Despójense del viejo yo y revístanse del nuevo yo. Las bienaventuranzas nos ayudan a caer en la cuenta de la “inversión de valores” que Jesús introduce en nuestra vida.
Nos dice el el Papa Francisco: …”Pidamos a Jesús: “Reza por mí, Señor, Tú eres el intercesor”. Él reza por mí; reza por todos nosotros y reza con coraje porque hace ver al Padre el precio de nuestra justicia: Sus llagas. Pensemos tanto en esto y demos gracias al Señor.
Como creyentes nos toca examinar el peso que la ley tiene en nuestras vidas. Jesús no se opone a su cumplimiento, ¡faltaría más!, pero coloca las cosas en su sitio.
El llamado al discípulado no es fácil, pero la revelación bíblica nos ayuda a superar las dificultades hablándonos de un Dios que nos muestra qué significa verdaderamente ser «padre»
Jesús no nos invita a un amor abstracto, etéreo o teórico, redactado en escritorios y para discursos. El camino que nos propone es el que Él recorrió primero, el que lo hizo amar a los que lo traicionaron y juzgaron injustamente, a los que lo mataron….
Cristo vino a cambiarlo todo, a romper moldes, a renovar las leyes y los corazones. Nuestro corazón es un odre en el que debemos recoger el vino de la gracia, de la alegría de ser hijos de Dios.c
Asumir la vida de Cristo supone un cambio radical de vida, encontrarnos con su Palabra y admitir que Dios vive en nosotros. Confiar en su sabiduría y no en el conocimiento o experiencia personal.
El Señor es mi luz y mi salvación, es la defensa de mi vida y nuestro anhelo es vivir en su casa, para disfrutar de sus bondades… Y entonces armados de valor, confiemos en El.