- Heb 11, 52-40
- Sal 30
- Mc 5, 1-20
Sed valientes de corazón los que esperáis en el Señor, hemos proclamado en el Salmo y a ello nos invita hoy la liturgia.
El texto del evangelio, nos hace cuestionarnos si nuestra vida es un tormento por ver a Jesús, como la de este endemoniado. ¿Es un tormento que nos ciega al pecado y hace herir constantemente nuestra alma? ¿Ya nadie es capaz de soportarnos, ni siquiera nosotros mismos, sino sólo Cristo que nos visita? La presencia de Cristo nos perturba cuando nuestro pecado nos mantiene alejados de Él. Y podría ser que también nosotros nos arrojemos a sus pies para pedirle que se vaya, en lugar de pedirle nuestra curación. Parecería que es una visita casual, por pura coincidencia, lo que para Él es la salvación de nuestra alma. Pero ya lo dice Cristo “No son los sanos los que necesitan de curación, sino los enfermos”; porr eso en momentos de pecado, hemos de pedirle, con insistencia y serenidad, que también expulse de nuestra alma, el espíritu de temor y desesperanza que nos atenaza y en ocasiones “nos gana” y nos arrebata la paz y la alegría.
La valentía de corazón, la fortaleza, son fruto de esperar en el Señor. El camino es ir a Cristo. Hemos de adentrarnos en este misterio de gracia, de crecer en la intimidad con el Señor en la oración. Sólo así “cuanto más enraizados estamos en Cristo, cuanto más cercanos estamos a Jesús, más encontramos la serenidad interior”, nos indica el Papa Francisco y saldremos vencedores de las insidias del enemigo.
En la primera lectura, vemos que el Antiguo Testamento está repleto de testimonios colectivos de esa fe ejemplar de los antepasados. “Recibieron aprobación divina por su fe”. Fe que ha sido y es un rasgo distintivo del pueblo de Dios de todos los tiempos.
Nosotros creyentes en Cristo queremos valorar el tiempo presente de gracia y salvación; ser testigos de manera colectiva, en comunidad sinodal, de la fe gozosa en Cristo resucitado. Ser testigos creíbles del Evangelio en la celebración comunitaria y festiva de la Eucaristía, en el testimonio de vida fraterna, especialmente con los más necesitados, en la formación continua de la fe; en la fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Testigos en la misión de anunciar la alegría de vivir: amando la vida, cuidándola, apoyándola en cada persona porque Cristo ha resucitado.
Este Año Jubilar en que el Papa Francisco nos recuerda que somos “Peregrinos de Esperanza”, hemos de abrirnos a la esperanza en la acción de Dios que nos libera de espíritus que nos quieren arrebatar la paz y la alegría.
“Este entretejido de esperanza y paciencia muestra claramente cómo la vida cristiana es un camino, que también necesita momentos fuertes para alimentar y robustecer la esperanza, compañera insustituible que permite vislumbrar la meta: el encuentro con el Señor Jesús”, nos explica en la Bula de Convocación del Jubileo, “Spes non confundit”, 5.
Aprovechemos bien este año de gracia y dejemos que Cristo triunfe en cada uno sobre esa “legión” que tantas veces nos “atormenta”. Que María “spes nostra” nos ayude vivir del triunfo de su Hijo.
Tomado de:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://es.catholic.net/op/articulos/12818/cat/337/cuentales-lo-que-el-senor-ha-hecho-contigo.html#moda
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2025/02/03/fuertes-en-la-esperanza/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes Febrero. Examínenlo todo y quédense con lo bueno” (Primera carta a los tesalonicenses 5, 21 https://ciudadnueva.com.ar/febrero-2025/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.