- Jl 2, 12-18
- Sal 50
- 2 Cor 5, 20-6,2
- Mt 6, 1-6. 16-18
Hoy miércoles de ceniza iniciamos un tiempo de Gracia. Con la imposición de la ceniza, se nos invita a tener memoria y conciencia de nuestra precariedad y pequeñez. No somos más que polvo, manifestación de la efímero de la vida; reconocemos nuestros desaciertos para enmendarlos.
En Cuaresma, tiempo propicio para la revisión de vida personal familiar comunitaria y eclesial; las prácticas propias: ayuno, oración y limosna que vividas con sinceridad, nos permiten volver a nuestro centro en Dios, sin dobles intenciones y a conducirnos en libertad, anhelando la transformación de nuestra vida y de nuestras relaciones.
La liturgia de la palabra nos permitirá, comprender el significado más profundo de las prácticas propias de este tiempo: Con la proclamación del ayuno se confiesa abiertamente al Dios compasivo y misericordioso. De igual forma, a ver este ayuno, no como penitencia que traiga consigo el dolor y el castigo, sino como una expresión de la presencia del Padre que ve lo secreto, mira nuestro corazón, y nos otorga un tiempo favorable, un día de salvación.
El profeta Joel, ante la desesperada situación en que ha quedado Israel, tras sufrir una terrible plaga de langostas que lo había destruido todo: “…rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos; y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor que se arrepiente del castigo.” Como vemos, hace una llamada profunda a la conversión, y los ritos penitenciales que tienen sentido si se convierten en un auténtico sentir del espíritu, que proclama una vuelta al Dios creador de todo y cuya misericordia nos facilita la salvación.
El verdadero sacrificio se fragua en el corazón por medio de la fe y la conversión. Unidos a Cristo, acompañándole por el camino de la Cruz para alcanzar la plenitud verdadera.
¿Estamos dispuestos a una verdadera y auténtica conversión?
Joel finaliza este relato con un grito a la esperanza, pues Dios, en su infinita misericordia, perdonó a su pueblo y restauró todo lo que se había perdido por la plaga.
San Pablo nos anima a que nos dejemos reconciliar con Dios, ya que para eso, para facilitárnoslo, Cristo fue capaz de cargar con nuestras culpas, es decir, Dios hizo pecado al que no conocía el pecado, para que por Él llegáramos a ser justicia de Dios.
“No echar en saco roto la Gracia de Dios”. O sea, nos está invitando a que no despreciemos la gracia que Dios nos pone a nuestro alcance, pues es tanto el amor que nos tiene, que quiere que todos los hombres se salven, y para eso Jesús no desechó el ambiente corrompido causado por los pecados del hombre, sino al contrario, desde ese ambiente facilitó que el Padre nos liberara de la carga del pecado, incluso a costa de su propia vida, que entregó voluntariamente por nosotros, como muestra palpable de su inmenso amor hacia la humanidad.
El salmo 50 es un canto a la misericordia de Dios, solicitando el perdón y reconociendo la culpa e invocando a la conversión, solicitando a Dios un corazón puro y una renovación interior completa.
A Ti, Señor, vengo con fe y confianza, sabiendo que nuca rechazas a tus hijos cuando vuelven a Ti con dolor en el corazón. Hazme sentirme limpia, perdonada, aceptada. Dame tu paz, tu pureza y tu firmeza; dame tu Espíritu.
Jesús en el Evangelio nos habla de tres pilares esenciales: la limosna, la oración y el ayuno, pero nos advierte de algo muy importante: no hacer las cosas solo para que los demás nos vean.
Es fácil buscar el reconocimiento en lo que hacemos. Nos gusta que nos feliciten cuando ayudamos a alguien, que nos digan lo buenos que somos cuando nos sacrificamos por otros, o que nos valoren cuando hacemos un esfuerzo. Y claro, es natural querer sentirnos apreciados, pero Jesús nos invita a mirar más allá. Nos dice que la verdadera recompensa no está en el aplauso de la gente, sino en la relación secreta y sincera con Dios.
“Con sus invitaciones a la conversión, afirma el Papa Francisco, la Cuaresma viene providencialmente a despertarnos, a sacudirnos del torpor, del riesgo de seguir adelante por inercia. La exhortación que el Señor nos dirige por medio del profeta Joel es fuerte y clara: «Convertíos a mí de todo corazón» (Jl 2, 12). ¿Por qué debemos volver a Dios? Porque algo no está bien en nosotros, no está bien en la sociedad, en la Iglesia, y necesitamos cambiar, dar un viraje. Y esto se llama tener necesidad de convertirnos. Una vez más la Cuaresma nos dirige su llamamiento profético, para recordarnos que es posible realizar algo nuevo en nosotros mismos y a nuestro alrededor, sencillamente porque Dios es fiel, es siempre fiel, porque no puede negarse a sí mismo, sigue siendo rico en bondad y misericordia, y está siempre dispuesto a perdonar y recomenzar de nuevo. Con esa confianza filial, pongámonos en camino.”
Tomado de:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- Diario Bíblico 2025. Misioneros Claretianos.
- Libro Busco Tu Rostro, autor Carlos G. Vallés.
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2014/documents/papa-francesco_20140305_omelia-ceneri.html#
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2025/03/05/que-todo-sea-verdad/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes Marzo “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?” (Lc 6, 41) https://ciudadnueva.com.ar/marzo-2025/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Marzo 2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.