- 1 Cor 12, 12-14. 27-31a
- Sal 99
- Lc 7, 11-17
Hoy la liturgia nos invita a levantarnos de todo aquello que nos impide avanzar en el camino del Señor; que nos impide reconocer que somos cuerpo de Cristo y ovejas de su rebaño.
En la primera lectura, acabamos de leer, como después de tratar el problema del desorden en las asambleas, San Pablo invita a valorar el don con el que Dios nos ha bendecido a cada uno de nosotros, miembros de la comunidad y a que nos cuenta de que todos, sea cual sea el don que tengamos, formamos parte del mismo cuerpo de Cristo, que es su Iglesia.
Y es que en la medida que cada uno de los miembros de la Iglesia pongamos al servicio de los demás el carisma o don que Dios le nos ha dado, el funcionamiento es más armónico y perfecto. El problema está en que, por un lado, no algunos a lo mejor no nos hemos dado cuenta de los dones que tenemos, o que aun sabiéndolo, no queremos ponerlos al servicio de los demás.
Esto hace que no crezcamos, que el cuerpo se atrofie. Y esto es aplicable no sólo a la “estructura eclesial” sino a todo el pueblo de Dios. En nuestros centros de trabajo, en nuestras escuelas, en nuestras mismas casas, es necesario que pongamos al servicio de los demás lo que Dios nos ha regalado. Todos somos distintos precisamente para que, esta diferencia, sea lo que ayude y complemente a los demás. Descubre tus dones, rompe tu egoísmo, y ponlos al servicio de los demás.
Es por ello que como nos dice el Salmista hoy, es necesario que “reconozcamos que el Señor es Dios, que él fue quien nos hizo y somos suyos, que somos suy pueblo y ovejas de su rebaño. Hazme caer en la cuenta de que te pertenezco a ti, precisamente porque soy miembro de tu pueblo.
Que el Pastor conoce a cada oveja y cuida personalmente de ella,, pero las apacienta juntas, las protege juntasen la unidad de su rebaño. Haz que me sienta responsable, sociable, amable, hermano de mis hermanos y miembro del género humano.
Hazme ser sensible ante la oveja herida como lo hizo Jesús hoy en el evangelio, quien ante el dolor de la viuda de Naím, le dice al hijo recién sepultado: “Joven, yo te mando: Levántate”.
El término “levantarse” no es solo ponerse de pie, también se refiere a volver a la vida. El evangelio lo usará incluso para hablar de la resurrección misma de Jesús.
Afirma el Papa Francisco: “La palabra potente de Jesús puede hacernos levantar y obrar en nosotros también el paso de la muerte a la vida. Su palabra nos hace revivir, regala esperanza, da sosiego a los corazones cansados, abre una visión del mundo y de la vida que va más allá del sufrimiento y de la muerte.”
Es bueno escuchar en medio de nuestros sufrimientos esta palabra de Jesús: levántate. Palabra que nos invita a tener una vida más plena, que nos invita a renovar y hacer nueva la vida.
Jesús nos anima también a salir del llanto y la tristeza, salir de una cultura de muerte. Que nadie tenga que llorar. Ojalá los seguidores de Jesús repitamos siempre sus palabras de misericordia y vida: “No llores, levántate”.
Seguir el gesto de Jesús significa suscitar vida: tener piedad de los que sufren y ofrecerles nuestra ayuda; allí donde la enfermedad, el sufrimiento y la muerte parecen ser definitivas, hacer posible la esperanza de vida nueva. Es la tarea de los seguidores de Jesús, apostar por una cultura del encuentro que sabe ver al que sufre, acercarse a él, tocar el sufrimiento, llevar una palabra de vida.
Pero nada de esto se realiza sin la fe en el Dios de la vida, sin fe en la palabra de Jesús que es Palabra que da Vida.
Palabra de Vida Mes de Setiembre. “Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera que se engañen a ustedes mismos” (Santiago 1,22) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Setiembre 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.