https://youtu.be/SesbVSLZNNM
- Os 14, 2-10
- Sal 80
- Mc 12, 28-34
La liturgia del este día nos presenta dos mensajes que nos ayudarán a dirigir nuestros pasos hacia la conversión. Por un lado el texto del profeta Óseas, se dirige a cada uno de nosotros que, al igual que el pueblo elegido, no pocas veces nos “olvidamos” de Él y preferiríamos un “diosecillo” que sea manejable, un ídolo, en suma. Pero Dios es el “Totalmente Otro”, el Señor de la Vida, el Omnipotente, pero también el Padre ciertamente exigente, aunque comprensivo que perdona y se compadece de sus hijos, nos exhorta a convertirnos, arrepentirnos y acerarnos a El; y nos dice que nos amará aunque no lo merezcamos. Una de las cosas que más impresiona en este pasaje es la ternura de Dios para con el pecador.
Quizás, algo que todavía debamos cambiar en nuestro corazón es nuestro concepto de Dios y de su amor infinito. Muchos de nosotros nos pareceríamos al hijo pródigo de la parábola contada por Jesús el cual, mientras caminaba de regreso al Padre todavía iba preparando su “excusa” o su defensa. El final de la parábola nos muestra que no necesitamos defensa ni excusa con Dios, pues Dios es un Padre tierno y amoroso que nos ama INCONDICIONALMENTE.
Nos ama por lo que somos: SUS HIJOS, y no por lo que hayamos hecho o dejado de hacer. Aprovechemos cualquier momento para recibir el amor y el perdón incondicional de Dios, a través del Sacramento de la Reconciliación y déjate abrazar por él.
Concluyendo con un mensaje de esperanza: “Quien sea sabio, que comprenda estas cosas y quien sea prudente que las conozca. Los mandamientos del Señor son retos y los justos los cumplen y cierra con el Salmista: “Yo soy tu Dios, escúchame” es casi una súplica la que nos hace el Señor.
Y en clara relación con la profecía de Oseas, San Marcos nos presenta el segundo mensaje con la pregunta, quizá pregunta-trampa (en la versión de San Mateo) de un escriba, es decir un teólogo, a Jesús respecto al Mandamiento más importante de la Ley de Dios. Y Jesús le responde con las palabras de la Escritura en los libros del Deuteronomio y Levítico, aunque añade significativamente en la primera parte “con toda tu mente”, es decir, con todas tus potencialidades intelectuales, amén del sincero afecto del corazón a Quien nos ha dado la vida y la fe.
Dios es amor todopoderoso, amor hasta el extremo, amor crucificado: «Es en la cruz donde puede contemplarse esta verdad» (Benedicto XVI). Este Evangelio no es sólo una autorrevelación de cómo Dios mismo —en su Hijo— quiere ser amado. Con un mandamiento del Deuteronomio: «Ama al Señor, tu Dios» (Dt 6,5) y otro del Levítico: «Ama a los otros» (Lev 19,18), Jesús lleva a término la plenitud de la Ley. Él ama al Padre como Dios verdadero nacido del Dios verdadero y, como Verbo hecho hombre, crea la nueva Humanidad de los hijos de Dios, hermanos que se aman con el amor del Hijo.
“Es por eso, afirma el Papa Francisco, que debemos amarnos los unos a los otros, porque el amor es de Dios y quien ama ha sido engendrado por Dios. Para conocer a Dios hay que amar.”
Él mismo nos señala lo que desea de nosotros. No le importan las riquezas, ni los frutos ni los animales de la tierra, del mar o del aire, porque todo eso es suyo; quiere algo íntimo, que hemos de entregarle con libertad: “dame, hijo mío, tu corazón” (Prv 23,26). Corresponder a ese Amor supone adherirse con todas las fuerzas a lo que Dios espera de cada uno; y esto requiere tiempo y empeño para amar con todo nuestro ser. El amor a Dios es el empeño en cumplir su voluntad. El enamoramiento es disposición de la voluntad propia para querer la voluntad divina. No es algo sensiblero, es la lucha por querer y realizar lo Él quiere. La parte que le toca a Él la pone, más bien la derrocha: “Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos” (Jer 35, 25-27).
Ahora bien, Jesús al final del texto del evangelio le dice al escriba: “No estás lejos del Reino de Dios”. Pero, cuidado, pues a primera vista esta afirmación puede sonar positiva, y no necesariamente pues, no estar lejos del reino de Dios, no es estar lo suficientemente cerca del Reino, es más, es estar aún fuera de él. ¿Qué quiso decir con esto nuestro Señor al escriba? es más ¿Qué nos quiere decir este pasaje a nosotros hoy, que enseñanza nos trae la Palabra en este día? Quizás haya aquí alguien entre nosotros que se encuentre en la misma situación que este hombre, “cerca”, pero no dentro del Reino de Dios.
recordar el relato del joven rico (Mr 10), las expectativas al ver su actitud y como se acercó a Cristo: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?… ¿no te parece una noble actitud? Al igual que este escriba, “no estaba lejos” del Reino de Dios, al menos en comparación con otros. ¿Pero qué nos dice el pasaje del joven rico? … se fue triste al oír las palabras de Cristo, porque amaba más a sus riquezas que a Dios. Estaba “cerca” del Reino de Dios… pero no lo suficiente. Cristo vino a este mundo con este mensaje: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios se ha acercado: Arrepentíos y creed en el evangelio.
Cristo no vino a salvar a justos, ni a religiosos, ni a personas con interés sobre la religión. Cristo no vino a salvar a personas con un espíritu enseñable, porque en última instancia Cristo no vino a enseñar, sino a salvar a hombres y mujeres de la Ley del pecado y de la muerte.
Este hombre al ver las demandas de la ley, esos “todos” y ese amor demandado por el prójimo no vio su necesidad del salvador que tenía en frente, no clamó por salvación, diciendo: ¡Señor, yo no puedo cumplir esto que pides!… solo se quedó en silencio: “Y después de eso, nadie se aventuraba a hacerle más preguntas”.
¿Qué de ti en este día? ¿Te vas a conformar con “no estar lejos del Reino”? Eso es quedarte fuera… Tu conocimiento de las cosas de Dios por profundo que sea no te va hacer que entres en el reino de Dios, ni que escuches ahí sentado con mayor o menor agrado el evangelio… arrepiéntete y cree en el evangelio… entra por la puerta que es Cristo… pídele a Cristo que sea tu salvador, si lo haces entrarás en el Reino de Dios. Juan 10.9 dice: “Yo soy la puerta” dice Cristo: “si alguno entra por mí, será salvo”. Que tu visión de ti mismo no te mantenga alejado de Dios, no te conformes con “no estar lejos del Reino de Dios”, porque esto hará que nunca entres en él
Con la Oración de los fieles digámosle: Perfecciónanos en el amor, Señor y oremos para que encontremos en la Eucaristía, el origen y fuente del amor. En este tiempo de conversión busquemos comulgar con mayor fruto en el amor al prójimo. Cada vez que participamos en ella de manera consciente, se abre en nuestra alma una dimensión real de aquel amor inescrutable y hace que nosotros mismos comencemos a amar. La Eucaristía se convierte de por sí en escuela de amor activo al prójimo (Cf. San Juan Pablo II,” Domenicae cenae”, 5).
Bibliografía:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2023/03/17/la-fuente-del-amor-a-dios-y-al-projimo/
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://rocadelasedades.wordpress.com/2013/12/30/marcos-12-38-44-no-estas-lejos-del-reino-de-dios-daniel-i/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://es.catholic.net/op/articulos/14338/cat/565/amor-a-dios-es-amor-al-projimo.html#modal
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=17-03-2023
Palabra de Vida Mes de Marzo 2023
“ Vivan como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad,justicia y verdad» (Ef 5, 8-9) | https://ciudadnueva.com.ar/wp-content/uploads/2022/12/PV-03-2023_doble.doc
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Febrero 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.