Este domingo de Cuaresma, llamado Laetare, marca la dimensión gozosa que es propia de todo camino de conversión, pues se nos anuncia en las lecturas que el mal, no tiene la última palabra, sino que es realmente posible vivir la existencia nueva que el Señor nos trajo. Y es que de verdad, ¿quién de nosotros no aspira a la alegría perfecta y eterna que llamamos salvación? El problema es que a menudo sentimos que transformar nuestra vida, implica un esfuerzo muy grande para nuestra limitadas fuerzas, esto porque olvidamos que quien nos las dará es Dios, y con él todo es posible, tan solo es necesario que le creamos de verdad.
Por eso, hoy en la liturgia, se nos presenta la vida nueva que Dios quiere concedernos a cada uno de nosotros y nos mostrará cómo acoger esos dones de la Misericordia Divina, como lo hace el texto de Josué quien para llamar a los israelitas, y hoy a nosotros, a la fidelidad, nos recuerda las obras realizadas por Dios, siempre fiel a la alianza. Así la cesación del Maná será un signo de esa lealtad del Señor que cumple sus promesas guiando y sosteniendo al pueblo en un camino de progresiva madurez y responsabilidad, como nos invita a vivirlo nosotros también, por eso nuestra misión es mantenernos firmes en el Señor y vivir nuestra libertad con responsabilidad: cuidando nuestra tierra, respetando a todas las personas, construyendo en definitiva un mundo más habitable para todos, más fraterno y fundamentado en la justicia. Ahora nos toca cultivar esta tierra que tenemos, como hizo el pueblo de Israel, ser agradecidos con lo recibido, para dar fruto y poder celebrar la pascua con Dios.
El salmista para motivarnos en esta misión, nos insta a través de este himno de acción de gracias a través del estribillo “haz la prueba y verás que bueno es el Señor”.
Pablo, en la segunda lectura nos dice, como a los Corintios, “Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.” Pasar de lo antiguo a lo nuevo es estar abierto a la misericordia de Dios, nos recuerda San Pablo. Transformar nuestra vida, y poner a Dios en nuestro corazón, y eliminando aquello con lo que uno no se siente satisfecho y es que Pablo nos está hablando de un Dios que no lleva cuenta de nuestros pecados y que al ser humano lo que le corresponde es acoger esa bondad divina con tal fuerza que incluso pueda compartirla.
Nos explica el Papa Francisco: “Cada vez que nos confesamos: allí recibimos el amor del Padre que vence nuestro pecado: nuestro pecado ya no existe, porque Dios lo olvida. Cuando Dios perdona, pierde la memoria, olvida nuestros pecados, se olvida. ¡Es tan bueno con nosotros! No como nosotros, que después de decir “no te preocupes”, a la primera oportunidad nos acordamos de las heridas que hemos sufrido. No, Dios anula el mal, nos hace nuevos por dentro y así hace renacer en nosotros la alegría, no la tristeza, no la oscuridad en nuestro corazón, no la sospecha, sino la alegría”
Debemos pues aprender a confiar en el rostro verdadero de Dios, debemos entender que El espera con paciencia hasta que regresemos libremente a sus brazos, hasta que regresemos a casa como nos muestra el Evangelio.
Interesante este comentario de José Antonio Pagola acerca de la Parábola del Padre Misericordioso, en el que afirma que exegetas contemporáneos han abierto una nueva vía de lectura de la parábola llamada tradicionalmente del «hijo pródigo», para descubrir en ella la tragedia de un padre que, a pesar de su amor «increíble» por sus hijos, no logra construir una familia unida. Esa sería, según Jesús, la tragedia de Dios.
La actuación del hijo menor es «imperdonable». Da por muerto a su padre y pide la parte de su herencia. De esta manera rompe la solidaridad del hogar, echa por tierra el honor de la familia y pone en peligro su futuro al forzar el reparto de las tierras. Los oyentes debieron de quedar escandalizados al ver que el padre, respetando la sinrazón de su hijo, ponía en riesgo su propio honor y autoridad. ¿Qué clase de padre es este?
Cuando el joven, destruido por el hambre y la humillación, regresa a casa, el padre vuelve a sorprender a todos. «Conmovido» corre a su encuentro y lo besa efusivamente delante de todos. Se olvida de su propia dignidad, le ofrece el perdón antes de que se declare culpable, lo restablece en su honor de hijo, lo protege del rechazo de los vecinos y organiza una fiesta para todos. Por fin podrán vivir en familia de manera digna y dichosa.
Desgraciadamente falta el hijo mayor, un hombre de vida correcta y ordenada, pero de corazón duro y resentido. Al llegar a casa humilla públicamente a su padre, intenta destruir a su hermano y se excluye de la fiesta. En todo caso festejaría algo «con sus amigos», no con su padre y su hermano.
El padre sale también a su encuentro y le revela el deseo más hondo de su corazón de padre: ver a sus hijos sentados a la misma mesa, compartiendo amistosamente un banquete festivo, por encima de enfrentamientos, odios y condenas.
Pueblos enfrentados por la guerra, terrorismos ciegos, políticas insolidarias, religiones de corazón endurecido, países hundidos en el hambre… Nunca compartiremos la Tierra de manera digna y dichosa si no nos miramos con el amor compasivo de Dios. Esta mirada nueva es lo más importante que podemos introducir hoy en el mundo los seguidores de Jesús.
En este sentido les recomiendo el libro de Henri J. N. Nouwen, y mejor aún el Curso que da mi psicólogo Randall Urbina sobre el mismo, en el que el autor nos deja con esta meditación : Volver al Padre o vivir indefinidamente lejos de Él? Ésta es la cuestión que plantea la parábola evangélica del hijo pródigo. Una cuestión, por cierto, de vida o muerte. El autor de este libro un perfecto alimento espiritual, ofrece aquí una valiosa meditación sobre la parábola del hijo pródigo a partir del cuadro, del mismo tema, de Rembrandt van Rijn. Y lo hace en tres partes; primero desde la perspectiva del hijo menor (que es el que se marcha), después desde la óptica del mayor (que es el que permanece), y en última instancia desde la posición del padre (que es el que acoge y lo da todo).
Dentro de su aparente sencillez, este libro a través de todos los símbolos, es capaz de conmovernos y sacudirnos, obligándonos a identificarnos con uno u otro personaje, o con los tres, y revelando así nuestra condición real.
Al final de su libro, Nowen nos indica: “La primera vez que vi El Hijo Pródigo de Rembrandt, no podía imaginar que convertirme en el hijo arrepentido no era más que un paso en el camino para convertirme en el padre acogedor. Ahora veo que las manos que perdonan, consuelan, curan y ofrecen un banquete tiene que ser mías… Solo cuando recuerdo que soy el hijo amado soy capaz de acoger a aquellos que quieren volver a mí con la misma misericordia con la que el Padre me acoge a mí… “
Meditando sobre el acto de consagración al Corazón Inmaculado de María que realizó el Papa Francisco y al que se unieron fieles de todo el mundo, pienso que, además de identificarnos bien con uno u otro o con ambos hermanos, hemos de unirnos también al deseo de Dios de que todos los hombres puedan percibir su perdón y su amor. En la segunda lectura san Pablo nos anima a ello: “En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios”.
Terminó con una frase de Nouwen: “¿Seré capaz de dejar al hijo menor y al hijo mayor que crezca y lleguen a la madures del Padre Misericordioso?
Bibliografía
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/pautas/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2022/03/27/un-padre-y-dos-hijos/
- Libro El Regreso del Hijo Pródigo. Henri J. M. Nowen
- http://iglesiadesopelana3.blogspot.com/2016/02/06032016-4-domingo-de-cuaresma-c.html
- PildorasdeFe.com
- Crecer y Urbina y Asociados. Facebook
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Marzo 2022.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.