Feliz domingo mis queridos lectores. Hoy como algunos saben es un día especial, en el que se nos invita a descanso y a vivir en familia. , y además es el penúltimo domingo del mes y hace más de 20 años la Conferencia Episcopal determinó que el octavo mes del año sea dedicado al Matrimonio y la Familia. Es por eso que hoy quisiera quisiera reflexionar sobre este día como día de descanso y de vivir en familia. Para ello les pido nos ubiquemos en lo que es ahora el domingo para muchos, como nos invita a meditar el P. Fernando Pascua. Pues bien, después de seis días de trabajo, (para muchos el horario de trabajo), con el agotamiento del tráfico, de las prisas, de los roces con los compañeros y compañeras de la oficina o de la fábrica, el domingo querríamos estar todo el tiempo entre las sábanas, o tumbados en el sofá. Pero ni siquiera podemos hacer esto. Unos tienen que hacer deporte, casi obsesionados por la “condición física”. Otros salen de la ciudad, y a veces pasan varias horas en la carretera, aprisionados entre millares de coches que avanzan a paso de tortuga. Otros se quedan en casa, y descubren que tienen que arreglar mil pequeños asuntos que terminan por dejarles más cansados y más tensos. Otros, y es una enfermedad que está creciendo poco a poco, se dedican a juegos electrónicos que absorben toda la atención y que no dejan espacio para pensar en cosas mucho más importantes. Otros, peor aún, hacen el domingo el trabajo que no pudieron hacer durante la semana: no saben lo que es tomarse un poco de tiempo para descansar…
Debemos sentarnos, de vez en cuando, para reflexionar sobre lo que sea realmente importante en nuestras vidas. Entonces descubriremos, entre otras cosas, que resulta urgente rescatar el sentido del domingo, de un día dedicado a las demás cosas, a un día dedicado a Dios y a nuestra familia.
Por eso les quisiera invitar a que hoy analicemos en una actividad como comer, una de tantas otras necesidades de nuestro cuerpo que se puede satisfacer de varias maneras: a solas, como mera necesidad fisiológica; socialmente, ajustándose a las normas de la urbanidad; finalmente, en familia, como cristianos, como conviene a hijos de Dios que saben y confiesan que el Padre del cielo es quien nos da el pan nuestro de cada día.
Afirma Alfonso LLano Escobar que comer en familia es casi un sacramento, vale decir, una forma de hacer presente a Jesús resucitado en medio de nosotros. Comer en familia, al menos una vez al día ( yo les propongo para comenzar tratar de hacerlo una vez a la semana) eleva esa necesidad material de comer a un acto social y cristiano; se convierte en una sinfonía de arpegios y melodías prácticamente celestiales.
Comer en familia: No se trata ya de un acto privado y egoísta de engullir rápidamente alimentos como quien en contados minutos llena el tanque de su automóvil, sino de poner en artística ejecución a la orquesta más humana y divina que haya creado Dios: la familia. El comedor era y debería volver a serlo, el lugar más importante de la casa. El centro del hogar, que recoge bajo un mismo techo y alimenta con un mismo pan a todos los miembros de una familia. La vida moderna, con sus distancias entre oficina, colegio y hogar; sus múltiples faenas y ruidos, su caótica escala de intereses, acaba con el comedor, con la comida en familia y, lamentablemente, va acabando hasta con la familia.
Cada hogar, si quiere volver a ser tal, deberá imponerse el deber de sentarse a la mesa, por lo menos, una vez al día y, ciertamente, en fin de semana. Todos sentados al tiempo, sin afanes, sin radio ni televisión. Por supuesto, sin estar pendientes del smartphone, ni de las redes sociales o del whatsapp, sin partidos de fútbol, prensa ni revista que distraigan la atención ni el ritmo de la vida en familia. Todos sentados a la mesa aprendiendo cultura y urbanidad, oyendo las tradiciones familiares, y oyéndose mutuamente lo que cada uno hace, sufre y goza. Allí, sentados a la mesa, se deben hacer las deliberaciones y tomar las grandes y pequeñas decisiones de familia. Así, los hijos aprenden a deliberar y decidir, y a caer en la cuenta de que son importantes en la familia. La vida en familia da seguridad a los hijos, los aparta de los vicios y las malas compañías, les ayuda a despejar sus dudas religiosas y morales, les compensa las fatigas del día. Recuerden cómo fuimos educados los que ya peinamos canas. Comimos juntos y crecimos juntos. Al calor de los “viejos” bebimos tradiciones, cultura y amor. Comimos y oramos juntos antes de lanzarnos a la vida, como hombres, a cumplir la misión que nos asignó el Señor. El hogar, el dulce hogar, nos educó y nos defendió. Padres de familia: si quieren formar hijas e hijos seguros, libres de todo mal, educados y valiosos, vuelvan a comer en familia.
Oración breve para comer en familia
Gracias, Dios por esta comida. Bendice, oh Señor, estos alimentos que estamos a punto de recibir de tu generosidad por medio de Cristo nuestro Señor. … Señor, gracias por la comida que tenemos ante nosotros, gracias la familia y el amor entre nosotros. Amén.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Agosto 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.