- Cant 2, 8-14, o bien Sof 3, 14-18a
- Sal 32
- Lc 1, 39-45
Te esperamos, Señor, con fe, respondemos a la Oración de los fieles, pues ya a pocos días de la Navidad nuestro corazón reboza de gozo ante la llegada del Señor Jesús, nuestro auxilio y escudo, con El se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos, como proclamamos con el Salmista.
Hoy, la antífona proclama: “Oh Sol que naces de lo alto, resplandor de la luz eterna y sol de justicia: ven e ilumina a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte”. Jesús es el Sol que nace de lo alto, la luz que rompe la oscuridad, la esperanza que resplandece en medio de nuestras sombras. En el encuentro entre María e Isabel, vemos cómo esa luz comienza a brillar: el Espíritu Santo llena sus corazones y sus palabras se convierten en bendición y en alabanza.
Y también se refleja en el evangelio de hoy, pues observamos como María, tras recibir el anuncio del ángel, se pone en camino de prisa. No se queda ensimismada en el misterio que lleva en su vientre, sino que actúa con prontitud y generosidad: va al encuentro de su prima Isabel, que también ha experimentado la acción de Dios en su vida. Este encuentro entre dos mujeres de fe, entre dos milagros que hablan de la fidelidad de Dios, desborda de alegría y de Espíritu Santo.
María lleva consigo a Cristo, la luz que empieza a irradiar desde el silencio de su vientre. En cuanto Isabel escucha su saludo, la criatura en su seno salta de alegría. La presencia de Jesús, aun escondido y pequeño, ya ilumina, transforma y hace renacer la alegría.
Afirma el Papa Francisco: “Este episodio nos ayuda a leer con una luz muy especial el misterio del encuentro del hombre con Dios. Un encuentro que no está bajo la bandera de prodigios asombrosos, sino en nombre de la fe y la caridad.
El Cantar de los Cantares es un poema que exalta el amor entre esposo y esposa. El texto que hoy nos presenta la liturgia describe la vuelta del esposo a casa y la alegría de la esposa por su llegada, que ocurre en primavera, cuando todo florece. Las palabras del amado: “levántate”, invitan a la amada a dejar el sueño, la noche y a ser acompañada por el amado.
El amor de los dos jóvenes, el amor humano, es elevado en la Biblia a símbolo y encarnación del amor de Dios a su pueblo. Este amor juvenil es el lenguaje con el que, en vísperas de la Navidad, se nos anuncia la buena noticia: Dios, el novio, se dispone a celebrar la fiesta una vez más, si la humanidad y la Iglesia, la novia, le acepta su amor.
Y ante la Navidad que se acerca, ante el Señor que aparece a su Iglesia como el Esposo del Cantar de los Cantares, animados por el Espíritu Santo, cantamos con gozo la acción de gracias del Salmo 32: “Aclamad, justos, al Señor, cantadle un cántico nuevo”.
Por otros parte, Sofonías exclama, …¡no tengas miedo a la paz Jerusalén ! El profeta no solamente es el defensor, la voz de Dios, sino del pueblo sin rostro y que no puede cambiar el rumbo que los poderosos imponen, como ahora. Ese fue un tiempo prolongado de luchas, de sometimientos religiosos a ídolos extraños y a los señores sin corazón. El profeta reivindica una Sión nueva donde se pueda estar con Dios y no avergonzarse. Y lo que suceda en Jerusalén puede ser en beneficio de todos: ¡como ahora! Sólo el Dios de unos y otros, que es el mismo, es quien puede hacer posible que las tres religiones monoteístas alaben a un mismo Señor: el que nos ofrece el don de la alegría en la fraternidad y en la esperanza. Porque solamente podrá subsistir una ciudad, todos sus habitantes, si se dejan renovar por el amor de su Dios, como pide el profeta a los israelitas de su tiempo.
Esa presencia divina de poder y de salvación libra de todo miedo, y renueva al reino de Judá con su amor. Es una presencia protectora y segura.
Isabel proclama: “Bienaventurada la que ha creído”. La fe de María es la puerta que permite a la luz de Cristo entrar en el mundo. También nosotros estamos invitados a creer, a confiar en las promesas de Dios, aun cuando no vemos todo claro. La fe es el camino por el cual la luz de Cristo puede transformarnos y, a través de nosotros, llegar a los demás.
Que terminando este tiempo de Adviento podamos ponernos en camino como María, llevando a Cristo a los demás, siendo testigos de su luz. Él es el Sol que nace de lo alto, el que disipa nuestras sombras y nos llena de verdadera alegría.
Propósito para este día: Expresemos mediante el rezo y meditación del Santo Rosario, el amor que le tenemos a nuestra Madre María.
Tomado de:
- Folleto La Misa de Cada Día
- Calendario de Adviento 2024.
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2018/documents/papa-francesco_angelus_20181223.html
- https://es.catholic.net/op/articulos/22442/cat/646/c-domingo-3o-de-adviento.html#google_vignette
- https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/12-12-2021/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2024/12/21/58510/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes Diciembre: “ No hay nada imposible para Dios” (Lucas 1, 37) https://ciudadnueva.com.ar/diciembre-2024/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Diciembre 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.