https://youtu.be/QM9AD9Vb20o?si=0sTDSp5tTl_7f7Jd
- Gen 22, 1-2. 9-13.. 15-18
- Sal 115
- Rom 31-34
- Mc 9, 2-10
Seguimos caminando con el Señor por la Cuaresma y hoy particularmente nos invita a acercarnos a El y escuchar su Palabra con atención para así confiar en El.
La orden de Dios de sacrificar a Isaac fue para dar un ejemplo de obediencia absoluta. Después de que Dios le diera la orden, “se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno” y salió con su hijo y la leña para el holocausto (Génesis 22:3). No hubo demora, ni preguntas, ni discusiones. Sólo una simple obediencia, que trajo una bendición (versículos 15-18).
La orden de Dios de sacrificar a Isaac, fue además, para confirmar a Abraham como el “padre” de todos los que tienen fe en Dios. “A Abraham le fue contada la fe por justicia“. Y nosotros hoy “que tenemos la fe de Abraham” también encontramos que “él es padre de todos nosotros” . Sin la respuesta de Abraham a la orden de sacrificar a Isaac, nos resultaría difícil conocer todo lo que implica la fe. Dios utiliza la fe de Abraham como ejemplo de la clase de fe necesaria para la salvación.
Así, en el marco de la Cuaresma, el relato de la ofrenda de Isaac por su padre Abraham pone de relieve que más que sacrificios y ofrendas lo que Dios pide a sus siervos es la obediencia de la fe. Un corazón realmente convertido a Dios, que le cree a Él y confía en Él, hace lo que Él le pide y enseña aún cuando ello implique afrontar los sacrificios más costosos.
El Señor Jesús vive al máximo esa cordial adhesión y obediencia al Padre, quien ha querido entregarlo «por todos nosotros» para nuestro rescate. Mas esa entrega del Padre no se produce sin el pleno y libre asentimiento del Hijo: «Heme aquí, que vengo, para hacer tu voluntad» (ver Sal 40, 8-9). Para la reconciliación de toda la humanidad con Dios Él ofrecerá el sacrificio de su propia vida en el Altar de la Cruz. como nos dice San Pablo, si El no escatimó a darnos a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no va a estar dispuesto a dárnoslo todo, junto con su Hijo?
Juntamente con el ayuno y las obras de misericordia, la oración forma la estructura fundamental de nuestra vida espiritual. La Transfiguración de Jesús fue esencialmente una experiencia de oración. En efecto, la oración alcanza su culmen, y por tanto se convierte en fuente de luz interior, cuando el espíritu del hombre se adhiere al de Dios y sus voluntades se funden como formando una sola cosa. Cuando Jesús subió al monte, se sumergió en la contemplación del designio de amor del Padre, que lo había mandado al mundo para salvar a la humanidad. Junto a Jesús aparecieron Elías y Moisés, para significar que las Sagradas Escrituras concordaban en anunciar el misterio de su Pascua, es decir, que Cristo debía sufrir y morir para entrar en su gloria. En aquel momento Jesús vio perfilarse ante él la cruz, el extremo sacrificio necesario para liberarnos del dominio del pecado y de la muerte. Y en su corazón, una vez más, repitió su “Amén”. Dijo “sí”, “heme aquí”, “hágase, oh Padre, tu voluntad de amor”. Y, como había sucedido después del bautismo en el Jordán, llegaron del cielo los signos de la complacencia de Dios Padre: la luz, que transfiguró a Cristo, y la voz que lo proclamó “Hijo amado” (Mc 9, 7).
Palabra de Vida Mes de Febrero 2024. “Hagan todo con Amor” (1 Cor 16, 14) https://www.focolare.org
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.