https://youtu.be/Ouoa8u0N4JE?si=DHSeS1M41Gvph7A4
- 2 Sam 24, 2. 9-17
- Sal 31
- Mc 6, 1-6
La historia de la humanidad desde sus inicios ha ido de traspié tras traspié por la falta de fe.
Lo vemos en la primera lectura en la decisión de David de mandar a hacer un censo y lo en los que escuchaban a Jesús en la Sinagoga que cuestionaban su sabiduria, y poder de hacer milagros y lo vemos hoy en nuestro comportamiento.
Los censos de población realizados en la antigüedad no tenían como finalidad conocer la cantidad de personas de una población, sino saber con cuántos hombres se contaba para la guerra. Esto supone que a mayor cantidad de hombres aptos para la guerra, mayores posibilidades de salir vencedor en alguna eventual batalla. Por tanto, el pecado de David consiste en olvidar que su victoria, sus triunfos, su gloria han sido siempre un don de Dios.
Este error de David fue un pecado de soberbia, orgullo y vanidad…. Sintió remordimiento y se arrepintió pidiendo perdón al Señor. Al elegir uno de los tres castigos que el profeta Gad le presentó, trató de elegir el que menos daño hiciera a su pueblo, pues sabiendo que la misericordia del Señor es eterna, se puso en sus manos.
Al ver sufrir y morir a su pueblo, sintió un dolor fuerte que le hizo alzar la voz de nuevo suplicando al Señor que lo castigase a él y no a los inocentes. Dios acogió su intercesión, tuvo compasión y cesó la mortalidad…
De aquí podemos concluir que todas nuestras acciones, aunque pensemos que son individuales, privadas, tienen en realidad, una repercusión social, colectiva. El pecado daña a todos, así como la gracia, las buenas acciones que realizamos, la oración, la intercesión, Dios también las hace llegar a todos los hombres. Desde siempre en el plano espiritual estamos interconectados, el misterio de la comunión de los santos, sigue vivo y operante, también en nuestros días.
Como respuesta a la primera lectura, nosotros junta al Salmista nos dirigimos a Dios reconociéndonos pecadores y pidiéndole perdón confiando en su misericordia, con la certeza de que Él nos perdona si se lo pedimos de corazón y con humildad…
Dios conoce nuestro barro, nuestra debilidad. El ser humano es capaz de obrar el bien y el mal y Dios respeta nuestra libertad, este don con el que nos distinguió al crearnos a su imagen y semejanza; Él nos hizo y nos quiere libres, no marionetas ni robots programados y lo más maravilloso, como buen Padre siempre está dispuesto a perdonarnos y acogernos cada vez que caemos y se lo pedimos de todo corazón.
El salmista experimenta la alegría, el gozo de saberse amado y perdonado por el Señor y así lo reconoce “confesé al Señor mi culpa y tú perdonaste mi culpa y mi pecado / me rodeas de cantos de liberación / dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado”.
En el texto del evangelio, Jesús nos enseña lo difícil que puede ser nuestro trabajo de evangelización entre los nuestros, en nuestra casa, en nuestro centro de trabajo, incluso en nuestros barrios.
Cuánta gente se admira de nuestro cambio de vida, de nuestra alegría, de una manera diferente de ser y de pensar y, sin embargo, permanecen en su falta de fe. Esto, lejos de desanimarnos, debe alentarnos pues es y será finalmente el Espíritu Santo quien hará la obra. A pesar de la incredulidad de la gente Jesús continuaba con su misión: Enseñar el camino del Reino.
Afirma el Papa Francisco: “También en nuestros días puede suceder que alimentemos prejuicios que nos impiden captar la realidad. Pero el Señor nos invita a asumir una actitud de escucha humilde y de espera, porque la gracia de Dios se nos suele presentar de una manera sorprendente, que no corresponde a nuestras expectativas. Pensemos juntos, por ejemplo en la Madre Teresa de Calcuta. Esa monjita pequeña,- a la que nadie daba importancia- que iba por las calles para llevarse a los moribundos para que tuvieran una muerte digna. ¡Esa monjita con la oración y su obra hizo maravillas! La pequeñez de una mujer revolucionó la obra caritativa en la Iglesia. Es un ejemplo de nuestros días. Dios no se ajusta a los prejuicios. Debemos esforzarnos por abrir el corazón y la mente, para acoger la realidad divina que nos sale al encuentro. Se trata de tener fe: la falta de fe es un obstáculo para la gracia de Dios.
Necesitamos pedir insistentemente la gracia de la fe. Porque la fe es un inmenso don de Dios y vale más que la vida misma, pues sólo con ella puede el hombre caminar en su existencia hacia el destino eterno, aunque a veces no vea, aunque le rodeen espesas tinieblas, aunque le azote la duda, aunque le domine el miedo, aunque le invada el desaliento, ya que “el justo vive de la fe“.
Fuentes:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=31-01-2024
- https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/07/08/ang.html
- https://es.catholic.net/op/articulos/12823/.html#modal
Palabra de Vida Mes de Enero 2024. Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.” (Lucas 10, 27) https://www.focolare.org/conosur/news/2023/12/31/palabra-de-vida-enero-2024/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Enero 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.