- Hch 3, 1-10
- Sal 104
- Lc 24, 13-35
Estamos en la Octava de Pascua y la escritura nos anima al encuentro con el Resucitado. Y hoy, nos muestra como Emaús, se convierte en Camino de Fe, no solo para los discípulos, sino para nosotros hoy. Jesús Resucitado se presenta en la cotidianidad de nuestra vida, lo que pasa es que por estar afligidos, o distraídos con el corre corre, no lo reconocemos. El está siempre animándonos a para que nos motivemos a vivir La Pascua, dando ese paso de la muerte a la vida y así caminar hacia la fe; y como Pedro y Pablo, anunciar en todo momento la conversión, dando lo que tenemos Su Gracia.
El texto de la primera lectura, al que me voy a referir detenidamente, es conocido como la “Curación de un tullido”. Cabe notar que la historia del tullido viene inmediatamente después de ofrecer los pincelazos fundamentales de lo que caracterizaba a la primera comunidad cristiana.
Sintéticamente, podemos decir que el texto sobre la curación del tullido ofrece los rasgos esenciales sobre lo que deberíamos entender a nivel profundo cuando hablamos de “evangelizar” en contextos distantes, por no decir agresivos, respecto de la propuesta cristiana.
Comienza diciendo que Pedro y Juan subían al Templo para la oración de las tres de la tarde. Ello indica que hasta ese momento no había una ruptura total con la religión judía. Aparentemente, los cristianos se veían a sí mismos como una versión cristiana de los “anawin” judíos, quiénes se consideraban a sí mismos como “los pobres de Yahvé”.
El texto en cuestión, que a primera vista parece muy sencillo, tiene una estructura elaborada al modo de lo que se conoce por quiasma o quiasmo bíblico que quiere decir “cruzada”. Se trata de una estructura narrativa que pone al comienzo y al final del texto un mismo concepto y que en el centro del mismo se acentúa el mensaje que se quiere transmitir.
Como dijimos antes, al principio y al final se nos habla del tullido que estaba sentado en la puerta Hermosa del Templo. Aquel que no podía valerse por sí mismo, que le llevaban y dejaban en aquella puerta para que pidiera limosna. En el centro vemos casi un juego de palabras en torno a la vista. Se nos dice que aquel hombre vio a Pedro y a Juan y que éstos fijaron la mirada en él y le dijeron que los mirara; él fijó su mirada en ellos. Ellos no le dan limosna, sino que le ofrecen a Cristo, a aquel que lo podía poner de pie y valerse por sí mismo. Su ponerse de pie y caminar físico, en realidad habla de que aquel hombre conoció a Cristo a través de Pedro y de Juan, quiénes representaba a la comunidad cristiana.
El mensaje es tan sencillo como profundo. El encuentro con la Iglesia, el encuentro profundo revelado en la mirada de la que habla el texto, nos indica, que solamente podremos comunicar a Cristo en la medida en que nos encontramos en la comunidad. El encuentro, el mirarnos fijamente los unos a los otros es el mejor espacio para anunciar a Cristo. De esa manera podemos ponernos de pie y dejar las pasividades en las que nos sumen los vientos de la cultura que sólo sabe hablar el lenguaje del individualismo que se desliza hacia el narcicismo y el solipsismo que ello conlleva.
El encuentro humano, profundamente humano, es el mejor espacio para encontrarnos con Cristo que nos pone de pie y nos lleva a alabar la vida y a Dios. Este dinamismo profundo del que nos habla éste texto tan paradigmático, no debe quedar en los meros comienzos o en el proceso kerigmático de la evangelización. Ese “mirarnos” debe ser el modo en que la Iglesia se asienta en Cristo y se fortalece para la misión. Mirándonos unos a los otros esclareceremos nuestras pupilas para ver a Dios. El mirarnos los unos a los otros, encontrarnos profundamente, que es mucho más que vernos, es el mejor colirio para ver bien. Es el colirio que nos permite descubrir al otro como otro, como la luz que nos permite descubrir la dignidad del ser humano que es lo que más puramente refleja el amor de Dios.
No está de más recordar que la palabra Iglesia viene del griego ekklesía, que quiere decir la asamblea de los convocados. El encuentro entre los cristianos será el mejor caldo de cultivo para encontrarnos con “otros” y comunicar la vida de Cristo. En esa forma de ser Iglesia aclararemos la vista a través de la luz que nos permita descubrir a Dios con sus pies en medio de nuestras comunidades, en el corazón de su Iglesia.
El salmista nos habla hoy de alianza, promesa, juramento… todas ellas bellas palabras que resumen lo que necesitamos para plasmarlo en obras: recurrir a El y buscar continuamente Su Rostro y así descubrir que necesitamos mirar a los otros como El nos mira.
El evangelio nos comentaba el Papa Francisco en la Pascua 2020, “ está ambientado en el día de Pascua, cuenta el episodio de los dos discípulos de Emaús…y es una historia que comienza y finaliza en camino….
Dos viajes: uno fácil durante el día y el otro agotador por la noche. Sin embargo, el primero tiene lugar en la tristeza, el segundo en la alegría. En el primero está el Señor caminando a su lado, pero no lo reconocen; en el segundo ya no lo ven, pero lo sienten cerca de ellos. En el primero están desanimados y desesperanzados; en el segundo corren para llevar a los demás la buena noticia del encuentro con Jesús Resucitado.
Los dos diferentes caminos de aquellos primeros discípulos nos dicen, a los discípulos de Jesús de hoy, que en la vida tenemos ante nosotros dos direcciones opuestas: hay un camino de los que, como aquellos dos del principio, se dejan paralizar por las desilusiones de la vida y siguen tristemente; y hay un camino de los que no se ponen a sí mismos y sus problemas en primer lugar, sino a Jesús que nos visita, y a los hermanos que esperan que nos ocupemos de ellos. Este es el punto de inflexión: dejar de orbitar alrededor de uno mismo, de las decepciones del pasado, de los ideales no realizados, de las muchas cosas malas que han sucedido en la vida de uno.
Tantas veces nos dejamos llevar por ese dar vueltas y vueltas… Déjalo y sigue adelante con la mirada puesta en la realidad más grande y verdadera de la vida: Jesús está vivo, Jesús me ama. Esta es la mayor realidad. Y puedo hacer algo por los demás. ¡Es una hermosa realidad, positiva, solar, bella!
La inversión de marcha es ésta: pasar de los pensamientos en torno a mí mismo a la realidad de mi Dios; pasar —con otro juego de palabras— del “si” al “sí”. Del “si” al “sí”. ¿Qué significa eso? “Si Él nos hubiera liberado, si Dios me hubiera escuchado, si la vida hubiera sido como yo quería, si tuviera esto y aquello…”, en tono de queja. Este “si” no ayuda, no es fecundo, no nos ayuda ni a nosotros ni a los demás. Aquí están nuestros “si”, similares a los de los dos discípulos… Pero pasan al sí: “sí, el Señor está vivo, camina con nosotros. Sí, ahora, y no mañana, nos ponemos en marcha de nuevo para anunciarlo”. “Sí, puedo hacer esto para que la gente sea más feliz, para que la gente sea mejor, para ayudar a tanta gente. Sí, sí, puedo”. Del si al sí, de las quejas a la alegría y a la paz, porque cuando nos quejamos, no estamos en la alegría; estamos grises, grises, ese aire gris de tristeza. Y eso ni siquiera nos ayuda a crecer bien. De si a sí, de la queja a la alegría del servicio.”
El Señor nos escucha, como a estos hombres, para que le manifestemos nuestros temores y dificultades. Y en nuestros caminos, se hace nuestro compañero de viaje para reavivar en nuestro corazón el calor de la fe y de la esperanza y partir el pan de la vida eterna, y nosotros: ¿Prestamos atención a los que están a nuestro lado? ¿Miramos sus rostros? ¿Nos dejamos desconcertar por sus palabras? ¿Damos credibilidad a sus mensajes?
Oremos como nos lo pidió el Papa Francisco, por el Jubileo 2025, Peregrinos de Esperanza: Señor, Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y La Paz de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén.
Tomado de:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- Diario Bíblico 2025. Misioneros Claretianos.
- Libro Busco Tu Rostro, autor Carlos G. Vallés.
- https://www.iubilaeum2025.va/es/giubileo-2025/preghiera.html .
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2020/documents/papa-francesco_regina-coeli_20200426.html
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://amerindiaenlared.org/contenido/18715/la-/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2025/04/23/jesus-nos-sale-al-encuentro-en-el-camino-de-nuestra-vida-2/
Palabra de Vida Mes Abril: “Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?” (Is 43, 19) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Abril 2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.