https://youtu.be/l9WpN-ijkNU
- Hch 13, 44-52
- Sal 07
- Jn 14, 7-14
“Pueblo redimido por Dios, anuncia las maravillas del Señor, que te llamó de las tinieblas a su luz admirable”, nos dice la Antífona, tomada de 1 Pe 2,9; y con ella la liturgia de hoy nos hace un vehemente llamado a compartir la Buena Nueva a todos.
Esto aunque a veces, tengamos dificultades, como lo vemos en el texto que acabamos de leer de los Hechos de los Apóstoles, en el que nos muestra que el mensaje de salvación que debía ser para los judíos, algo que consta en todo el NT, “a vosotros había que anunciaros antes que a nadie la Palabra de Dios…” va extendiéndose a aquellos venidos de la gentilidad que, con corazón sincero, escuchan la predicación de estos misioneros; pero los judíos no aceptan el hecho y consiguen la adhesión de gente importante. Visto lo cual, Pablo y Bernabé, habiéndose sacudido las sandalias, se fueron a Iconio.
Nuestros tiempos también son un poco oscuros. Dios se ve marginado por lo inmediato o la pura inmaterialidad. No faltan desprecios y ataques, más o menos larvados, a todo lo que suene a Dios. Es el momento en que, como cristianos, hemos de testimoniar con valentía nuestra fe, como lo hicieron Bernabé y Pablo. No se desanimaron ante la actitud de los judíos que consiguen expulsarlos de la ciudad. Ellos se mantuvieron fieles y siguieron predicando. Pensemos que el futuro de Jesús en el mundo está en nosotros. Solo con la fuerza de su Espíritu conseguiremos que la salvación llegue a todos.
En el evangelio el Señor continúa guiándonos en este camino de anunciar al Señor y afirma:“En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago”.
La fe sin obras es una fe muerta… o muy mal herida. Las obras de Dios no tienen nada que ver con el activismo. Obra tanto, o más, que una persona que se apunta a cada actividad que se propone como el enfermo que ofrece su debilidad desde la cama, la señora que se pasa un rato rezando en la Iglesia mientras acompaña al Señor cuando no hay nadie o el joven que ofrece su estudio por la Iglesia y por la humanidad. Pero ciertamente en la Iglesia no somos seres pasivos, que miramos a ver qué hace el Señor. Al igual que Jesús hace las obras del Padre pues el Padre y Jesús son uno, nosotros actuamos porque permanecemos en Cristo, somos su cuerpo. Las obras que Cristo hace no son obras “estrictamente parroquiales”. Toda actividad humana noble puede hacerse en Cristo. Cuidar tu familia, un trabajo honrado, un rato de descanso, hacer deporte…, lo que se te ocurra puede hacerse impregnado de la caridad de Cristo. También hacen falta, por supuesto, catequistas, colaboradores en las parroquias, en las Diócesis y en el gobierno de la Iglesia, pero no es más cristiana la labor de un secretario de un dicasterio pontificio para la conservación del césped que la tarea de una madre que ayuda a su hijo a hacer los deberes del colegio.
Los cristianos no hacemos cosas, sino que vivimos en Cristo. El peligro -ya sea en sacerdotes o laicos-, es hacer de la fe una actividad y no toda nuestra vida. Tristemente muchas veces ves a familias que se juntan a comer en un restaurante y cada uno está con su teléfono móvil…. En la misma mesa, pero muy separados unos de otros. Tampoco nosotros podemos estar con Cristo, pero nuestro corazón y nuestros ojos en otra cosa. No permitas Señor que me aparte de ti.
Por eso, como nos explica el Papa Francisco, cuando uno de los discípulos de Jesús le preguntó: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”, el Maestro respondió: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. La invitación del Señor a encontrarse con Él se dirige a cada uno de ustedes, en cualquier lugar o situación en que se encuentre. Basta «tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él. Todos somos pecadores, necesitados de ser purificados por el Señor. Pero basta dar un pequeño paso hacia Jesús para descubrir que Él nos espera siempre con los brazos abiertos, sobre todo en el Sacramento de la Reconciliación, ocasión privilegiada para encontrar la misericordia divina que purifica y recrea nuestros corazones.”
En estas líneas del texto de San Juan, Jesús revela el misterio más profundo de toda la existencia cristiana: La realidad de la Santísima Trinidad. Jesús en el Padre y el Padre en Jesús, pero lo más asombroso es que, con la fe en este misterio, aceptando que Jesús es realmente Dios, consustancial con el Padre, podemos nosotros hacer obras incluso mayores a las que él hizo.
Terminamos esta reflexión con la Aclamación antes del Evangelio (Jn 8, 31,32) “Si se mantienen fieles a mi palabra, dice el Señr, serán verdaderamente discípulos míos y conocerán la verdad.” Aleluya!
¡Felices Pascuas de Resurrección”.
Bibliografía:
- Folleto la Misa de Cada Día
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2023/05/06/las-obras/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/
- https://es.catholic.net/op/articulos/16223/cat/566/todo-lo-que-pidan-en-mi-nombre-yo-lo-hare.html#modal
Palabra de Vida Mes de Mayo 2023
“ Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos.” (Romanos 12, 10) https://ciudadnueva.com.ar/wp-content/uploads/2023/04/PV-05-2023_doble.docx
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.