, al que resucitó Jesús (Jn 11:44).
Una vez que José de Arimatea y Nicodemo terminaron de preparar el cuerpo de Jesús, hicieron rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro, cerrando su entrada. Esta piedra estaría en una canaleta con un pequeño desnivel de modo que resultara fácil colocarla en su lugar con sólo empujarla un poco.
Pero mientras todo esto ocurría, los demás miembros del Sanedrín se dieron cuenta de que habían perdido el control sobre la situación y temieron que los discípulos de Jesús se pudieran reorganizar con la ayuda de José y Nicodemo, hasta el punto de robar el cuerpo de Jesús y fingir su resurrección. Así que con toda diligencia, al día siguiente volvieron a presentarse ante Pilato para solicitase que asegurase la tumba por medio de una guardia (Mt 27:62-66). De esta manera, los líderes judíos, junto con una guardia romana, se hicieron cargo del sepulcro donde Jesús había sido colocado. Lo primero que harían al llegar sería comprobar que el cuerpo de Jesús estaba dentro, para lo que tendrían que abrir nuevamente el sepulcro. Luego lo cerraron, pusieron un sello que certificaba la autenticidad de la tumba y colocaron una guardia romana que vigilara que nadie pudiera alterar la tumba en el transcurso de tres días, que era el plazo que Jesús había señalado para su resurrección.
5. “JESUCRISTO, DESCENDIO A LOS INFIERNOS”
Con esta afirmación del Símbolo bautismal, confesamos que Jesús no sólo murió, sino también estuvo muerto. Como en su existencia terrena fue Jesús solidario con los vivos, “en los infiernos” lo fue con los muertos, y que por su muerte a favor nuestro, ha vencido a la muerte y al diablo “señor de la muerte” (Hb 2,14).
En el Catecismo de la Iglesia Católica , el numeral 632, nos habla que las frecuentes afirmaciones del Nuevo Testamento según las cuales Jesús “resucitó de entre los muertos” (Hch 3, 15; Rm 8, 11; 1 Co 15, 20) presuponen que, antes de la resurrección, permaneció en la morada de los muertos. Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos.
633 La Escritura llama infiernos, sheol o hades a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios. Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos, lo que no quiere decir que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el “seno de Abraham”. “Son precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos”.
Dejando a un lado las imágenes con las que se representaba el infierno “lugar de los muertos” “Scheol”
Y la “existencia” miserable de las “almas” en él, la miseria propiamente dicha de estas almas, consiste en que están separadas de Dios y viven esa lejanía y abandono de Dios
Así lo describen algunos Salmos (Cfr Sal 6,6; 88,11-13; 115,17) al descender al lugar de los muertos, Jesús ha cargado con todo el abandono, con toda la soledad y con todo lo absurdo de la muerte. Y al mismo tiempo, ha introducido la salvación de Dios allí donde cesa la comunicación y se cortan los caminos. Jesús descendió al abismo como Salvador, proclamando la buena noticia hasta a los muertos (1 Pe 4,6).
Entonces, el Sábado Santo celebramos la frase que recitamos en el Credo “Descendió a los Infiernos”, por eso, es un día de reflexión y acompañamiento a la Madre de Dios que está a la espera de la resurrección del Hijo.
En su designio de salvación, Dios dispuso que Cristo no solamente “muriese por nuestros pecados” (1 Co 15, 3), sino también que conociera el estado de muerte, el estado de separación entre alma y cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que expiró en la Cruz y el momento en que resucitó. Ese momento se revive cada Sábado Santo.
Se conoce por las Sagradas Escrituras y la Tradición que Jesús bajó al “Seol” o infierno, donde permanecían las almas de todos los muertos.
En aquel lugar estaban todos los santos y justos que perecieron antes de la muerte de Jesucristo y no tenían cómo llegar al cielo: los patriarcas, los profetas, los reyes, San José, entre otros.
Según la Tradición de la Iglesia, cuando Jesús muere, desciende al infierno y lleva consigo al cielo a todos los que creyeron.
Desde su resurrección Cristo tiene en su poder las llaves de la muerte y del abismo (Cfr Ap 1,18) y ante el nombre de Jesús toda rodilla se dobla en los cielos, en la tierra y en los abismos (Cfr. Fil 2,10).
https://www.vaticannews.va/es/papa-francisco/misa-santa-marta/2019-11/papa-
https://mercaba.org/rosario.org/CREDO%20EL.pdf.pdf
https://www.escuelabiblica.com/estudios-biblicos-1.php?id=97
santa-marta-homilia-viernes-29-noviembre-2019.html
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Recopilado por Rosa Otárola D, /
Diciembre2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.