https://youtu.be/RXDZPhg6gRo?si=kb7WUUfea8fUmDkP
- Jon 4, 1-11
- Sal 85
- Lc 11, 1-4
Hoy la liturgia nos invita a reflexionar acerca de la Misericordia del Señor y el perdón Divino y cómo los seres humanos a menudo tienen dificultad para abrazar y reflejar estas cualidades, ya sea mediante la ira de Jonás contra los ninivitas o la necesidad de los discípulos de que Jesús les enseñe a orar.
En la primera lectura, al profeta Jonás, no parece que le haya dejado satisfecho, más bien al contrario el haber obedecido al Señor. Dios se muestra cercano y paciente con Jonás pues sabe que la lección más importante no la ha aprendido. La conversión del profeta sigue pendiente. Jonás obedece, aunque no ama, por eso no puede alegrarse del perdón que Dios otorga a Nínive.
Su corazón ha de conmoverse por algo que parece insignificante: se marchita la planta de ricino que le cobija y refresca su choza. En ello encuentra otro motivo para insistir en su enfado y el Señor lo aprovecha para mover su corazón: Si tú, Jonás, sientes compasión por esta planta que no has cultivado ni regado ni cuidado ¿no voy a tener yo compasión por esta ciudad y por sus habitantes? (cf. Jon 3, 10)
La medida de nuestra resistencia a dejarnos mover y conmover por el amor de Dios guarda un paralelismo perfecto con nuestros resistentes ‘cumplimientos’ y con nuestra pobre experiencia del perdón.
Ten piedad de mí, Señor, y alegra mi alma, le hemos pedido con el Salmista. Guíame en las decisiones importantes de mi vida y guía cada uno de mis pasos para que el caminar sea recto y me lleve en definitiva hacia ti porque tu Señor eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.
En el texto del evangelio, los apóstoles le piden al Señor que les enseñe a orar. Es una petición valiente que, de por sí, ya es una oración. Rezar es hablar con Dios. Pero, ¿cómo hablar con Quien nos trasciende totalmente? Sólo el mismo Dios podía enseñarnos a hacerlo.
En el Misal la invitación tradicional al Padrenuestro, dentro de las distintas fórmulas posibles, dice: “Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir”. Fijémonos en esas palabras. Por una parte decimos “nos atrevemos”. ¿Cómo llamar Padre a Dios si el mismo Dios no nos autoriza a hacerlo? Aún así, cuando esa palabra sale de nuestra boca y es dicha verdaderamente en nuestro corazón, sentimos que hay algo de osadía en ello. Pero Jesús nos ha dicho que debemos orar de esa manera. Y por eso se dice que somos fieles a lo que Él nos ha recomendado.
Por tanto, podemos decir que Jesús nos invita a introducirnos en el coloquio que mantiene con su Padre. Si lo pensamos un poco caemos en la cuenta de que eso es posible porque se nos da también la condición de hijos. Por eso cuando lo llamamos “Padre” no utilizamos un lenguaje metafórico sino verdadero. Somos hijos, por gracia, y por eso podemos hablar como lo hace cualquier hijo con su progenitor.
Vemos enseguida que la oración, según Jesús, es un trato del tipo “padre-hijo”. Es decir, es un asunto familiar basado en una relación de familiaridad y amor. La imagen de Dios como padre nos habla de una relación basada en el afecto y en la intimidad, y no de poder y autoridad.
Afirmaba el Papa Francisco que “…caada vez que decimos Padrenuestro, reiteramos que la palabra Padre no puede ir sin decir nuestro. Unidos en la oración de Jesús, nos unimos también en su experiencia de amor y de intercesión que nos lleva a decir: Padre mío y Padre vuestro, Dios mío y Dios vuestro. Es la invitación a que lo “mío” se transforme en nuestro y lo nuestro se haga oración”.
La Iglesia venera esta oración que nace del mismo corazón de Jesús y que nos han transmitido los apóstoles. No debemos preocuparnos por las muchas palabras, ni por hacer frases muy acabadas o bonitas. Lo que Dios mira es la pureza de nuestro corazón. Además, basta meditar un poco sobre la oración dominical para darnos cuenta de que en ella se nos abre directamente el acceso a Dios. Nos recibe directamente: como un padre a sus hijos. Es así porque somos hijos en el Hijo.
Reaprendamos a orar con el Padrenuestro y crezcamos en nuestra espiritualidad, y oremos como nos lo pidió el Papa Francisco por el Jubileo 2025, Peregrinos de Esperanza:
Señor, Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y La Paz de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén.
Tomado de:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- Diario Bíblico 2025. Misioneros Claretianos.
- Libro Busco Tu Rostro, autor Carlos G. Vallés
- https://www.iubilaeum2025.va/es/giubileo-2025/preghiera.html
- https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2019-05/papa-francisco-viaje-apostolico-romania-padre-nuestro.html
- https://evangeli.net/evangelio/dia/2025-10-08
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2025/10/08/participar-en-el-coloquio-de-dios-3/
Palabra de Vida Mes Octubre “Mi auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra” (Sal 121, 2) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Octubre 2025 2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.