?⛅️ Buenos días. “Señor enséñame a amar como tú nos has amado“. Papa Francisco.
- Mi 7, 14-15. 18-20
- Sal 102
- Lc 15, 1-3. 11-32.
Este fragmento corresponde al final del libro del profeta Miqueas; con anterioridad a este capítulo, el libro es un compendio de denuncias y condenas por todas las injusticias que se habían cometido, pero, sin embargo, en este último capítulo hay una añoranza de los tiempos antiguos, en los que Dios guiaba a su pueblo y los animaba con múltiples prodigios, y, al mismo tiempo, es un canto a la misericordia del Señor, quien, a pesar de todas las malas acciones, no se recrea en la ira, sino que se compadece de su pueblo.
“ Qué Dios hay como tu, que quitas la iniquidad y pasas por alto la rebeldía de los sobrevientes de Israel…” El profeta alude a que la misericordia hará que el Señor vuelva a pastorear a su pueblo, como lo hizo antaño, perdonará todos sus pecados y absolverá todas sus culpas.
Miqueas exhorta a reconocer la culpa y, arrepentidos, confiar en la infinita misericordia de Dios. Si caemos, debemos, con un sincero arrepentimiento, suplicar el perdón que, si nuestra actitud es honesta, el Señor nos lo concederá, como dice el salmo 102: “El Señor es compasivo y misericordioso, rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura”
El evangelio nos presenta Parábola del Padre Misericordioso. Esta parábola, aunque es archiconocida por todos, no deja de ser tremendamente actual y de llevarnos a confrontar con nuestra actitud: ¿Somos capaces de reconocer nuestras culpas, o nuestro orgullo nos lo impide? Nos alegramos ante el hermano arrepentido o le recriminamos su error? Somos capaces de perdonar sin rencor? Con cuál de los dos hermanos nos identificaríamos?
La actitud del hijo menor, llevado quizás por el ímpetu de la juventud, le exige al padre su parte de la herencia y emigra. La inexperiencia hace que malgaste su fortuna y, ante la carencia, recapacita, se arrepiente y decide pedir perdón a su padre humillándose y reconociendo su culpa. Todo lo vivido le hace añorar el cariño del padre.
Sin embargo, el otro, ha sido incapaz de darse cuenta del tremendo amor que su padre siente hacia él, pues la cercanía hace que no lo aprecie y lo considera como una cosa normal y, por lo tanto, ante la actitud del padre hacia el hermano, al recuperarlo, hace que sienta una tremenda envidia.
Frente a estas dos actitudes destaca la figura del padre, que en ningún momento, pierde la esperanza de recuperar a su hijo que ha emigrado, oteando diariamente el horizonte, con la esperanza de que vuelva y, cuando lo ve aparecer, corre hacia él, lo abraza, lo llena de besos y no le recrimina su actitud, al contrario, organiza un banquete para celebrarlo.
Al ver a su otro hijo que, malhumorado, no se alegra de la vuelta de su hermano, le abre su corazón reconociéndole que siempre lo ha tenido presente, y que todas sus posesiones son para él, pero que hay que dar gracias a Dios porque su hijo, al que consideraban muerto, ha revivido, estaba perdido y ha sido encontrado
Nos dice el Papa Francisco: …”El hijo mayor, también él tiene necesidad de misericordia. Los justos, estos que se creen justos, tienen también necesidad de misericordia. Este hijo representa a nosotros cuando nos preguntamos si vale la pena trabajar tanto si luego no recibimos nada a cambio. Jesús nos recuerda que en la casa del Padre no se permanece para recibir una recompensa, sino porque se tiene la dignidad de hijos co-responsables. No se trata de “baratear” con Dios, sino de estar en el seguimiento de Jesús que se ha donado a sí mismo en la cruz – y esto – sin medidas.
«Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría» (v. 31). Así dice el Padre al hijo mayor. ¡Su lógica es aquella de la misericordia! El hijo menor pensaba de merecer un castigo a causa de sus propios pecados, el hijo mayor esperaba una recompensa por sus servicios. Los dos hermanos no hablan entre ellos, viven historias diferentes, pero ambos razonan según una lógica extraña a Jesús: si haces el bien recibes un premio, si haces el mal serás castigado; y esta no es la lógica de Jesús, no lo es. Esta lógica es invertida por las palabras del padre: «Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado» (v. 31). ¡El padre ha recuperado al hijo perdido, y ahora puede también restituirlo a su hermano! Sin el menor, también el hijo mayor deja de ser un “hermano”. La alegría más grande para el padre es ver que sus hijos se reconozcan hermanos.
Los hijos pueden decidir si unirse a la alegría del padre o rechazarla. Deben interrogarse sobre sus propios deseos y sobre la visión que tienen de la vida. La parábola termina dejando el final en suspenso: no sabemos qué cosa ha decidido hacer el hijo mayor. Y esto es un estímulo para nosotros. Este Evangelio nos enseña que todos tenemos necesidad de entrar a la casa del Padre y participar de su alegría… ¡abramos nuestro corazón, para ser “misericordiosos como el Padre!”
Recordemos la actitud que debemos tener en la Cuaresma y que nos sugiere la Palabra de Vida de este mes: “Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.”
Mes de Marzo
Intención de oración universal
Recemos por la Iglesia de China.
Recemos para que la Iglesia en China persevere en la fidelidad al Evangelio y crezca en unidad.
Palabra de Vida .
“Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.” (Mateo 7, 12)
Esta Palabra nos impulsa a ser creativos y generosos, a tomar la iniciativa, a tender puentes hacia quien no es nuestro amigo, como Jesús mismo hizo. Nos exige la capacidad de salir de nosotros para ser testigos creíbles de nuestra fe.
Perseverando veremos cambiar el mundo a nuestro alrededor poco a poco. Comprenderemos que el Evangelio comporta la vida más fascinante, enciende la luz del mundo, le da sabor a la existencia, tiene en sí el principio de la resolución de todos los problemas. No descansaremos hasta poder comunicar nuestra extraordinaria experiencia a otros: a los amigos que pueden comprendernos, a los parientes, a todo aquel que sintamos poder ofrecerla. Renacerá la esperanza”.
Bendigamos al Señor con nuestro testimonio este día y digámosle:
"Me siento fuerte, sano y feliz porque tengo fe, amor y esperanza".
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Recopilado por Rosa Otárola D, /
Marzo 2020
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.