- Hch 18, 1-8
- Sal 97
- Jn16, 16-20
En este mes que recordamos a la Virgen María y todavía estamos en la celebración la Pascua, la liturgia nos invita a dejarnos contagiar de la filiación divina, o sea de esa relación intima que debemos tener con Dios, basada en la confianza, en cuanto que de Él procede como primer principio y a Él se asemeja y que convierte cualquier tristeza en alegría.
Lo vemos en San Pablo para quien no siempre tuvo éxito en su predicación, como le sucedió con los judíos en Corinto, según acabamos de leer.
¿No nos recuerda esto la forma de actuar de los judíos con Jesús, con Pablo y con tantos evangelizadores de Corinto, de Roma y de cualquiera, o muchas partes del mundo. Las sociedades, sobre todo entre presuntos fieles seguidores de Jesús, se oponen a aceptar otras formas de dar culto a Dios. ¿Cuántas veces hemos oído: “siempre se hizo así”? ¿Nos suena?
El mundo nos propone como la verdadera fuente de la felicidad un mundo sin Dios, en donde cada uno puede regir su vida como mejor le parezca. Los cristianos, por el contrario, hemos entendido que la vida sin Dios es caos, destrucción, angustia y soledad. Por ello la lucha en nuestro corazón continúa, pues no faltan las invitaciones a vivir, si no toda nuestra vida, sí muchas situaciones particulares (fiestas, negocios, relaciones en el noviazgo o el matrimonio, etc.) al margen de Dios.
San Pablo, nos sirve de ejemplo, pues a pesar de los insultas y que lo contradecía, esto lo amedrentó, se dedicó a predicar a los paganos y muchos creyeron y se bautizaron, experimentando seguramente una gran alegría al sentirse instrumento útil en las manos del Señor.
Por eso en los albores de Pentecostés me permitiré una pequeña meditación sobre el don de la fortaleza. Quizás nunca como hoy la virtud moral de la fortaleza tiene necesidad de ser sostenida por el homónimo don del Espíritu Santo. El don de la fortaleza es un impulso sobrenatural, que da vigor al alma no sólo en momentos dramáticos como el del martirio, sino también en las habituales condiciones de dificultad: en la lucha por permanecer coherentes con los propios principios; en el soportar ofensas y ataques injustos; en la perseverancia valiente, incluso entre incomprensiones y hostilidades, en el camino de la verdad y de la honradez.
Puede que nosotros estemos también un poco desorientados ante el desarrollo de la vida de Jesús, su muerte y posterior resurrección. Puede que estemos esperando un nuevo Pentecostés personal que nos aclare las dudas. Vana esperanza: el Espíritu Santo ha venido ya, y sigue viniendo, solo nos falta abrir los ojos del alma, mirar dentro de nosotros y allí encontrarlo. Solo tras este encuentro llegaremos a reconocer al Dios que nos habita y que nada tiene que darnos porque ya nos lo dio todo.
Y aunque la misma inquietud de los primeros discípulos, que se expresa profundamente en las palabras de Jesús, de la que nos habla el texto del evangelio: “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”, concentra la tensión de nuestras inquietudes de fe, de búsqueda de Dios en nuestra vida cotidiana y que los cristianos de hoy sentimos la misma urgencia que los cristianos del primer siglo; queremos ver a Jesús, por tanto, necesitamos experimentar su presencia en medio de nosotros, para reforzar nuestra fe, esperanza y caridad, por esto, nos provoca tristeza pensar que Él no esté entre nosotros, que no podamos sentir y tocar su presencia, sentir y escuchar su palabra; esta tristeza se transforma en alegría profunda cuando experimentamos su presencia segura entre nosotros. Esta presencia, así nos lo recordaba San Juan Pablo II en su última Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia, se concreta —específicamente— en la Eucaristía: «La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: ‘He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’ (Mt 28,20). (…) La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo, “misterio de luz”. Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús: ‘Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron’ (Lc 24,31)».
Con la Oración Colecta, pidamos al Señor que nos conceda vivir perpetuamente llenos de gozo por la Resurrección del Señor.
Textos Consultados:
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=09-05-2024
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2024/05/09/ven-espiritu-santo-fuente-de-alegria-y-consuelo/
- https://evangeli.net/evangelio/dia/III_55#:~:text=No%20os%20dejar%C3%A9%20hu%C3%A9rfanos%2C%20dice,poco%20me%20volver%C3%A9is%20a%20ver%C2%BB.
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes de Mayo 2024. “Quien no ama, no ha conocido a Dios porque Dios es Amor.” 1Jn 4, 8
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.