- Col 2, 6,15
- Sal 144
- Lc 6, 12-19
La liturgia nos habla hoy de la importancia de la oración antes de tomar cualquier decisión de vida, así nos aseguramos de tomarlas guiados por los criterios del Señor y no del mundo.
En la primera carta san Pablo les pide a los Colosenses que vivan en Cristo Jesús, que se arriesguen en El, se apoyen en la fe que les ha enseñado y que den gracias continuamente. Estos son los fundamentos de la oración, y con ello asegurarnos de una contención contra las falsas teorías y vanas deducciones que nos propone el mundo.
Todos sabemos que ser cristianos es una exigencia y no se nos hace fácil siempre actuar como cristianos; pero a pesar de todo cada día, también cuando es duro serlo, hemos de agradecer a Dios que, a través las diversas mediaciones, seamos cristianos, y ello nos lleva a que nos invita el Salmista, bendecir y alabar su nombre día tras día, pues El es clemente y misericordioso, es bueno y cariñoso con todos.
En el texto del evangelio, nos lleva a reflexionar en la importancia de la oración. Nos indica que la elección de los doce apóstoles —decisión central para la vida futura de la Iglesia— fue precedida por toda una noche de oración de Jesús, en soledad, ante Dios, su Padre.
Y podríamos preguntarnos ¿Cómo era la oración del Señor? La respuesta, de lo que se desprende de su vida, es que debía ser una plegaria llena de confianza en el Padre, de total abandono a su voluntad —«no busco hacer mi propia voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 5,30)—, de manifiesta unión a su obra de salvación. Sólo desde esta profunda, larga y constante oración, sostenida siempre por la acción del Espíritu Santo que, ya presente en el momento de su Encarnación, había descendido sobre Jesús en su Bautismo; sólo así, el Señor podía obtener la fuerza y la luz necesarias para continuar su misión de obediencia al Padre para cumplir su obra vicaria de salvación de los hombres.
A la mañana siguiente, continua la narrativa del texto evangélico, llamó a doce de entre el grupo de los discípulos para instituirlos con pleno poder como sus apóstoles: los doce apóstoles de Jesús. Inmediatamente y sin apenas darles tiempo para pensar y mucho menos para felicitarse así mismos bajaron de la montaña para encontrarse con un grupo grande de discípulos y gente sencilla del pueblo.
Era la hora de ponerse manos a la obra. Jesús había venido a curar y a salvar a una humanidad herida y perdida. Ahora por fin podía contar con la ayuda de unos compañeros de fatigas.
Es muy interesante esta imagen de Jesús llamando uno a uno a sus apóstoles, a cada uno por su nombre y confiándoles este tesoro que no es otra cosa sino su sagrada misión: el hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por todos.
«Es hermoso, afirmaba el Papa Benedicto XVI, que en el grupo de sus seguidores, todos, a pesar de ser diferentes, convivían juntos, superando las imaginables dificultades: de hecho, Jesús mismo es el motivo de cohesión, en el que todos se encuentran unidos»
Para eso está la Iglesia en el mundo, para que todos los hombres, sean de donde sean, puedan tener esta experiencia. La comunidad discipular acompaña, aprende, se sensibiliza y es continuadora de la misión de Jesús.
Impresiona también, contemplar a Jesús y aquella multitud que le buscaba para encontrar en el el perdón la salud y la paz. Y cómo toda la gente trataba de tocarlo. Imaginemos la escena porque es conmovedora, la gente agolpándose precipitadamente hacia Jesús con la certeza de que ninguno quedaría excluido de su amor, porque salía de El una fuerza que los curaba a todos.
Como dice san Pablo en la primera lectura, todos estamos llamados a volver a nacer, a vivir la vida nueva que recibimos en el bautismo en el que nos vivificó con él, y nos perdonó todos los pecados y por eso llevamos esa fuerza sanadora de Jesús que renace siempre vamos unidos a él, arraigados y edificados en El, afianzados en la fe que nos enseñaron, y rebosando agradecimiento.
Por eso sigamos orando como nos lo pidió el Papa Francisco, por el Jubileo 2025, Peregrinos de Esperanza:
Señor, Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y La Paz de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén.
Tomado de:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- Diario Bíblico 2025. Misioneros Claretianos.
- https://www.iubilaeum2025.va/es/giubileo-2025/preghiera.html
- https://evangeli.net/evangelio/dia/2025-09-09
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2025/09/09/el-que-no-vive-para-servir-no-sirve-para-vivir/
Palabra de Vida Mes Setiembre: “Alégrense conmigo porque he encontrado la oveja que se me había perdido” (Lc 15, 6) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Setiembre 2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.