- Hch 8, 1-8
- Sal 65
- Jn 6, 35-40
Hoy la liturgia nos invita a meditar en el propósito de Dios para la humanidad: que todos heredemos la Vida Eterna en el Cielo a partir de nuestra confianza en El; para ello, como vemos en la primera lectura, saca provecho incluso de acontecimientos difíciles que no son acordes con su Voluntad: “los que se habían dispersado, al pasar de un lugar a otro, iban difundiendo el Evangelio”.
Vemos como cómo Dios “escribe derecho en renglones torcidos” y hace sus planes a pesar de que nosotros queramos impedírselo. Los fariseos pensaban que con la muerte de Jesús, todo acabaría, sin embargo, con la muerte de Esteban, no sólo no pudieron apagar el fuego del Espíritu sino que lo avivaron y lo extendieron, pues como nos dice el texto de hoy: Se dispersaron por Judea y Samaria…Al ir de un lugar para otro, iban difundiendo la Buena Noticia. Tendríamos que preguntarnos si somos de los que queremos sofocar la acción de Dios, dejarla pasar sin que nos comprometa lo más mínimo, luchar contra ella porque no estamos conforme con sus planes ni se ajusta a los nuestros, o por el contrario somos dóciles instrumentos para que el Reino se extienda y sean más los que lo conozcan, lo amen y lo sigan.
En segundo lugar, se pone de manifiesto el cumplimiento de la palabra de Jesús: Curad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonio, gratis habéis recibido, dad gratis (Mt 10,8). Los apóstoles creyeron en su palabra y hacían todos esos signos y esto hacía más creíble el mensaje. También a nosotros se nos ha dado ese poder, y no se trata de ir como magos con “varitas mágicas”, sino de creer en su palabra y vivir según ella, para que el testimonio de nuestra vida haga crecer la fe de los que nos rodean.
Y por último, la alegría de la presencia del Reino: La ciudad se llenó de alegría. ¿Vivimos la alegría pascual sabiéndonos renovados y salvados por el Espíritu del Resucitado? ¿La alegría del Espíritu inunda nuestra vida hasta el punto de que los demás lo noten? ¿Somos cristianos tristes que vivimos nuestra fe como un fardo pesado, como un cúmulo de sacrificios y renuncias?
Hoy el Señor nos invita a vivir como dice el salmista: Alegrémonos con Dios, que con su poder gobierna eternamente. Venid a ver las obras de Dios, sus temibles proezas en favor de los hombres.
Las palabras de Jesús que hemos escuchado en el Evangelio nos muestran con claridad cuál es la voluntad de Dios y cómo realizarla en la tierra: «que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día». Es una promesa que se realiza en nosotros mismos precisamente mientras gastamos nuestra vida por el Señor y por los demás, tal como hizo Jesús.
Por desgracia, estamos tan replegados sobre nosotros mismos que no sentimos la urgencia misionera; pero esto nos aleja de Jesús y de su esfuerzo por liberar al mundo de la esclavitud del mal. Es urgente que nos dejemos involucrar cada vez más por la misma pasión que impulsaba a Jesús a ir por las calles y las plazas de su época.
Esta es la preocupación constante de Jesús, quien desea que se repita durante los siglos a través de la Iglesia; sí, la Iglesia, toda comunidad cristiana, debe sentir ante todo la pasión por salvar a todos los hombres y el papa Francisco nos llama a esta pasión. No hay duda de que las inquietudes misioneras deben ser mucho más evidentes en nuestros días e involucrar a todos los cristianos.
Palabra de Vida Mes de Abril 2024. “Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima” (Hechos de los Apóstoles, 4,33)
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Marzo 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.