- Is 35, 4-7a
- Sal 145
- Stgo 2, 1-5
- Mc 7, 31-37
La liturgia de este día nos invita a abrir los oídos para escuchar y acoger la Palabra (el pueblo de Israel era consciente de que la fe llegaba por el oído); pero también a pronunciar con los labios y con acciones la riqueza de nuestra fe. Este doble e inseparable movimiento, de acogida interior y de anuncio a los demás, configura nuestra vida como discípulos. ¡La Buena Noticia, recibida y contagiada a otros, sigue teniendo fuerza y fuego!.
”Él viene en persona y os salva”. El gran Isaías pronuncia esta palabra de esperanza en un momento de mucha dificultad e incertidumbre: cuando Israel, esclavo, se siente cobarde, ciego, sordo, paralítico y mudo. Cuando ha dejado de ser pueblo y ha perdido todas sus expectativas. ¿Alguna vez nos hemos encontrado también así? Se notan dejados de Dios, y piensan que ha huido de ellos a causa de sus propias culpas; pero también se experimentan alejados los unos de los otros… Las circunstancias les han encerrado, pero ellos deciden bloquearse aún más. Es una actitud de aparente defensa que termina haciendo daño. El profeta anuncia ahí lo imposible: aquí está Dios, viene en persona con el único fin de salvar… Cuando todo parece hundirse a nuestro alrededor, necesitamos escuchar y sentir que este es el momento de Dios. Que Él nos quiere vivos, humanos, dignos, tan grandes como nos ha creado. Las situaciones dramáticas con las que nos toca convivir y que nos empequeñecen no tienen la última palabra en nuestra historia: Dios viene en persona para salvarnos.
“Abre el Señor los ojos a los ciegos y alivia al agobiado, nos dice el Salmista. Con ello nos invita a descubrir la inmensa riqueza de Dios, en la persona de Cristo hecho hombre.
El Apóstol Santiago, en la segunda lectura, nos dice que debemos evitar el favoritismo. En la iglesia de Cristo no hay lugar para el favoritismo. Dice: “Hermanos míos, que vuestra fe… sea sin acepción de personas”. Aquí hay un mandato: vuestra fe sea sin acepción de personas. Es un mandamiento, no es una opción.
Es el mandato de no mirar con agrado al rico por ser rico, por su apariencia externa, y mirar con desagrado al pobre por ser pobre. Dios no hace acepción de personas correctamente entendido. Romanos 2:11 “porque no hay acepción de personas para con Dios”
Debemos tratar a los pobres con amor y el respeto. ¿A qué pobres? No solo a los pobres económicamente sino también a los pobres en personalidad: el aburrido, el introvertido, el tímido, etc. Pero también a los pobres intelectualmente: el lento para aprender, el no educado. Y a los pobres en el cuerpo: los viejitos, los calvos, los obesos, etc. Esto tiene un sinnúmero de aplicaciones.
Nos invita el Papa Francisco explicando el texto del evangelio a que “pensemos en el hecho de que en el bautismo el celebrante dice, tocando las orejas y los labios del bautizado: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar los mudos, te conceda de escuchar pronto su Palabra, y de proclamar tu fe”. Y hemos oído el prodigio de Jesús.
El evangelista Marco se toma mucho tiempo para describir dónde tuvo lugar: “hacia el mar de Galilea. ¿Qué es lo que aúne estos territorios? Estar principalmente habitada por paganos. No era un territorio habitado por israelitas, sobre todo de paganos. Es Jesús y los discípulos con Él, capaz de abrir los oídos y la boca. El fenómeno del mutismo y sordera en la Biblia es sobre todo metafórico y designa el cierre a las llamadas de Dios. Hay una sordera física, pero en la Biblia, el que es sordo a la Palabra de Dios, es mudo que no habla la Palabra de Dios.
Otro signo es indicativo: el Evangelio relata la palabra decisiva de Jesús en arameo. “Effetá”, que significa “ábrete”, que se abran los oídos y que se abra la lengua, y no se trata tanto de una invitación dirigida al sordomudo, que no podía oírla, sino precisamente a los discípulos de aquel tiempo y de todos los tiempos. También nosotros, que hemos recibido la effetá del Espíritu en el bautismo, estamos llamados a abrirnos.
“Ábrete”, dice Jesús a cada creyente y a su Iglesia: ¡ábrete porqué el mensaje del Evangelio te necesita para ser testimoniado y anunciado! Y esto, nos hace pensar también en la actitud de un cristiano. Un cristiano debe ser abierto a la Palabra de Dios y al servicio de los otros. Los cristianos cerrados terminan mal siempre, porque no son cristianos, son ideólogos. Ideólogos de la clausura. Un cristiano debe ser abierto, en el anuncio de la Palabra, en la acogida de los hermanos y hermanas. Por eso, este Effetá, este “ábrete”, es una invitación también para todos nosotros. “
Palabra de Vida Mes de Setiembre. “Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos” (Santiago 1,22) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Setiembre 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.