- 1 Cor 15, 1-8
- Sal 18
- Jn 14, 6-14
Hoy que celebramos la Fiesta de San Felipe y Santiago, los que en su andadura han podido convivir con Jesús y hacer de su aprendizaje un camino para la vida eterna, por eso la liturgia nos enfatiza que a Jesucristo solo le podemos conocer acercándonos al Padre; “Creed yo estoy en el Padre y el Padre en mí”, nos dice en el evangelio en el que se revela con los títulos muy comunes: el Camino, la Verdad y la Vida. No solamente se revela a sí mismo, sino que también da a conocer al Padre por medio de su persona. Jesucristo es la revelación, es el propio Dios, “quien me ha visto a mí ha visto al Padre”, Y en la primera lectura nos indica que si no nos mantenemos en la Palabra, creemos en vano.
Es precisamente Jesús quien ilumina esta búsqueda de Dios, y sobre todo quiere romper definitivamente esa lejanía. Las palabras del evangelio de hoy revelan la naturaleza pontifical de Cristo: es pontífice, es decir, puente entre Dios y los hombres. Por eso dice “yo soy el camino”. Y acude a un verbo de movimiento: “ir al Padre”. Cristo es el camino sobre un largo puente que acerca al Padre a cada hombre. Quien conoce a Jesucristo conoce también a su Padre, y por supuesto al Espíritu Santo, del que no se habla hoy en el evangelio.
En estos días de Pascua se hace especialmente apropiado meditar y contemplar las apariciones de Jesucristo una vez resucitado. San Pablo da cuenta de que el Señor “se apareció a Santiago” (como nos dice en la primera lectura)
Se han hecho estudios que indica que la aparición a Santiago, podemos situarla perfectamente en Galilea, en un lugar así de maravilloso. Un lugar sencillo que recuerda el primer amor, la primera conversión. También podríamos situarlo en los aledaños de Jerusalem, toda vez que San Pablo sugiere que la aparición a Santiago fue antes de la Ascensión (que tuvo lugar en el Monte de los Olivos). Ello nos permite imaginar un paseo desde la ciudad santa hacia el Monte, o por el propio Monte…
Junto a esto, podríamos fijarnos en quién era Santiago, el menor. Es presentado (Ga 1,19) como “el hermano del Señor”. De los evangelios se deduce que era el hijo de Alfeo (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1, 13) y de María de Cleofás, y hermano de José. José fue candidato a sustituir a Judas entre los doce (cfr. Hch 1, 15-26). Una elección en la que solo entraban “los hombres que nos han acompañado todo el tiempo que el Señor Jesús vivió entre nosotros” (Hch, 1,21). Ello nos permite concluir que Santiago era de esos de “todo el tiempo”.
Jesús le elige como uno de los doce. Uno de los doce que le causó bastante menos problemas que otros: no era publicano como Mateo, no era Zelota como Simón, no tenía el carácter de los hijos del trueno, ni las dudas de Tomás, ni las de Felipe, ni pasó por momentos tan complicados como los de Pedro. No obstante, Jesús no le elige entre los tres predilectos (puesto que reserva para Santiago “el Mayor”, que luego fue el primer gran misionero y el primer mártir entre los apóstoles).
Pasada la muerte y la Resurrección, Santiago aparece como uno de los puntales de la Iglesia de Jerusalem, de la que llegó a ser Obispo, teniendo un papel destacado en el Concilio de Jerusalem (Hch 12, 17; 15, 13-21; 21, 18).
Y e l Papa Benedicto XVI en la Catequesis en la Audiencia General en la Plaza de San Pedro el miércoles 6 de septiembre del 2006, dijo: …”hoy nos encontramos con Felipe. Siempre ocupa el quinto lugar en las listas de los Doce (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 14; Hch 1, 13); por lo tanto, definitivamente está entre los primeros.
Aunque Felipe era de origen judío, su nombre es griego, como el de Andrés, y esto es una pequeña muestra de apertura cultural que no debe subestimarse. La información que tenemos sobre él la proporciona el Evangelio de Juan. Como Pedro y Andrés, es natural de Betsaida (cf. Jn 1,44), ciudad que pertenecía a la Tetrarquía de un hijo de Herodes el Grande, que también se llamaba Felipe (cf. Lc 3,1).
El Cuarto Evangelio cuenta que después de ser llamado por Jesús, Felipe se encuentra con Natanael y le dice: “Hemos encontrado a aquel de quien Moisés en la ley y también los profetas escribieron, Jesús de Nazaret, hijo de José” (Jn 1,45). Felipe no cede ante la respuesta algo escéptica de Natanael (“¿Puede salir algo bueno de Nazaret?”) y replica con firmeza: “¡Ven y mira!” (Jn 1,46).
En su respuesta seca pero clara, Felipe muestra las características de un verdadero testigo: no se contenta con presentar teóricamente el anuncio, sino que interpela directamente a quien se dirige a él sugiriendo que tiene una experiencia personal de lo que le han dicho.
Jesús usa los mismos dos verbos cuando dos discípulos de Juan el Bautista se le acercan para preguntarle dónde se hospeda. Jesús responde: “Ven y ve” (cf. Jn 1, 38-39).
Podemos imaginar que Felipe también se dirige a nosotros con esos dos verbos que implican implicación personal. También nos está diciendo lo que le dijo a Natanael: “Ven y mira”. El Apóstol nos invita a conocer más de cerca a Jesús….
Cómo podremos llegar a conocerlo adecuadamente estando distantes? La cercanía, la familiaridad y el hábito nos hacen descubrir la verdadera identidad de Jesucristo. El Apóstol Felipe nos recuerda precisamente esto. Y así nos invita a “venir” y “ver”, es decir, a entrar en contacto en la escucha, la respuesta y la comunión de vida con Jesús, día a día…
En otra ocasión muy importante para la historia futura, antes de la Pasión unos griegos que habían ido a Jerusalén para la Pascua “se acercaron a Felipe… y le dijeron: ‘Señor, queremos ver a Jesús’. Felipe fue y se lo dijo a Andrés; Andrés fue con Felipe y se lo dijeron a Jesús» (cf. Jn 12, 20-22).
Una vez más, tenemos un indicio de su especial prestigio dentro del Colegio Apostólico. En este caso, Felipe actúa sobre todo como intermediario entre la petición de algunos griegos —probablemente hablaba griego y podría servir de intérprete— y Jesús; aunque se uniera a Andrés, el otro Apóstol de nombre griego, era en todo caso a quien se dirigían los extranjeros.
Esto nos enseña a estar siempre dispuestos a aceptar las preguntas y peticiones, vengan de donde vengan, y dirigirlas al Señor, el único que puede satisfacerlas plenamente. De hecho, es importante saber que las oraciones de los que se nos acercan no se dirigen en última instancia a nosotros, sino al Señor: es a Él a quien debemos dirigir a cualquiera que esté en necesidad. ¡Así es que cada uno de nosotros debe ser un camino abierto hacia él!..
El evangelista no nos dice si Felipe captó todo el sentido de la frase de Jesús. No hay duda de que dedicó toda su vida enteramente a él. Según ciertos relatos posteriores (Hechos de Felipe y otros), se dice que nuestro Apóstol evangelizó primero Grecia y luego Frisia, donde se supone que murió, en Hierápolis, por una tortura descrita como crucifixión o lapidación.
Concluyamos nuestra reflexión recordando el fin al que debe aspirar toda nuestra vida: encontrar a Jesús como Felipe lo encontró, buscando percibir en él a Dios mismo, el Padre celestial. ¡Si faltara este compromiso, nos reflejaríamos como en un espejo y nos sentiríamos cada vez más solos! Felipe nos enseña en cambio a dejarnos conquistar por Jesús, a estar con él y también a invitar a los demás a participar de esta indispensable compañía; y en ver, encontrar a Dios, encontrar la verdadera vida.
Luego hay otra ocasión muy particular en la que Felipe hace su entrada. Durante la Última Cena, después de que Jesús afirmara que conocerlo a él es también conocer al Padre (cf. Jn 14, 7), Felipe le pregunta con mucha ingenuidad: “Señor, muéstranos al Padre y seremos satisfechos” (Jn 14). :8). Jesús le respondió con una suave reprensión: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre: ¿cómo puedes decir: ‘Muéstranos al Padre?’ ¿No creéis que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?… Creedme que yo estoy en el Padre y el Padre en mí» (Jn 14, 9-11).
Estas palabras se encuentran entre las más exaltadas del Evangelio de Juan. Contienen una revelación verdadera y apropiada. Al final del Prólogo de su Evangelio, Juan dice: “A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha dado a conocer” (Jn 1,18).
Palabra de Vida Mes Mayo. «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero» (Jn 21, 17) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.