Categoría: Liturgias Diarias

La liturgia de hoy enmarcada en al Día Mundial de las Misiones, nos hace un llamado a perseverar en la oración, confiar y tener fe para llevar un mensaje que transforme y nos lance hacia un nuevo Pentecostés. Vivamos pues la Eucaristía de este día con la certeza de que la celebración no termina en el templo, la debemos llevar dondequiera que nos desenvolvemos: esto es la evangelización activa.

De lo profundo de nosotros mismos nacen nuestras acciones, es el corazón el que debe convertirse a Dios, y el Espíritu Santo lo transforma si nosotros nos abrimos a Él.

Estos setenta y dos discípulos, que Jesús envía delante de Él, ¿quiénes son? ¿A quién representan? Todos debemos ser misioneros, todos pueden escuchar la llamada de Jesús y seguir adelante y anunciar el Reino.

Hoy tenemos un llamado a revisar nuestra actitud frente a la vida, nos mueve acaso la hipocresía? Debemos vivir una fe activa, basada en al esperanza que nos lleva a la alegría de los hijos de Dios. Esto es ser un verdadero creyente!

La frontera entre el bien y el mal no pasa fuera de nosotros sino más bien dentro de nosotros, podemos preguntarnos: ¿dónde está mi corazón? Jesús decía: “tu tesoro está donde está tu corazón”. ¿Cúal es mi tesoro? ¿Es Jesús y su doctrina? Entonces el corazón es bueno. O el tesoro ¿es otra cosa? Por lo tanto, es el corazón el que debe ser purificado y debe convertirse.

Hoy la liturgia nos invita a nos ser insensatos, a tener la certeza de que somos hijos de Dios y no caer en la tentación de no creernos dios y convertirnos en jueces, dueños de la verdad y mejores que los demás.

Dejemos de pedir signos y confiemos en el Señor, el que vino y dio su vida por nuestra salvación y pidamos la gracia de la fe para ver cómo El, actuar como El, vivir como El y amar como El.

El Señor siempre siembra su Palabra, sólo pide un corazón abierto para escucharla y buena voluntad para ponerla en práctica. Hoy pidamos a la Virgen del Pilar, nos ayude en este camino.

Meditemos en este día: ¿Custodio el tesoro de la gracia? ¿Custodio la presencia del Espíritu Santo, vigilo sobre mí, sobre mi corazón, sobre mis sentimientos, sobre mis pensamientos’? ¿O dejo las cosas así, seguro, creyendo que todo está bien?