https://youtu.be/_rDz-lK5kVw?si=pINqMKNRNe-tB587
- 1 Jn 1,5-2, 2
- Sal 123
- Mt 2, 13-18
Hoy celebramos la fiesta de los Santos Inocentes, mártires. Metidos en las celebraciones de Navidad, y la liturgia nos invita a no ignorar el mensaje que lnos quiere transmitir para definir, todavía más, la Buena Nueva del nacimiento de Jesús, con dos acentos bien claros. En primer lugar, la predisposición de san José en el designio salvador de Dios, aceptando su voluntad. Y, a la vez, el mal, la injusticia que frecuentemente encontramos en nuestra vida, concretado en este caso en la muerte martirial de los niños Inocentes. Todo ello nos pide una actitud y una respuesta personal y social ante la oscuridad y la presencia de Dios como Luz.
San Juan en la primera lectura afirma que “Dios es luz y en El no hay nada de oscuridad.” Y es que nosotros, en el camino de la vida podemos atravesar momentos de mucha oscuridad, de falta de horizonte, de dificultades graves, de dolor y de sufrimiento.
Vamos a tratar de identificar los tipos de oscuridad que podremos atravesar en nuestro caminar y cómo nuestro Señor nos brinda su Luz:
Una primera oscuridad es aquella que es voluntaria, es decir, cuando no nos queremos dejar iluminar por la luz de Cristo. Esta es causada por el alejamiento de Dios ya sea por el pecado o por el enfriamiento espiritual. Tiene como solución el regreso al Padre; la conversión. Para ello es necesario un encuentro con la misericordia del Padre a través de la oración de abandono.
Una segunda oscuridad se da cuando no sabemos hacia dónde caminar. Es decir, situaciones adversas en donde nada nos sale bien y, por lo tanto, no sabemos hacia donde caminar. Esta oscuridad recibe la luz del Espíritu Santo que nos ilumina y guía. Él es la Luz que necesita nuestra inteligencia y nuestro corazón para saber qué decisión tomar y sobre todo para tener la fuerza de llevarla a cabo.
Una tercera oscuridad es aquella que experimentamos cuando estamos sufriendo y sentimos que no hay solución a nuestro problema. Un hoyo profundo de donde no sabemos cómo, cuándo, ni por dónde salir. Esta es conocida como la oscuridad en la cruz. Cuando hablamos de este modo de la oscuridad implícitamente entendemos que la vivimos junto con Cristo. Podemos decir que sufrimos en Él. El profeta Isaías nos dice que Él “cargó con nuestros dolores” (Is 53, 4). Esto quiere decir que asumió en si, todo el sufrimiento de la humanidad.
Finalmente la oscuridad cuando no experimentamos la presencia de Dios. Cuando sentimos que no se manifiesta, creemos que nos ha abandonado. Es ese grito que dirige Jesús al Padre en la cruz: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado” (Mt 27, 46). Jesús, nos comprende perfectamente, pues El, al encarnarse, aceptó vivir todo lo que el ser humano vive. Eligió sufrir también en su carne lo que nosotros sufrimos. Y lo hizo con un objetivo claro. Cristo llevó a la muerte todo sufrimiento haciéndolo ocasión de redención. Dando vida en la muerte (cf. Ef 2, 5-6). Vació el sufrimiento de su sentido negativo de dolor para llenarlo de un sentido redentor, así venció las tinieblas y las llenó con la luz de su presencia salvadora y redentora. Esa luz es el amor. Por amor, Jesucristo se adentró a la oscuridad y desde ella se hizo luz del mundo para que no caminemos en tinieblas sino que tengamos la luz de la vida (cf. 1Jn 1, 5-7). Así, la oscuridad es iluminada por el misterio pascual. La muerte y resurrección del Señor nos permite arrojar luz a los momentos de cruz de nuestras vidas ya que la verdadera vida es primero muerte, la verdadera luz es primero oscuridad.
San José, en el texto del evangelio, nos ofrece un testimonio bien claro de respuesta decidida ante la llamada de Dios. En él nos sentimos identificados cuando hemos de tomar decisiones en los momentos difíciles de nuestra vida y desde nuestra fe: «Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto» (Mt 2,14).
Nuestra fe en Dios implica a nuestra vida. Hace que nos levantemos, es decir, nos hace estar atentos a las cosas que pasan a nuestro alrededor, porque —frecuentemente— es el lugar donde Dios habla. Nos hace tomar al Niño con su madre, es decir, Dios se nos hace cercano, compañero de camino, reforzando nuestra fe, esperanza y caridad. Y nos hace salir de noche hacia Egipto, es decir, nos invita a no tener miedo ante nuestra propia vida, que con frecuencia se llena de noches difíciles de iluminar.
Estos niños mártires, hoy, también tienen nombres concretos en niños, jóvenes, parejas, personas mayores, inmigrantes, enfermos… que piden la respuesta de nuestra caridad. Así nos lo dice San Juan Pablo II: “En efecto, son muchas en nuestro tiempo las necesidades que interpelan a la sensibilidad cristiana. Es la hora de una nueva imaginación de la caridad, que se despliegue no sólo en la eficacia de las ayudas prestadas, sino también en la capacidad de hacernos cercanos y solidarios con el que sufre”.
Quizá, hoy muchos dirán que no estamos ante un genocidio, como con Herodes, pero el aborto es mucho peor, es una matanza, una masacre de seres humanos que tiene lugar ante nosotros sin que nos inmutemos. Hoy en los países en guerra, niños, jovenes Y adultos mueren; hoy por hambre en algunos países también mueren muchas personas. Y la causa también es la voluntad de los hombres.
El Salmista nos dice que “nuestra ayuda nos viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra” y 1 Juan 1:5 dice “Dios es luz”. Fíjese que no se nos dice que Dios es una luz, sino que Él es la luz. La luz es parte de su esencia, como lo es el amor. La luz es una metáfora común en la Biblia que simboliza la justicia.
Si la luz es una metáfora para la justicia y la bondad, entonces la oscuridad simboliza el mal y el pecado. 1 Juan 1:6 dice que “Si decimos que tenemos comunión con Él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”. El versículo 5 dice, “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en Él”. El mensaje es que Dios es sin reservas, completa y absolutamente santo, sin mezcla de pecado, sin contaminación de iniquidad y sin ningún indicio de injusticia.
Jesús, el Hijo de Dios sin pecado, es “la luz verdadera” (Juan 1:9). Como hijos de Dios, hemos de reflejar su luz en un mundo oscurecido por el pecado. Nuestro objetivo al testificar a los inconversos es “abrir sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz” (Hechos 26:18).
Dejemos que la luz de Dios vaya penetrando cada rincón de nuestra vida y que esta Fiesta, se convierta en motivación, para que honrando a los Inocentes de todos los tiempos, defendamos siempre la vida, que no dejemos que se olvide que se está produciendo la masacre de miles de seres humanos, que no dejemos nunca de rezar y de luchar por los niños abortados, por sus madres, … y sus padres, por la cultura de la muerte, para que la sociedad despierte, se horrorice y decida poner fin al horror. Para que haya leyes más justas. Que no dejemos nunca de ayudar a quién lo necesite para salir de la oscuridad espiritual que lleva al aborto, a la guerra y al genocidios, incluso a costa de nuestra comodidad, nuestros bienes o nuestra integridad .
¡Que no nos acomodemos, que no nos acobardemos, que no nos desmotivemos!
Fuentes:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.gotquestions.org/Espanol/Dios-luz.html
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2023/12/28/genocidio/
- https://es.catholic.net/imprimir.php?id=68840
- https://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes de Diciembre 2023
““Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús” (Primera Carta a los Tesalonicenses, 5, 16-18) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Diciembre 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.