- Ex 34, 29-35
- Sal 98
- Mt 13, 44-46
Estamos llamados a ejercer el papel de mediadores sin favoritismos. Así nos lo indica la primera lectura en la que Moisés actúa como tal entre Dios y el pueblo. Moisés habla cara a cara con Dios, recibe sus mensajes y los transmite al pueblo. Parece evidente que el pueblo no tiene capacidad para hablar directamente con Dios y esa es también nuestra realidad. Solamente en Cristo podremos entrar en comunicación con Dios. Cristo, al hacerse hombre, ha establecido el puente que nos permite hablar familiarmente con el Padre, con el ABBA, que el mismo Jesús nos enseñó.
Dios ha hablado con toda la humanidad siempre. Ha estado a nuestro lado y nos ha dado todo tipo de mensajes que pocas veces hemos comprendido. Dios nos sigue hablando, y seguimos sin entenderlo. Cuando oímos su voz, tal vez espantados, decimos, -nos convencemos- que ha sido un trueno, y dejamos que la Palabra de Dios se pierda en el aire sin obrar en nosotros. Sabemos oírle, pero rara vez le escuchamos.
Hoy Jesús, en el texto del evangelio, habla del Reino como de un tesoro escondido cuyo hallazgo causa alegría y estimula a la compra del campo para poder gozar de él para siempre: «Por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel». Pero, al mismo tiempo, alcanzar el Reino requiere buscarlo con interés y esfuerzo, hasta el punto de vender todo lo que uno posee: «Al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra»
Podríamos pensar que este “comerciante en perlas finas” somos nosotros, es decir, los cristianos, los católicos que ya sabemos qué es una perla, estamos acostumbrados a tener perlas entre nuestras manos (en nuestro corazón): cuántas veces habremos dicho o pensado después de leer un trocito de la vida del Señor en el Evangelio que nos ha ayudado mucho: “¡esto si que es una perla!”, “esto es una joya”. Incluso textos que hemos leído con frecuencia en nuestra casa, o estando en Misa un domingo hemos oído del Evangelio. Perlas que, de pronto, hemos descubierto (como el mercader que había visto en su vida tantas perlas) “de gran valor”.
San Francisco de Asís descubrió la perla “de gran valor” que era vivir la pobreza, con un desprendimiento de los bienes materiales hasta el fin; o San Ignacio de Loyola descubrió la perla de la obediencia delicada y prioritaria al Santo Padre, al Papa; o Santa Teresa de Jesús, un día, (nos cuenta ella) al ver a un Jesús atado a la columna y todo llagado y flagelado, “descubrió”, se dio cuenta, de que debía cambiar de vida y llevarla, a partir del descubrimiento de esa perla que era, y es, “de gran valor”, una vida más mortificada y austera; o San Josemaría que descubrió la joya, de la posibilidad de hacerse santos en todas las profesiones honestas de este mundo.
No es la perla de San Francisco, ni de San Ignacio ni de Santa Teresa ni de San Josemaría, la perla estaba ahí, el propietario es Dios, la ha puesto Él pero ellos, un día, descubrieron la perla de “gran valor”.
Comerciantes de perlas preciosas eran todos los que, a modo de ejemplo, y, un día, “al encontrar una de gran valor”, vendieron todo lo que tenían y fueron a vivir de acuerdo con la riqueza que habían descubierto.
¿Estaremos en camino, buscando a Dios, tratando de establecer su reino de paz, justicia y, sobre todo, AMOR, entre nosotros? ¡Ojalá lo encontremos y sepamos vivirlo!, ¡Ojalá podamos con el salmista, ensalzar al Señor postrados a sus pies, porque Él es santo! Seamos nosotros el siervo fiel que lo encuentra, lo hace presente y comparte con todos. No nos quedemos como propio lo que a todos pertenece, ¡Esto hay que compartirlo!
Vivimos en sociedades polarizadas y con escasez de liderazgo que velen por el bien común. Si queremos colaborar con la transformación de la sociedad nos podemos hacer prevalecer actitudes divisionistas o partidarias, sino que como Iglesia debemos ejercer el papel de mediadores sin favoritismos, esa es nuestra piedra preciosa, pues como nos explicaba el Papa Benedicto XVI: “«Vale la pena dejarlo todo por este Reino. Es el tesoro enterrado en el campo: quien lo encuentra lo vuelve a enterrar y vende todo lo que tiene para poder comprar el campo, y así quedarse con el tesoro»
Sigamos orando por el Jubileo 2025, como nos lo pidió el Papa Francisco:
Señor, Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y La Paz de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén.
Tomado de:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- Diario Bíblico 2025. Misioneros Claretianos.
- https://www.iubilaeum2025.va/es/giubileo-2025/preghiera.html
- https://evangeli.net/evangelio/dia/2025-07-30
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2025/07/30/la-perla-de-nuestro-corazon/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/30-7-2025/
Palabra de Vida Mes Julio: Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.” (Lucas 10:33) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.