- Hch 7, 51-8, 1
- Sal 30
- Jn 6, 30-35
En esta Pascua, Jesús nos ofrece de nuevo la posibilidad de abrirle totalmente nuestro corazón y dejar que sea el Espíritu Santo quien dirija y guíe nuestra vida; nos hace de nuevo la invitación para que tomemos el Evangelio como norma de nuestro diario obrar y para que hagamos de la caridad un estilo de vida.
Es muy sugerente el mensaje que hoy nos presenta la liturgia para que tengamos la valentía de vivir nuestra fe en coherencia, sin miedos, dando testimonio de que pertenecemos al grupo de Jesús de Nazaret con la convicción profunda y la alegría propias de ello. Una de las actitudes que aparecen es la resistencia que siempre ha habido a la figura de Jesús y a su mensaje de salvación. En todas las épocas. No quieren aceptar a Jesús, eso lleva a la actitud que manifiesta el auditorio que escucha a Esteban, se comían por dentro, por eso lo matan, Así muere el primer mártir de la Iglesia, defendiendo y anunciando a Jesucristo. Vale esto como el símil de la misma vida de Cristo, el cual, vino a traer un mensaje de salvación. Algunos de los que escucharon ese mensaje, para ellos, fue de liberación, sin embargo, los que estaban encerrados en sí mismos se comían de rabia y decidieron acabar con él. Este Jesús y este Esteban acaban con la misma oración: Padre perdónalos porque no saben lo que hacen.
Nos explica el Papa Francisco: “Este joven servidor del Evangelio, lleno del Espíritu Santo, supo narrar a Jesús con palabras, y sobre todo con su vida. Mirándolo, vemos que se cumple la promesa de Jesús a sus discípulos: “Cuando os maltraten por mi causa, el espíritu de vuestro Padre os dará la fuerza y las palabras para dar testimonio” (cf. Mateo 10, 19-20). En la escuela de San Esteban, que se asemejó a su Maestro tanto en la vida como en la muerte, también nosotros fijamos los ojos en Jesús, testigo fiel del Padre. Aprendemos que la gloria del Cielo, la gloria que dura para la vida eterna, no está hecha de riqueza y poder, sino de amor y de entrega de uno mismo.
Debemos mantener la mirada fija en Jesús, «el que inicia y consuma la fe» (Hebreos 12, 2), para poder dar cuenta de la esperanza que se nos ha dado (cf. 1 Pedro 3,15), a través de los desafíos y las pruebas que afrontamos diariamente. Para nosotros los cristianos, el cielo ya no está lejano, separado de la tierra: en Jesús, el cielo ha descendido a la tierra. Y gracias a él, por el poder del Espíritu Santo, podemos tomar todo lo que es humano y orientarlo hacia el Cielo. De modo que el primer testimonio es precisamente nuestro modo de ser humanos, un modo de vida configurado según Jesús: manso y valiente, humilde y noble, no violento…
”Tu eres mi fortaleza y mi defensa, por tu nombre , defiéndeme y guíame, acabamos de proclamar con el salmista.
Para alcanzar las promesas que Dios hizo a los que han renacido por el agua y el Espíritu y ser alimentados con el pan del cielo, debemos buscar constantemente la dirección de Dios en nuestra vida. Él es el único que tiene el conocimiento perfecto de nuestras circunstancias y del camino que debemos tomar. Al clamar a Él en oración y estar dispuestos a recibir su corrección, experimentaremos una guía sobrenatural que nos conducirá por caminos de bendición y plenitud. Esto porque como nos indica el Pontífice, además del hambre físico, el hombre lleva en sí otro hambre, un hambre que no puede ser saciado con el alimento ordinario. Es hambre de vida, hambre de amor, hambre de eternidad.
Y el signo del maná —como toda la experiencia del éxodo— contenía en sí también esta dimensión: era figura de un alimento que satisface esta profunda hambre que hay en el hombre. Jesús nos da este alimento, es más, es Él mismo el pan vivo que da la vida al mundo. Su Cuerpo es el verdadero alimento bajo la especie del pan; su Sangre es la verdadera bebida bajo la especie del vino. No es un simple alimento con el cual saciar nuestro cuerpo, como el maná; el Cuerpo de Cristo es el pan de los últimos tiempos, capaz de dar vida, y vida eterna, porque la esencia de este pan es el Amor.
En la Eucaristía se comunica el amor del Señor por nosotros: un amor tan grande que nos nutre de sí mismo; un amor gratuito, siempre a disposición de toda persona hambrienta y necesitada de regenerar las propias fuerzas. Vivir la experiencia de la fe significa dejarse alimentar por el Señor y construir la propia existencia no sobre los bienes materiales, sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su Cuerpo.»
Felices Pascuas de Resurrección.
Textos Consultados:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=16-04-2024
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2024/04/16/martes-16-de-abril-de-2024-de-la-iii-semana-de-pascua-ciclo-b-yo-soy-el-pan-de-vida/
- https://es.catholic.net/op/articulos/15676/cat/566/senor-danos-siempre-el-pan-de-vida.html#modal
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2019/documents/papa-francesco_angelus_20191226.html
Palabra de Vida Mes de Abril 2024. “Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima” (Hechos de los Apóstoles, 4,33)
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Marzo 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.