Reflexionemos en este día en esta frase del Avemaría, “ruega por nosotros pecadores”.
En la biblia, se entiende que un ruego es una súplica que se le realiza a una divinidad para queinterceda en asuntos terrenales.
San Pablo en Hch 20, 32 ruega a Dios diciendo: “Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que tiene poder para construiros y haceros partícipes de la herencia con todos los santificados”
El mismo Jesús en Jn 17, 15, ruega al Padre: “No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal.”
Por eso en este mes de mayo dedicado a la Virgen, como nos invita el Papa Francisco, “acudamos a ella pidiendo su intercesión maternal en todas las dificultades que podemos tener en este momento… Cristo es el Mediador, el puente que atravesamos para dirigirnos al Padre (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2674). Es el único Redentor: no hay co-redentores con Cristo. Es el Mediador por excelencia, es el Mediador. Cada oración que elevamos a Dios es por Cristo, con Cristo y en Cristo y se realiza gracias a su intercesión. El Espíritu Santo extiende la mediación de Cristo a todo tiempo y todo lugar: no hay otro nombre en el que podamos ser salvados (cf. Hch 4,12). Jesucristo: el único Mediador entre Dios y los hombres.
De la única mediación de Cristo toman sentido y valor las otras referencias que el cristianismo encuentra para su oración y su devoción, en primer lugar a la Virgen María, la Madre de Jesús.
Ella ocupa en la vida y, por tanto, también en la oración del cristiano un lugar privilegiado, porque es la Madre de Jesús.
Pues bien, comencemos reflexionando en nuestra actitud con nuestra mamá, ¿a quién se dirige un niño pequeño cuando quiere que se le perdone por alguna “trastada” que acaba de cometer? No hay ninguna duda. Primero, a su madre, ¡claro! El sabe que ella le quiere con locura. Que a pesar de la regañina justa y necesaria para hacerle mejor persona, mejor hijo de Dios, ella le perdonará, y le ofrecerá su ayuda para corregirse y luchar contra las tentaciones que le acompañarán toda la vida. De hecho, como dice la canción, una madre no se cansa de esperar: “Aunque el hijo se alejara del hogar/una madre siempre espera su regreso/ que el regalo más hermoso que a los hijos da el Señor/ es su Madre y el milagro de su amor…”.
Todas las madres son excepcionales, especiales y con un sinfín de cualidades que las hace tan amadas y ser ese centro de cada hogar. Así fue también la Virgen María, que con su “hágase en mí según tu palabra (Lc. 1, 38), se convirtió en la madre del Salvador, para todos los creyente
Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa. (Jn. 19, 25-27).
En ese momento el Apóstol San Juan representaba a toda la humanidad, sobre todo a los seres humanos que queremos ser como San Juan: fieles seguidores de Jesús y de María. Jesús le dijo: ahí tienes a tu Madre. Y a la Virgen le dijo: Ahí tienes a tu hijo.
María es nuestra Madre del Cielo. Ella nos cuida más y mejor que nuestra mamá de la tierra. Como buena mamá, se ocupa de las cosas grandes y de las pequeñas, de lo importante y de lo menos importante.
Nos enseña a reconocer nuestra pequeñez en la presencia de Dios; nos invita a moderar el apetito desordenado de la propia excelencia, a remover la soberbia y la vanagloria que obstaculizan la gracia, con el objetivo de hacer fructificar los talentos que el Señor nos ha concedido (Mt 25,14).
Nadie como Ella conoce mejor nuestros corazones y sabe comprender nuestras palabras y gestos para presentárselas al Señor con una sonrisa cómplice de la que se sabe Mediadora de todas las gracias. Y ante nuestras vacilaciones, penas e imperfecciones nos susurra al oído: “No pasa nada, ven conmigo. Yo te acompáñame y te enseñaré el camino”.
Y, en los “momentos de cansancio, de desilusión, de amargura por las dificultades de la vida, por las derrotas sufridas, por la falta de ayudas y de modelos, por la soledad que lleva a la desconfianza y a la depresión, por la incertidumbre del futuro”, llena de amor por nosotros nos coge de la mano y “nos ayuda, nos exhorta, nos indica con su espiritualidad dónde están la luz y la fuerza para proseguir el camino de la vida. Siendo todavía joven, el padre Maximiliano Kolbe escribía desde Roma a su madre: «¡Cuántas veces en la vida, pero especialmente en los momentos más importantes, he experimentado la protección especial de la Inmaculada…!”
Por todo esto que nuestro ruego hoy a nuestra Mamá María, sea,“ruega por nosotros pecadores”.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.
Bibliografía:
Primera referencia
Segunda referencia
Tercera Referencia