- Gen 3, 9-15
- Sal 129
- 2 Cor 4, 13- 5, 1
- Mc 3, 20-35
Hoy la liturgia nos invita a intentar vivir de manera que los demás puedan descubrir a la familia que perteneces, a la familia de Jesús. Para ello hemos de hacer un recorrido espiritual a través de las lecturas, por nuestra naturaleza pecadora y cómo con la Obediencia Jesús nos redimió y su Gracia nos lleva a la conversión, para liberados poder ser parte de la familia de Jesús.
Hemos escuchado cómo relata el libro del Génesis las primeras consecuencias del Pecado Original, cuando Adán y Eva comieron del fruto del árbol prohibido. Primero Adán se ve desnudo y siente vergüenza de sí mismo. Después, cuando Dios le pregunta, él le echa la culpa a Eva y ésta se la echa a la serpiente.
Sin embargo, Jesús ha desandado el camino que el hombre anduvo en el pecado; frente a la desobediencia de Adán, Cristo, nuevo Adán, ha sido obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Frente a la acusación autoexculpatoria de Adán, que señala a Eva por su propia caída: “la mujer que me diste por esposa, me dió de comer “. Jesús, en el colmo del amor, ha amado hasta el extremo a su esposa, la Iglesia, y ha derramado su sangre por ella, para purificarla de sus pecados.
Es esta obediencia hasta la muerte y este amor hasta el extremo, el modo como Jesús ha redimido al hombre de su pecado, lo ha salvado del dominio de Satanás, principe de este mundo. Ha llegado su final.
Proclamando el salmo 129, nosotros, junto al salmista, nos ponemos en manos de Dios con un corazón arrepentido, confiando en que perdonará nuestros pecados.
San Pablo, en su segunda carta a los Corintios, nos habla de la conversión interior. Mientras vamos viendo cómo nuestra dimensión física va envejeciendo y «desmoronándose», nuestra dimensión espiritual va madurando conforme a la fe que profesamos, con la ayuda de la indispensable gracia divina.
San Marcos nos narra tres episodios que ocurrieron cuando Jesús predicaba y curaba en la casa de Simón Pedro y su hermano Andrés, en Cafarnaúm. Primero vinieron unos familiares a llevárselo, pues creían que estaba loco. El Papa Francisco nos explica que “Él se mostró tan disponible para la gente, sobre todo para los enfermos y pecadores, hasta el punto de que ya ni siquiera tenía tiempo para comer. Estaba para la gente. No tenía tiempo ni siquiera para comer. Sus familiares, por lo tanto, habían decidido llevarlo de nuevo a Nazaret, a casa…
Después llegaron unos escribas acusándole de actuar con el poder de Belcebú (el jefe de los demonios). Entonces Jesús pone de manifiesto lo absurdo de este razonamiento: “¿Acaso puede estar Satanás contra Satanás?” y aprovecha para explicar de manera implícita que si Satanás es el fuerte que ata y retiene; Él, Jesús, es el más fuerte que viene a atar a Satanás y a liberar a aquellos que estaban sometidos a él. Esto es lo que experimentamos los cristianos cuando dejamos que Dios entre en nuestra vida. Somos liberados, no solo perdonados del pecado, sino liberados del poder de aquel que nos tenía retenidos. Es el poder del Espíritu Santo, al que se refiere San Pablo, en la segundo lectura como “espíritu de fortaleza y valentía”, un espíritu de libertad que nos hace capaces de llevar a término el plan de Dios para cada uno de nosotros.
Y, por último, Jesús en el evangelio, con palabras que aparentemente trata con cierta frialdad a su madre, cuando responde a aquellos que le avisan de que ella y sus parientes están fuera y le llaman, nos terminan de hacer aún más explícito este mensaje. La madre y los hermanos de Jesús son todos aquellos que cumplen la voluntad de su Padre del cielo. Si es dichosa Maria, y así lo es, es precisamente por haber creído, como dijo Isabel en la visita de María: “Dichosa tú que has creído”. María es dichosa porque ha vencido a la serpiente, ha pisado su cabeza, con su obediencia. Ha abierto las puertas de la redención de los hombres. Dejemos que Dios actúe en nuestra vida liberándonos y dándonos la auténtica libertad que consiste en vivir a la escucha y obedientes de la palabra de Dios, que nos revela su plan de salvación para nosotros.
La fuerte atracción de Jesús supone no pocas incomodidades para quienes están próximos a su persona ante los requerimientos de quienes lo siguen y buscan de Él la potencia de vida en los signos y en sus palabras.
Palabra de Vida Mes de junio “El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o que se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo” (Marcos 4, 26 – 27)
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.