https://youtu.be/KPFIoH4N3B0?si=KPZhzI_6Dd4FcXd-
- Núm 12, 1-13
- Sal 50
- Mt 14, 22-36
Hoy en la liturgia el Señor nos invita a en toda situación, tener ánimo y confiar y no darle cabida al recelo o al miedo.
El salmo se transforma en una súplica que pude aliviar la desconfianza y los recelos que brotan de nuestro corazón: “Misericordia Señor, hemos pecado”. Y es que ser como dioses es un deseo que habita en el corazón humano desde el inicio de la humanidad. Por una parte, dentro de ese deseo anida una profunda sed de infinito que nos atraviesa, pero en él también descubrimos, muchas veces, la pretensión de encumbrarnos por encima de los demás a causa de lo divino. Creo que la primera lectura de hoy trata acerca de esa doble tendencia humana, que distingue entre quienes pretenden ser intermediarios de Dios para el pueblo y quienes son verdaderos mediadores.
En el texto de los Números, Dios había escogido a Aarón y su descendencia como sacerdotes a perpetuidad. María es conocida como profetisa (Y María la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas. Éxodo 15:20), es también la que siguió a Moisés cuando fue puesto en un canasta en el río Nilo (Exodo 2)
El espíritu de celos pronto hace marchitar el espíritu de comunión. Es una impureza que imposibilita para la comunión con Dios y con su pueblo.
La ausencia de amor fraternal contrista al Espíritu Santo, y así se pierde el espíritu de oración y de adoración, y el alma tiene que apartarse del goce de todas las cosas santas.
El verdadero mediador, como el siervo Moisés, es humilde –«muy humilde, más que nadie…»– y por eso es transparente: refleja su experiencia de Dios para que todos accedan a ella. La intimidad que tiene con el Señor queda expuesta en su rostro –«cara a cara»– y todos ven en ese rostro lo que ese rostro contempló: la tierra de promisión. Así, el mediador ayuda a que Dios y el pueblo se encuentren mientras él mengua; y el intermediario, en cambio, queriendo llevar y traer información entre Dios y las personas, se pone en el medio, buscando protagonismo y reconocimiento…
En contraposición a la alabanza que el texto de los Números ofrecía de Moisés –«el más fiel de todos mis siervos»–, el texto evangélico presenta a Pedro en toda su fragilidad: «le entró miedo, empezó a hundirse y gritó…». En verdad, si bien el evangelio nunca maquilló los defectos del primero de los apóstoles, no deja de resaltar, esta vez, su arrojo apasionado y la sencillez con la que reconoce su impotencia…
Nos dice el texto que tenían delante suyo al mismo Señor, que les invitaba —como en tantas otras ocasiones— a no tener miedo y a confiar en Él para desvelar en ellos la fe. Esta fe se exige, en primer lugar, a Pedro, quien dijo: «Señor, si eres tú, mándame ir donde tú sobre las aguas», Con esta respuesta, Pedro mostró que la fe consiste en la obediencia a la palabra de Cristo: no dijo «haz que camine sobre las aguas», sino que quería seguir aquello que el mismo y único Señor le mandara para poder creer en la veracidad de las palabras del Maestro.
Sus dudas le hicieron tambalearse en la incipiente fe, pero condujeron a la confesión de los otros discípulos, ahora con el Maestro presente: «Verdaderamente eres Hijo de Dios». Frente al temor, los discípulos escuchan la voz del Maestro que los tranquiliza.
El mar simboliza la vida presente y la inestabilidad del mundo visible. La tempestad indica toda clase de tribulaciones y dificultades que oprimen al ser humanos. La barca, en cambio, representa la Iglesia edificada sobre Cristo y guiada por los apóstoles.
Nos explicaba el Papa Francisco: “Esta es una imagen eficaz de la Iglesia: una barca que debe afrontar las tempestades y algunas veces parece estar en la situación de ser arrollada. Lo que la salva no son las cualidades y la valentía de sus hombres, sino la fe, que permite caminar incluso en la oscuridad, en medio de las dificultades. La fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús siempre a nuestro lado, con su mano que nos sostiene para apartarnos del peligro. Todos nosotros estamos en esta barca, y aquí nos sentimos seguros a pesar de nuestros límites y nuestras debilidades. Estamos seguros sobre todo cuando sabemos ponernos de rodillas y adorar a Jesús, el único Señor de nuestra vida.”
Oremos por el Jubileo 2025, Peregrinos de Esperanza, como nos lo pidió este Pontífice:
Señor, Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y La Paz de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén.
Tomado de:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- Diario Bíblico 2025. Misioneros Claretianos.
- https://www.iubilaeum2025.va/es/giubileo-2025/preghiera.html
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2014/documents/papa-francesco_angelus_20140810.html
- https://sermons.logos.com/sermons/796646-los-celos-de-maria-y-aaron
- https://evangeli.net/evangelio/dia/2025-08-05
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes Agosto: “Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón.” (Lc 12, 34) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Agosto 2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.