- Hch 4,13-31
- Sal 1717
- Mc 16, 9-15
En la Octava de Pascua de Pascua, muy particularmente, la liturgia nos recuerda que siempre tenemos la oportunidad de volver al primer día, aunque siempre la Resurrección sigue posibilitando que surja vida que experimente que el sacrificio en la Cruz y la fuerza de la vida resucitada, es posible. Su fuerza creadora nos convoca: primero a dar testimonio al experimentarlo en la vida propia y luego anunciarlo, de manera que las palabras sean descripción fehaciente de los vivido en la fe. “Nosotros no podemos negar lo que hemos visto y oído”, dice Pedro en la primera lectura. Y es que elencuentro con Cristo resucitado lo cambia todo. Somos los mismos, pero estamos irreconocibles. Actuamos movidos por una fuerza muy superior a la nuestra y que a nosotros mismos nos debería interrogar y llevar al asombro. Cristo ha resucitado, y la potencia de este acontecimiento nos saca de nosotros mismos, nos mueve interiormente, rompe nuestros propios esquemas y sacude nuestra ignorancia dándonos la sabiduría que procede del Espíritu. Eso no significa ciencia infusa que vaya a cambiar y borrar nuestras miserias, sino Gracia que renueva nuestros ojos para ver desde la perspectiva de la Resurrección y fuerza que empuja nuestro actuar desde la confianza en Dios que sostiene.
En el texto del Evangelio, nos encontramos a Jesús Resucitado, echándole en cara a los disípulos su incredulidad y dureza de corazón porque no habían creído a los que lo habían visto resucitad. . Ante semejante panorama lo razonable hubiera sido decirles que ya no contará con ellos y les encargará a otros, mejores que ellos, anunciar la gran alegría del Reino. A pesar de ello, no “retira” la vocación y elección y les envía “al mundo entero y proclamar el evangelio”.
San Juan Pablo II nos confesaba en Buenos Aires el problema que más le preocupaba: “Me habéis preguntado cual es el problema de la humanidad que más me preocupa. Precisamente éste; pensar en los hombres que aún no conocen a Cristo, que no han descubierto la gran verdad del amor de Dios. Ver una humanidad que se aleja del Señor, que quiere crecer al margen de Dios y hasta niega su existencia. Una humanidad sin Padre, y, por consiguiente, sin amor, huérfana y desorientada, capaz de seguir matando a los hombres que ya no considera como hermanos, preparando así su propia destrucción y aniquilamiento. Por eso, quiero de nuevo comprometeros hoy a ser apóstoles de una nueva evangelización para construir la civilización del amor”. (Juan Pablo II Buenos Aires, 11 – VI – 1987). “La caridad de Cristo nos urge” (2 Cor 5, 14) a ello.
Cada uno de nosotros, como nos insistía San Juan Pablo II, “tiene la capacidad de dirigirse a los que están a su alrededor con conocimiento de sus modos de ser y entender, llevándoles la Palabra de Dios de forma adecuada a las distintas situaciones de la vida concreta, colaborando de modo insustituible en realizar la única misión de la Iglesia.
El apostolado individual, que realiza cada uno haciendo fructificar los propios carismas, se convierte así en el principio y la condición de todo apostolado seglar” (Juan Pablo II Santa Cruz, Bolivia, 13 – V – 1988)
“Abridme las puertas de la salvación y entraré para dar gracias al Señor”, nos dice el Salmista hoy. Voces de Pascua, de regocijo en el triunfo común y proclamación de la Victoria del Señor, nos ofrece este salmo rebosante de gloria y gozo.
Recordemos que la finalidad del «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» no es, simplemente, informar a todos de algo nuestro, sino compartir lo que hemos visto y ha cambiado nuestras vidas para que todos lo vean y experimenten su fuerza transformadora en primera persona. Esto es volver al primer día.
Sigamos orando como nos lo pidió el Papa Francisco, por el Jubileo 2025, Peregrinos de Esperanza: Señor, Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y La Paz de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén.
Tomado de:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- Diario Bíblico 2025. Misioneros Claretianos.
- Libro Busco Tu Rostro, autor Carlos G. Vallés.
- https://www.iubilaeum2025.va/es/giubileo-2025/preghiera.html.
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2025/04/26/llamados-a-ser-apostoles/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/26-4-2025/
Palabra de Vida Mes Abril: “Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?” (Is 43, 19) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Abril 2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.