El Señor es refugio de los oprimidos; es su baluarte en momentos de angustia. En ti confían los que conocen tu nombre, porque tú, Señor, jamás abandonas a los que te buscan. Salmo 9:9-10
Nos dice el Papa Francisco que “…la esperanza vigilante y la paciencia son dos características que definen a quienes se han encontrado con Jesús, estructurando su vida desde la confianza y la espera, consciente de que el futuro no es sólo obra de nuestras manos, sino de la preocupación providente de un Dios que es todo misericordia…
Explica que de la comparación de la fe con la semilla de mostaza se deduce que se trata de “una fe que no es soberbia ni segura de sí misma”, sino que “en su humildad siente gran necesidad de Dios” y “en su pequeñez se abandona con total confianza a Él”…
La confianza, de acuerdo el diccionario es la «seguridad o esperanza de que una persona o grupo de ellas actuarán de manera correcta en una determinada situación». Es decir, la seguridad que tenemos de que una persona no nos fallará, en el momento en que hemos puestos nuestras expectativas en ella.
No existe nada más doloroso para el alma que la traición. Siempre surge de las personas que queremos y confiamos. Es una de las experiencias más dolorosas que podemos experimentar. No importa si la traición es por parte de la pareja, de un familiar, o de un amigo. Cuando quiebran nuestra confianza, se abre una herida tan grande que tarda años en sanar, y en algunas ocasiones, esas heridas nunca se cierran.
A veces nos decepcionamos, e incluso nosotros decepcionamos a alguien con nuestro comportamiento. Pero esos pequeños errores son comprensibles, ya que se dan sin premeditación, y sin intención de dañar. Pero la traición se comete por la debilidad de quien las hace. Son acciones que se sabe que pueden dañar a la otra persona, y aun así se cometen. Existe una intencionalidad.
La primera herida que deja la traición es la desconfianza. Una vez traicionada, la persona puede empezar a desconfiar de todas las personas que le rodean. El dolor es tan intenso que no quiere volver a caer en él, y tomará todas las precauciones posibles para alejarse de ello. Para mitigar ese dolor, y no caer la desconfianza más absoluta debemos:
- Entender qué ha pasado. Es importante conocer las circunstancias en las que se produjo la traición. Debemos evaluar si existió una intención deliberada por traicionarnos o no por parte de la otra persona, porque las intenciones siempre cuentan.
- No debemos culpabilizarnos. Somos las víctimas de una traición, y nada hemos tenido que ver. La otra persona ha sido quien ha decidido comportarse tal y como lo hizo. Así que no tenemos que flagelarnos, y no asumir responsabilidades que le corresponde a la otra persona. Haz las paces contigo mismo.
- Aceptar la traición. Sí, ha ocurrido. Hemos sido traicionados. Ahora nos toca a nosotros decidir qué hacer con ella. Podemos perdonar o no. Dejar que nos dañe más o no, etc. Una vez que hemos sido traicionados debemos buscar qué queremos hacer con ese dolor. Es decir, o tratarlo o cargar siempre con él.
- Darnos tiempo. Cuando hemos sido traicionados, debemos darnos un tiempo para gestionar todo ese impacto emocional que hemos sufrido. El tiempo nos hará ver todo desde otras perspectivas, y encontrar de ese modo, las mejores salidas.
- Realizar un balance de lo ocurrido. Todos podemos fallar alguna vez. No debemos olvidar ese hecho. Lo importantes valorar la intencionalidad de la traición, y qué vamos hacer. De igual modo hay que valorar que nos ha aportado esa persona a nuestra vida, y si podemos perdonarla o no.
- Siempre opta por el perdón. Cuando digo esto, no quiero decir que sigas con la persona que te ha traicionado como si nada, ni que te olvides de lo sucedido, sino que tomes la decisión que tomes, la hagas bajo el perdón. La vida es demasiado corta para vivir con rencor. Así que, aunque no quieras seguir al lado de esa persona, perdónala y sigue tu camino. No te mereces vivir bajo el yugo de la rabia y el rencor.
Aunque la traición siempre duela y sea un trago muy amargo, no tenemos que dejar que ello nos traumatice. No nos merecemos eso. Si alguien ha optado por obrar mal, es su decisión, la nuestra debe ser salir de ello.
En la palabra de Dios, la palabra confianza significa, tener la certeza de que la presencia del Señor, es efectiva en nuestros corazones ante cualquier circunstancia. Es poseer la convicción de que podremos descansar en Él, todas nuestras cargas y salir victoriosos de esos obstáculos que se nos presentan. Y es la paz ganada, de creer que incluso en los momentos mas apremiantes de la vida, contamos con el poder del Señor, que todo lo puede y todo lo alcanza.
La confianza genuina en el Señor, se expresa entonces en una fe fortalecida, que nos da sobretodo una paz y calma inigualables para afrontar cada uno de los retos que implica el complejo trayecto de la vida.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Abril 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.