Autor: Rosa Otárola Duran

En la recta final hacia la Pascua la Iglesia nos presenta hoy la historia de dos mujeres sorprendidas en adulterio, uno ficticio y otro verdadero. En ambos casos, ante jueces injustos, son defendidas por el juicio misericordioso de Dios, el único que juzga según el corazón y no según las apariencias.

Estamos por terminar el tiempo de Cuaresma, hoy es el culpen de la revelación del misterio de Jesús. La liturgia nos invita a vivirlo, experimentando el amor de Dios que se expresa en la entrega de su Hijo, de tal modo que como nos dice la oración colecta, “…avancemos animosamente hacia aquel grado de amor con el que tu Hijo, por la salvación del mundo, se entrego a la muerte…”

La liturgia  nos debe servir, hoy en este camino de cuaresma,  para replantearnos nuestra posición ante el llamado del Señor a ser sus discípulo, pues como nos dice el Papa Francisco: : No se puede conocer a Jesús sin implicarse con Él, sin jugarse la vida por Él.

La liturgia de hoy nos invita a que hoy este pueblo que también sigue la inmediatez de su impaciencia y construimos “becerros” porque en el fondo queremos un Dios que se pueda manipular y crear a su antojo, un dios que sea tangible, reconocerlo en la materialidad de la vida.
Tengamos la certeza que solo ese Dios que es pura compasión y misericordia, por eso nos espera en el camino de la fe, vamos a caminar por la senda correcta.

Esta celebración nos motiva a reflexionar sobre el misterio de la entrega de Cristo, pues la Palabra se ha hecho carne y Dios no deja de cumplir sus promesas