La semana pasada reflexionamos sobre el primer milagro de Jesús, el de las Bodas de Caná. Podemos deducir que como nos dice Mark Batterson, los novios se convirtieron en extras, mientras Jesús asumía el rol protagónico. Sin embargo, fue una actriz de reparto la que tuvo un pápale clave en esa escena trascendente. Si lees entre líneas en Juan 2, pareciera que María le da un empujóncito a su hijo y que Jesús se resiste a su madre. Ella quiere que él suba al escenario , pero Jesús está esperando a que su Padre le de la orden.
María no sabía que la ruta de los milagros era una calle de una sola vía que llegaba hasta la encrucijada del Calvario. Jesús sí lo sabía muy bien. Sabía que su primer milagro será el disparador de la cuenta regresiva a la crucifixión. Y eso forma parte de lo que hace que su primer milagro sea tan notables. Es un subproducto de la confianza de Jesús e los instintos de alguien más. María tenía un sexto sentido que le indicaba que ese era su momento. Esa es una de las claves para decodificar milagros.
Nueve de cada diez veces nos perdemos el milagro que tenemos frente, en la punta de los dedos, sencillamente porque estamos demasiado cerca de la situación. Necesitamos que alguien enfoque las luminarias sobre lo que está en nuestro punto ciego.
Así entonces, podemos ver que la mayoría de los milagros requieren un empujoncito. La gran clave para vivir los milagros está en discernir esos empujoncitos.
María aprendió a discernir los empujoncitos del Espíritu Santo cuando era todavía adolescente. Y en comparación con la concepción virginal, cualquier otro empujoncito probablemente le debió parecer mucho más sencillo.
Heb 10, 24 nos dice: “Preocupándonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.”
El estímulo es ese empujoncito. Unas veces puede ser una palmadita en el hombro y otras, tal vez no tan tierna. Pero más allá de cómo sea, todo comienza con la obediencia a los impulsos del Espíritu Santo.
Cuando obedecemos a esos santos empujoncitos, el Gran Maestro posiciona estratégicamente sus peones para darle el jaque mate a los planes del enemigo.
Hoy vamos a reflexionar acerca de la segunda señal. Sincronización Sobrenatural.
Jn 4, 46-54: “Jesús volvió a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real en Cafarnaún que tenía un hijo enfermo.
Al saber que Jesús había vuelto de Judea a Galilea, salió a su encuentro para pedirle que fuera a sanar a su hijo, que se estaba muriendo.
Jesús le dio esta respuesta: «Si ustedes no ven señales y prodigios, no creen.»
El funcionario le dijo: «Señor, ten la bondad de venir antes de que muera mi hijo.»
Jesús le contestó: «Puedes volver, tu hijo está vivo.» El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino.
Al llegar a la bajada de los cerros, se topó con sus sirvientes que venían a decirle que su hijo estaba sano.
Les preguntó a qué hora se había mejorado el niño, y le contestaron: «Ayer, a la una de la tarde, se le quitó la fiebre.»
El padre comprobó que a esa misma hora Jesús le había dicho: «Tu hijo está vivo.» Y creyó él y toda su familia.”
Esta es la segunda señal milagrosa que hizo Jesús. Vamos a analizar algunos aspectos del mismo.
En el primer siglo había en Israel círculos sociales muy diferentes para los funcionarios reales y los rabinos judíos itinerantes. De hecho, se evitaban mutuamente como si se contagiaran una peste. Pero en momentos de desesperación, hay que echar mano de medidas igualmente desesperadas, en especial si tu hijo está al borde de la muerte. Movemos cielo y tierra si hace falta. ¡O nos humillamos ante el Hacedor del cielo u de la tierra!
Este funcionario real -que probablemente reportara al mismo Herodes-, desafió el protocolo cultural al buscar verse cara a cara con aquel de quien se rumoreaba que convertía el agua en vino.
Así que se sometió a alguien sobre quien él tenía poder político.
Y es más, lo llamo Señor. Este término respetuoso, puede parecernos apenas un detalle; pero es muy significativo. Es seguro de que Jesús no habría respondido al ruego si el hombre hubiese actuado conforme a su poder político como funcionario, pues Dios no responde ante los chantajes y los sobornos, pero moverá cielo y tierra en respuesta al ruego sincero que clama ayuda, aunque el pedido proceda de un burócrata Romano perteneciente al partido político contrario, nos dice el autor del libro El ladrón de Tumbas.
El primer milagro fue molecular. El catalizador fue una reacción química que mutó las moléculas del agua, revelando que Jesús tiene señorío microscópico, sobre las partículas subatómicas. Este segundo milagro, es fisiológico y geográfico. ¡Jesús bajó esa fiebre a una distancia superior a los treinta kilómetros!
Muchos de los milagros de Jesús fueron por imposición de manos, pero este fue a larga distancia.
Así, este Segundo Milagro revelará más que su capacidad para regular el hipotálamo, que es el termostato del cerebro. Es un milagro que hace alarde de su dominio microscópico en cuanto al tiempo y al espacio.
Fue un milagro a larga distancia en tiempo real. Un milagro “en nombre de”. Jesús no envió un mensajero en código Morse. Envió la virtud Sanadora mediante ondas de sonido que al instante sanaron al hijo del funcionario real que, a semejante distancia, no podía oírle.
El catalizador de este milagro es una cita divina entre dos candidatos improbables.
Y es que cuando te cruzas con la persona correcta en el lugar indicado y en el momento preciso, y no hallas explicación a lo que sucedió, es probable que Dios lo haya armado todo.
No podemos planificar la sincronización de lo sobrenatural. De eso se ocupa Dios, pero sí has de ocuparte de ver estas cosas y aprovecharlas.
Y, cómo puedes identificar las sincronizaciones sobrenaturales? ¿Dónde está la causa y el efecto?
Si quieres estar del lado del efecto en la ecuación del milagro, un buen puesto de partida será la oración humilde pidiendo ayuda. «Señor, ten la bondad de venir antes de que muera mi hijo.»
Ahora, si quieres estar del lado de la causa, trata a las personas como las trataba Jesús, hasta el candado más seguro se abrirá y no tendrás que estar buscando oportunidades, porque vendrán a llamar a tu puerta, como pasó con el funcionario real .
Cuando el funcionario real acudió a rogar por la vida de su hijo, Jesús no le pidió una declaración de impuestos. Ni le pidió que se reiterara de la ocupación romana o cambiara las leyes de Roma. Le hizo un favor al hombre sin pedir nada a cambio; ese es el catalizador de muchos milagros.
La mayoría de los testigos oculares de ese milagro conocían de memoria toda la Torá. No puedo sino preguntarme, nos dice Mark Batterson, si se cruzó en el cerebro de esa gente el versículo 23, 23 del libro de Números: “¡Miren lo que Dios ha hecho!”.
Y es que una de las razones por las que nos cuesta creer que Dios hace milagros , es simplemente porque pensamos que está sujeto a las leyes de la naturaleza que El mismo creó e instituyó.
Nosotros solo podemos estar en un lugar a la vez, asi que nos cuesta imaginar la omnipresencia del Señor.
Este es el atributo en virtud del cual Dios está presente en todo punto del espacio con todo su ser, sin embargo actúa en forma diferente en diferentes lugares.
Debemos señalar que este entendimiento, debe llevarnos a considerar tres aspectos en particular. Primero, que al estar en todas partes, mi conducta debe honrarlo, pues estamos siempre delante de Él. Segundo, al recordar que Dios es omnipresente, podemos adorarlo en cualquier lugar. Y por último, esta convicción debe producir en nosotros una confianza de su cuidado y protección tal como lo prometió cuando dijo «…y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.(Mateo 28:20)
¡Dios puede estar con nosotros, porque está en todo lugar!
Aunque la mayoría de los milagros no suceden en la calle principal de la ciudad, sino en el sendero tortuoso y serpenteante, a unos treinta kilómetros de allí, esto nos lleva a una enseñanza que nos deja la actitud del funcionario real: si quieres un milagro, a veces tendrás que salir de tu camino y llegar bastante lejos de donde pensabas. No digo que tengas necesariamente que peregrinar hasta algún lugar sagrado, pero el error es que generalmente esperamos que el milagro venga a buscarnos. Y no es así: ¡Ve y búscalo ! Porque nuestra propia holgazanería es lo que hace muchas veces que no ocurran milagros. Tenemos que esforzarnos para estar más cerca del poder sanador de Jesús. Cientos de milagros tienen como denominador común la perseverancia en la oracion.
Quienes recibieron una respuesta no dejaron de rodear su Jericó en círculos hasta que cayeron las murallas. No oraron nada más como si dependiera de Dios; hicieron algo, como si también dependiera de ellos. No solo soñaron en grande, sino que además oraron con perseverancia. La mayoría no recibió respuesta ante el primer pedido pero siguieron orando .
Hay milagros que suceden por etapas, incluso los milagros de sanidad. Si sanas parcialmente, o tu alivio es parcial, alaba a Dios por ello, pero no te quedes con medio malogro, sigue orando por el milagro completo.
A veces dejamos que el miedo nos impida orar por un milagro, puesto que sentimos que hemos fallado si Dios no responde de la manera que deseamos. No es que fallemos porque la respuesta no es decisión nuestra. La única forma que podemos fallar es si no pedimos.
¿Creéis que Dios no nos escuche, si lo rezamos con insistencia? Nos cuestiona el Papa Francisco.
La expresión de Jesús es muy fuerte: “Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar?
“Gritar día y noche” ¡hacia Dios! Nos toca esta imagen de la oración. Pero preguntémonos: ¿por qué Dios quiere esto? ¿Él no conoce ya nuestras necesidades? ¿Qué sentido tiene “insistir” con Dios?
Esta es una buena pregunta, que nos hace profundizar en un aspecto muy importante de la fe: Dios nos invita a rezar con insistencia, no porque no sabe qué necesitamos, o porque no nos escucha. Al contrario, Él escucha siempre y conoce todo de nosotros, con amor. En nuestro camino cotidiano, especialmente en las dificultades, en la lucha contra el mal fuera y dentro de nosotros, el Señor no está lejos, está a nuestro lado; nosotros luchamos con Él al lado, y nuestra arma es precisamente la oración, que nos hace sentir su presencia junto a nosotros, su misericordia y también su ayuda».
Muchas veces cuando nos olvidamos de la fidelidad de Dios, perdemos la fe., por eso necesitamos volver a los milagros que Dios y ha obrado en nuestras vidas.
Por eso un último consejo: Cuando te pierdes, sin saber hacia dónde vas, o cuando pierdes tu fe, necesitas volver a las zarzas ardientes de tu vida.
La manera principal en la que Dios nos habla hoy es mediante su Palabra; pero en ocasiones también nos habla directamente. Hay ciertos encuentros con el Señor que podemos describir como “nuestras zarzas ardientes”; los cuales no están limitados solo para los patriarcas y pastores. Son experiencias para cualquiera, y quizás tengan las siguientes características:
- Llegan de manera inesperada. Aunque estemos orando para escuchar el mensaje de Dios, Él suele contestarnos de una manera que nos sorprende.
- Son específicas para nuestra vida. El mensaje personal de Dios es diferente para cada quien.
- Nos desafían a confiar plenamente en el Señor y a obedecerlo. Somos llamados a decidir entre obedecer o no, y la obediencia a menudo no será fácil.
- Provocarán una reacción emotiva en nosotros. Quizás seamos conmovidos de una manera impactante, y derramemos lágrimas, sintamos alivio o incluso temor.
- Tienen un efecto impactante y perdurable en nuestra vida. Si escuchamos al Señor, nuestra obediencia puede transformar nuestra vida y la de otros.
Dios está enamorado de nosotros., afirma el Papa Francisco. Creo que no haya ningún teólogo que pueda explicar esto: no se puede explicar. Sobre esto solo se puede pensar, escuchar y llorar de alegría. El Señor nos puede cambiar.
¿Y qué debemos hacer? Creer. Creer que el Señor puede cambiarme, que el Señor es poderoso: como ha hecho con ese hombre que tenía el hijo enfermo, en el Evangelio. Ese hombre creyó en la palabra que Jesús le había dado y se puso en camino. Creyó que Jesús tenía el poder de cambiar a su hijo, la salud del niño. Y venció.
La fe es dar espacio a este amor de Dios, es hacer espacio al poder, al poder de Dios, pero de que uno que es poderoso, al poder de uno que me ama, que está enamorado de mí y que quiere la alegría conmigo. Esto es la fe. Esto es creer: es hacer espacio al Señor para que venga y me cambie.”
Canción:
https://youtu.be/uHWzZXSjPf8?si=9MYp1q1gnJ-fSmAK
Tomado de:
Libro El Ladrón de Tumbas de Mark Batterson
https://www.encontacto.org/vea/sermons/nuestras-zarzas-ardientes
https://es.catholic.net/op/articulos/14344/vete-que-tu-hijo-vive.html#modal
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.