- Flp 2, 1-4
- Sal 130
- Lc 14, 12-24
Hoy en la liturgia hemos recibido una exhortación nacida del amor, primero el la primera lectura, en la que San Pablo nos insta a tener un mismo pensar, un mismo amor, unas mismas aspiraciones y una sola alma; a practicar la humildad, no buscar nuestro propio interés, sino el del prójimo.
Podrías imaginar un mundo en el que se pensara así como hoy san Pablo nos lo dice? Sería realmente maravilloso. Se acabarían los pleitos, egoísmos, rencillas, rivalidades. Qué hermoso sería realmente si nosotros, los cristianos, consideráramos a los demás como superiores; si el espíritu de humildad se apoderara de nosotros.
Las relaciones en la familia se transformarían y, sobre todo, habría una gran alegría y una gran paz en los corazones de todos. En los trabajos, el progreso estaría basado en nuestra labor hecha por amor y no por otras motivaciones, las cuales, no siempre son muy lícitas. Nuestros ascensos y promociones quedarían en nuestro corazón y sabríamos que, si bien proceden del buen uso de nuestros carismas, no se habría logrado nada si nuestro Señor Jesucristo no hubiera participado.
Y Jesús en el evangelio nos indica que cuando demos un banquete invitemos a quienes no tienen con que pagarnos y nos promete que se nos pagará cuando resuciten los justos.
Y nos podríamos preguntar: ¿es justo pedir eso? ¿de verdad conviene vivir así o es un moralismo más de los muchos que nos agobian y complican la existencia? La respuesta siempre la encontramos en Cristo Jesús que, siendo rico se hizo pobre, siendo Dios se hizo hombre, pasó por uno de tantos y quiso ocupar el último lugar. De esta manera nos muestra en qué consiste la verdadera grandeza: en escoger siempre libremente y por amor el último lugar.
Por eso hoy nos invita a vivir así el servicio y el amor, con intención sincera y no como moneda de cambio; como expresión de una entrega a fondo perdido y no como parte de una estrategia de negocio, dar para recibir. Jesús nos enseña a ayudar y favorecer a aquel que no nos puede devolver nada, materialmente hablando, pero que nos da en realidad mucho más aún. Nos devuelve a nuestra verdadera condición, nos permite vivir la verdadera grandeza, que es siempre grandeza de alma, magnanimidad, y nos cura de la peor de las enfermedades que es la indiferencia autosuficiente, anticipo del mismo infierno.
La generosidad es una de las actitudes más nobles, más “humanas”: pertenece al genus humano, como algo esencial y noble. Tiene valor en sí misma, engrandece nuestra condición, la constituye: sin generosidad no somos “humanos”. La paga de la generosidad es ennoblecer nuestro ser. Lo que se reconocerá cuando el juicio sea el de Dios.
La Palabra de Vida de los Focolares que estamos viviendo en este mes, nos sugiere la entrega total como lógica evangélica que crea una comunidad pacificada porque nos impulsa a hacernos cargo los unos de los otros. Nos lleva a vivir el Evangelio en lo cotidiano, sin mostrarnos, a dar con generosidad y confianza, a vivir con sobriedad en el compartir. Nos pide prestar atención a los últimos, para aprender de ellos. Y en estos días en que asistimos llenos de dolor y a veces también de cierta impotencia, al sufrimiento de nuestros hermanos damnificados por el terrible temporal, la devastadora “gota fría” de Valencia; hemos asistido también a un espléndido y magnífico clamor y gesto de solidaridad y caridad fraterna por parte de miles de voluntarios anónimos. Un razonamiento tan sencillo como “podría haberme pasado a mí” o “¿qué me gustaría que hicieran conmigo si estuviese yo en ese lugar?”, algo así de básico como esto, ha llevado a miles de personas a ofrecer sus fuerzas, sus manos y también su dinero y su seguridad por atender a tantas víctimas. Simple y llanamente porque todos somos hermanos, y si en un momento dado yo gozo de una condición más favorable o privilegiada, eso no me hace desentenderme del otro, sino más bien al contrario me hace más responsable de él.
Afirma el Papa Francisco: “ En este templo, que somos nosotros, se celebra una liturgia existencial: la de la bondad, del perdón, del servicio; en una palabra, la liturgia del amor. Este templo nuestro resulta como profanado si descuidamos los deberes para con el prójimo.
Cuando en nuestro corazón hay cabida para el más pequeño de nuestros hermanos, es el mismo Dios quien encuentra puesto.”
De esto se trata la exhortación de hoy, no buscar el propio interés, sino el del prójimo; no invitar al banquete a quienes nos pueden recompensar, sino a los que no tiene con que pagarnos, ya se nos pagará cuando resuciten los justos.
Pidámosle a Dios, con la Oracion de los fieles que nos una un mismo Espíritu a quienes profesamos una misma fe y junto al Salmista proclamemos; “dame, Señor, La Paz junto a ti.” La Paz Señor, es tu bendición sobre la faz de la tierra y sobre el corazón del hombre. Paz que es serenidad en la mente y salud en el cuerpo, unión en la familia y prosperidad en la sociedad.
Tomado de:
- Folleto La Misa de Cada Día
- Libro Busco Tu Rostro, Autor Carlos G. Vallés
- https://jesusdivinamisericordia.wordpress.com/2016/10/31/evangelio-del-da-hacer-el-bien-sin-esperar-recompensas/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=04-11-2024
- https://ciudadnueva.com.ar/wp-content/uploads/2024/10/PV-11-2024_doble.docx
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2024/11/04/humildad-en-valencia/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes Noviembre: “ Ella [la pobre viuda], de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir” (Marcos 12, 44) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.