Hemos visto dos señales de Dios que tienen como objetivo ayudarnos a comprender sus milagros y poderlos aplicar a nuestra vida.
El Milagro de las Bodas de Caná y la Curación del hijos del Funcionario Real.
Hoy vamos a reflexionar sobre la Tercera Señal. El paralítico de la piscina de Betesta (Jn 5, 1-9)
“Después de esto se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, cerca de la Puerta de las Ovejas, una piscina llamada en hebreo Betesda. Tiene ésta cinco pórticos, y bajo los pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, tullidos (y paralíticos. Todos esperaban que el agua se agitara, porque un ángel del Señor bajaba de vez en cuando y removía el agua; y el primero que se metía después de agitarse el agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.)
Había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo.
Jesús lo vio tendido, y cuando se enteró del mucho tiempo que estaba allí, le dijo: «¿Quieres sanar?»
El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua, y mientras yo trato de ir, ya se ha metido otro.»
Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y anda.»
Al instante el hombre quedó sano, tomó su camilla y empezó a caminar. Pero aquel día era sábado.”
Afirma Mark Batterson que son muchas las veces en que nuestras falsas suposiciones acerca de las cosas nos engañan sobre lo que es posible y los que no lo es.
Y nos cuenta que George Dantzig , profesor, físico y matemático estadounidense, reconocido por desarrollar el método simplex y es considerado como el «padre de la programación lineal»; resolvió algunos problemas sin solución porque no sabía que no podían resolverse. Y afirma Batterson que ahí esta uno de los secretos para que podamos experimentar lo milagroso.
Jesús dijo: “Para Dios todo es posible” (Mt 19, 26). Y para dejar Pr seguro que entenderemos el mensaje en Lc 1, 37, la frase aparece de otro forma: “Para Dios no hay nada imposible”. Cada vez que la Biblia dice lo mismo en dos maneras distintas su importancia es doble. La palabra imposible no pertenece a nuestro vocabulario. Es la razón por la que no experimentamos lo milagroso. Es que permitimos que nuestras suposiciones lógicas ganen a nuestras creencias teológicas. Casi sin que lo sepamos, nuestra realidad queda definida por suposiciones humanas, no por la revelación divina.
Experimentar lo milagroso es, por cierto, mucho más que lo que llamamos el poder del pensamiento positivo. Sí creo que tenía razón Henry Ford cuando Dios: “Si piensas que puedes, o piensas que no puedes, tendrás razón. Porque no se trata de que la mente domine la materia. Se trata de la fe, que sí puede.
No volverás a caminar nunca, seguramente le dijeron a este paralítico y durante treinta y ocho años resonaron esas palabras en su mente.
Las Escrituras no revelan cómo fue que sucedió. Si fue un defecto congénito o un accidente. El inválido no había podido pararse sobre ss dos pies en casi cuatro décadas.
Es mucho tiempo para cualquiera, pero tiene que haber parecido mucho más hace dos mil y tantos años cuando la expectativa de vida era de veintiocho años como promedio. Ese promedio toma en cuenta la tasa de mortalidad infantil en el mundo antiguo, pero incluso si llegabas a sobrevivir a tu segundo cumpleaños, el promedio llegaba solo a los cuarenta años.
Es claro entonces que al inválido se le había pasado ya la flor de la vida. De hecho, estaba viviendo a tiempo prestado. Me pregunto, continua el autor si fue por eso que lo eligió Jesús. El hombre había estado sentado junto al pozo que ya nadie podía recordar cuándo había llegado, pero, ¡qué forma de probar Jesús que su poder nos tiene límites lógicos ni cronológicos! ¡Nunca es demasiado tarde cuando acudes a Aquel que puede volver el tiempo atrás!
El inválido ya no tenía a quién acudir. Su condición no tenía cura. Su caso no tenía solución. Pero esa es la especialidad del Gran Médico. Ante todos los diagnósticos que le habían dado, Jesús le prescribe algo muy simple: ¡ Levántate, recoge tu camilla y anda! (Jn 5, 8)
¿Has observado alguna vez a un bebé que está intentando caminar? Es una de las alegrías más simples y grandiosas, en especial para sus padres. Pero seamos sinceros, no es nada elegante. El ver cómo da sus primeros pasos un bebé es casi como ver una marinero borracho que trata de avanzar por el tablón de su barco, torpe y titubeante.
Los que lo veían seguramente reían hasta llorar; pero las lágrimas de risa, se convirtieron en lágrimas de gozo al ver a ese inválido hacer lo que no había hecho en décadas: saltar de alegría como un niño.
No importa lo terrible que sea el diagnóstico ni cuánto tiempo hayas sufrido discapacidad. Nunca es demasiado tarde para ser la persona que podrías haber sido, si respiras, significa que Dios todavía no ha terminado contigo. Si quieres una segunda opinión: la opinión de Dios.
Pero quiero hablar de una regla de oro: Dios no responde al cien por ciento de las oraciones que no se oran. Si supones que la respuesta será un no, ni siquiera le estás a Dios la oportunidad de decir sí .
Si quieres experimentar lo milagros, tienes que amigarte con el hecho de que el quién, el qué, el dónde y el cómo, están fuera de tu control. No puedes responder tus propias oraciones.
Tal parece que la mayoría de los milagros les suceden a quienes menos suponen. Veamos: Josué no suponía que el sol podría detenerse como nos habla en el capítulo 10 versículos del 12-14.
Eliseo no supuso que un hacha de hierro no flotaría 2 Re 6, 6-7.
La Virgen María no supuso que las vírgenes no queda encinta. Lc 1, 35-38
Pedro no supuso que no podría caminar sobre el agua. Mt 14, 29
Y Jesús tampoco supuso que la muerte era el final de la vida. Jn 11,25.
¡A medida que creces en la fe, cada vez supones menos cosas!
Y es que lo opuesto a creer, no es la incredulidad, es la falsa creencia. La mayor discapacidad del inválido no era física. Su discapacidad más debilitante era mental: el falso presupuesto de que tenía que llegar primero al pozo de Betesda cuando les agitaban las aguas.
También nosotros comentemos ese error; seguimos intentando con lo que no funciona. Lo que necesitamos es que alguien nos mire a la cara y nos pregunte: ¿y que tal te funciona eso?
Si quieres que Dios haga algo nuevo, no puedes seguir haciendo lo viejo. Si quieres experimentar lo milagroso, tienes que desaprender todo presupuesto que tengas, con excepción de uno solo: ¡Dios es capaz y puede!
Recuerda que la capacidad de Dios para formular la pregunta correcta en el momento preciso, es arte en su máxima expresión. Lo que pasa es que la capacidad para leer la mente, que Jesús comprobó un par de veces, era una ventaja poco justa. Sino veamos: los evangelio existirán unas 183 preguntas de esas que van directo al blanco. Una de ellas es el catalizador del tercer milagro: ¿Quieres ser sano?
A cierto nivel, la pregunta nos puede parecer poco amable, verdad?. Pero esa ho es la hipótesis de Jesús; el lo sabía. Uno no puede ayudar a quien no quiere ayuda, por mucho que la necesite.
Ejemplo de ello es el ladrón que estaba crucificado al lado de Jesús, el que profería insultos; estaba a menos de dos metros de la salvación, pero insultaba y maldecía al Único que podía haberle ayudado (Lc 23, 39).
La enseñanza de esto, es que no podes ayudar a los que no se quieren ayudar a sí mismos, más allá de dónde estén.
Es fácil acostumbrarnos a nuestras muletas, verdad?. O en el caso del inválido, adaptarnos a nuestra esterilla de 60 cm x 6’ cm. El mundo del inválido consistía solo en tres metros cuadrados y un poco más; pasaba por la misma rutina día tras día. Y aunque pueda parecernos monótono, también era seguro. De hecho su esterilla quizá fuese su manta de seguridad. Pero si quieres estar bien, no puedes seguir sentándote siempre en esa mantita segura. No puedes seguir haciendo siempre lo mismo; tendrás que liberarte de tu esterilla, enrolllarla y tirarla a la basura.
Es importante que nos preguntemos: ¿cuál es mi esterilla? ¿Estoy dispuesta a enrollarla y tirarla a la basura?
¿Quieres estar sano? La pregunta llega a temas bastantes profundos. Para el inválido, estar sano significaba que debía conseguir empleo. Usar sus piernas, las que ahora estarían sanas. Significaba un nuevo nivel de responsabilidad ante la sociedad. Y como sucede con todas las bendiciones de Dios, viene acompañada con la carga de la responsabilidad que tenemos que administrar.
A veces necesitamos que alguien nos de una buena cachetada. Lastimará nuestro ego pero, si se nos dice la verdad con amor puede sanarnos el alma.
Entonces de nuevo te pregunto: ¿Quieres sanar? Si es así, necesitas oír lo que no te gusta y hacer lo que no quieres, muchísimas veces. No puedes esperar que Dios haga lo sobrenatural si ni siquiera quiere hacer lo natural. Tienes que hacer tu parte para que Dios haga la suya. Como el inválido, tienes que querer cargar tu propio peso. Solo Dios puede obrar milagros, pero casi siempre, eso conlleva algún elemento humano.
Recuerda que Naamán debió meterse en el río Jordàn siete veces (2 Re 5, 1-14).
Que la mujer con hemorragias tuvo que abrirse paso entre la multitud para acercarse a Jesús lo suficiente como para tocar el borde de su manto (Lc 8, 42-48).
Que los discípulos tuvieron que recoger sus redes y echarlas del otro lado de la barca (Jn 21, 6)
Esto que les voy a decir es una realidad que debemos aprender:
Para algunos milagros hace falta tiempo.
Para algunos milagros hace falta un esfuerzo extra
Para algunos milagros hacen falta sangre, sudor y lágrimas.
Y es que cuando Jesús le dijo al inválido que se levantara y caminara, le estaba pidiendo que hiciera algo que no había hecho en treinta y ocho años.
Eso es precisamente lo que hace falta si quieres experimentar lo milagroso. ¡No puedes seguir haciendo lo que hiciste siempre! Es más, quizás tengas que hacer algo que no hayas hecho en mucho, mucho tiempo; o quizá nunca antes.
Si quieres cambiar tienes que cambiar, tienes que modificar la ecuación de tu vida, sumando o restando algo. Tienes que hacer menos de algo, o más de algo, o incluso hacer algo que venías haciendo. pero ahora de manera diferente.
Según la ley de la variedad de requisitos, la supervivencia de cualquier sistema depende de su capacidad para cultivar la variedad en sus estructuras internas. Es decir, que tienes que seguir cambiando todo el tiempo. El equilibrio prologado nos duerme los sentidos, la mente y atrofia nuestros músculos. Tu mundo se va haciendo cada vez más pequeño hasta que tu mundo no mide más que un metro. ¿Estamos dispuestos a llegar a esto, teniendo todo el potencial que el Señor nos ha proveído para ver milagros, solo con expandirnos?
Fíjate lo que dice las escrituras:
Somos más que vencedores. (Rom 8, 37)
Somos la niña de sus ojos. (Zac 2,8)
Somos buscados (Is62, 12)
Somos coherederos con Cristo. (Rom 8, 17)
Somos hijos de Dios. (Jn 1, 12)
Nos explica el Papa Francisco que “Jesús tiene misericordia» de este hombre y lo invita: «Levántate. Levántate, acabemos esta historia; toma tu camilla y echa a andar». El Papa Francisco describió la siguiente escena: «Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. Pero estaba tan enfermo que no lograba creer y tal vez caminaba un poco dudoso con su camilla sobre los hombros».
A este punto entraron en juego otros personajes: «Era sábado, ¿qué encontró ese hombre? A los doctores de la ley», quienes le preguntaron: «¿Por qué llevas esto? No se puede, hoy es sábado». Y el hombre respondió: «¿Sabes? Estoy curado». Y añadió: «El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla”».
Sucede, por lo tanto, un hecho extraño: «esta gente en lugar de alegrarse, de decir: “¡Qué bien! ¡Felicidades!”», se pregunta: «¿Quién es este hombre?». Los doctores comienzan «una investigación» y discuten: «Veamos lo que sucedió aquí, pero la ley… Debemos custodiar la ley”.
Una advertencia, si sigues los pasos de Jesús, ofenderás a algunos fariseos mientras caminas. De hecho, hay situaciones en que tendrás que esforzarte para hacerlo. No es que te este permitido violar la ley, es.más bien, un permiso para romper las reglas humanas que no honren a Dios. Es por eso, que aunque Jesús pudo haber sanado al inválido cualquier día de la semana, escogió el sábado para obrar el milagro. El sabía que con eso iba a sacudir a los del sistema religioso ritualista, y es tan así que los fariseos no se ofendieron de que el inválido caminara, lo que causó la ofensa fue el hecho de que llevara su camilla, actividad estrictamente prohibida por la ley fariseo.
La gran ironía es que mientras los fariseos acusaban a Jesús de violar la ley, eran ello los que violaban el espíritu de la ley al trata de guardar lo que pensaba que era la letra de la ley, en cambio Jesús guardaba el espíritu de la ley al sanar al enfermo, lo que nos demuestra que hay un mundo de diferencia entre, seguir a Jesús y seguir las reglas. Si sigues a Jesús no violarás la ley de Dios, pero sí violarás las reglas humanas. Y al hacerlo ofenderás a algunos fariseos.
Jesús cura en el día de sábado. Bien cerca del lugar donde se enseñaba la observancia de la Ley de Dios, un paralítico se quedó por 38 años a la espera de alguien que le ayudara a bajar al agua, para que se curara. Este hecho revela la absoluta falta de solidaridad y de acogida a aquellos excluidos. El número 38 indicaba la duración de una generación (Núm 14,27-30; Dt 2,14). Es toda una generación que no llega a experimentar ni solidaridad, ni misericordia. La religión de la época no era capaz de revelar el rostro acogedor y misericordioso de Dios. Ante esta situación dramática, Jesús no observa la ley del sábado y se ocupa del paralítico diciéndole: “¡Toma tu camilla y anda!” El hombre ya curado, se va con su camilla a cuestas, pero Jesús desaparece en medio de la multitud.
Los fariseos querían matar a Jesús porque desafiaba las reglas humanas . Por supuesto que el asesinato definitivamente habría sido una violacion a la ley de Moisés. Los fariseos se perdieron el milagro que tenían al frente de sus narices porque no podían ver más allá de sus tradiciones y reglas humanas. Eso es, precisamente, lo que a nosotros muchas veces, nos impide experimentar lo milagros. Para ello, a veces, hay que violar las reglas humanas.
Esto nos explica el por qué Jesús no no sanó al inválido simplemente reubicándolo más cerca del pozo de Betesda para que estuviera en ventaja cuando se agitaran las agua. Pero ese cambio de primer orden habría tenido como resultado siempre lo mismo. Jesús en cambio transformó su vida cambiando las reglas. Y quienes quieren experimentar lo milagros, tendrán que romper las reglas.
…”Esta historia, dijo el Papa actualizando su reflexión, «se repite muchas veces en la vida: un hombre —una mujer— que se siente enfermo en el alma, triste, que cometió muchos errores en la vida, en un cierto momento percibe que las aguas se mueven, está el Espíritu Santo que mueve algo; u oye una palabra». Y reacciona: «Yo quisiera ir». Así, «se arma de valor y va». Pero ese hombre «cuántas veces hoy en las comunidades cristianas encuentra las puertas cerradas». Tal vez escucha que le dicen: «Tú no puedes, no, tú no puedes; tú te has equivocado aquí y no puedes. Si quieres venir, ven a la misa del domingo, pero quédate allí, no hagas nada más». Sucede de este modo que «lo que hace el Espíritu Santo en el corazón de las personas, los cristianos con psicología de doctores de la ley lo destruyen».
Si es que a veces lo milagroso está en la diferencia entre el pensamiento convergente y el divergente.
El pensamiento convergente gente afila el lápiz y da vueltas y vueltas al problemas hasta hallar la solución. El pensamiento divergente no busca una única respuesta correcta sino que encuentra todas las soluciones posibles.
La mitad de la fe es para aprender lo que no sabemos. La otro mitad es para desaprender lo que conocemos. La segunda mitad es mucho más difícil que la primera. Por eso, Jesús nos dice tantas veces: Ustedes han oído lo que se dijo… pero yo les digo… Estaba desinstalando presuposiciones del Antiguo Testamento con las revelaciones del Nuevo Testamento. Ir un paso más, o poner la otra mejilla, era más que modificar la conducta. Jesús estaba haciendo reversa sobre las viejas reglas e instalando nuevas.
Dios es impredecible. Nunca sabes con exactitud cómo, cuándo ni dónde pueda presentarse para desplegar su poder. Lo que sí puedes saber con certeza es esto: Es probable que te pida que hagas algo sin precedentes, algo no ortodoxo, no convencional. Y si tienes coraje de hacer algo que no hiciste en treinta y ocho años, es posible que vivas y experimentes algo que no has visto en muchísimo tiempo.
Entonces te pregunto para terminar: ¿Quieres sanar?
Canción
https://youtu.be/LveZsAhVbws?si=yFsPH8o2w5jOMyLx
Tomado de;
- Libro El Ladrón de Tumbas, autor Mark Batterson
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.