- Ez 47, 1-9.12
- Sal 45
- Jn 5, 1-16
La liturgia de hoy nos ofrece varios símbolos que nos puede ayudar en este tiempo de conversión, para profundizar en la fe y en nuestro crecimiento espiritual como cristianos.
Afirma el Papa Francisco; “La Cuaresma es tiempo propicio para pedir al Señor, «para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia», la «conversión a la misericordia de Jesús». Demasiadas veces, en efecto, los cristianos «son especialistas en cerrar las puertas a las personas» que, debilitadas por la vida y por sus errores, estarían, en cambio, dispuestas a recomenzar, «personas a las cuales el Espíritu Santo mueve el corazón para seguir adelante».
La ley del amor está en el centro de la reflexión que el Papa Francisco desarrolló. Una Palabra de Dios que parte de una imagen: «el agua que cura». En la primera lectura el profeta, habla, en efecto, del agua que brota del templo, «un agua bendecida, el agua de Dios, abundante como su gracia…”
En el texto de Ezequiel, aparecen referentes claves:
- El templo, para los judíos, «Lugar de la presencia de Dios». Para nosotros también es clave el templo al que acudimos para profundizar en nuestra relación interpersonal con Dios y tenemos una visión más profunda: «¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros y habéis recibido de Dios?» (1 Cor6,19).
- Del templo brota un agua que va dando vida allá por donde pasa. El primer sacramento por el que recibimos la vida, nos deja limpios y nos llamamos hijos de Dios, lo recibimos precisamente con el agua del bautismo. De ese modo, el ser cristiano, debe de ir poco a poco, sumergiéndose, como lo describe Ezequiel, primero agua hasta los tobillos, luego agua hasta las rodillas , y asií sucesivamente, hasta no se tocaba el fondo; profundizando, en Dios, para tener vida.
- El salmo nos muestra también esta idea de Dios, como defensa en el peligro, fortaleza, por eso este caminar que muchas veces se hace cuesta arriba, lo podemos hacer con la confianza puesta en Dios; “Con nosotros está Dios , el Señor”.
- Los árboles a ambos lados del torrente nos hacen referencia a la imagen espiritual que el profeta trata de mostrarnos: «Será un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto» (Je 17,8). Jesús es el agua viva que calma la sed interna que tenemos.
El agua está presente también en el Evangelio de san Juan (5, 1-16) donde se narra acerca de una piscina —«llamada en hebreo Betesda»— caracterizada por «cinco soportales, bajo los cuales estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos». En ese sitio, en efecto, «había una tradición» según la cual «de vez en cuando bajaba del cielo un ángel» a mover las aguas, y los enfermos «que se tiraban allí» en ese momento «quedaban curados».
Por ello, explicó el Pontífice, «había tanta gente». Y, así, se encontraba también en ese sitio «un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años…”
Jesús le pregunta si quiere curarse. Parece una pregunta retórica, pero, después de 38 años de parálisis total, interna y externa, es la pregunta más lógica. ¿Es que no quieres? ¿Por qué no puedes? La respuesta que da el paralítico es que está solo, que no tiene a nadie… Jesús podría haber seguido preguntando si la respuesta tiene una causa real, o si responde a un victimismo buscado. Porque la soledad y las soledades pueden ser trágicamente reales… ¿ni un gesto de solidaridad en 38 años? consciente o inconscientemente buscadas. La soledad es un mal provocado por el abandono de otros o por la pasividad propia. O por la falta de reconocimiento de quien está cerca. Un aislamiento que puede comenzar por un rechazo y que se convierte en la parálisis de la autocompasión.
Esta historia, dijo el Papa actualizando su reflexión, «se repite muchas veces en la vida: un hombre —una mujer— que se siente enfermo en el alma, triste, que cometió muchos errores en la vida, en un cierto momento percibe que las aguas se mueven, está el Espíritu Santo que mueve algo; u oye una palabra». Y reacciona: «Yo quisiera ir». Así, «se arma de valor y va». Pero ese hombre «cuántas veces hoy en las comunidades cristianas encuentra las puertas cerradas». Tal vez escucha que le dicen: «Tú no puedes, no, tú no puedes; tú te has equivocado aquí y no puedes. Si quieres venir, ven a la misa del domingo, pero quédate allí, no hagas nada más». Sucede de este modo que «lo que hace el Espíritu Santo en el corazón de las personas, los cristianos con psicología de doctores de la ley lo destruyen».
Jesús no le remueve el agua, ni le ayuda a entrar… simplemente le dice que levante su camilla y ande. Quizás nuestras parálisis causadas por la soledad, por el temor, el rechazo o el aislamiento procurado o no, puedan curarse simplemente con la escucha y obediencia a la llamada a levantarse y andar.
“Crea en mí, Señor, un corazón puro y devuélveme tu salvación, que regocija.” Decimos n la Aclamación del Evangelio, tomada del Sal 50, 12.14.
Fuentes:
- Folleto La Misa de Ada Día
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=12-03-2024
- https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/comentario-homilia/hoy
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2015/documents/papa-francesco-cotidie_20150317_no-cerreis-esa-puerta.html
Palabra de Vida Mes de Marzo 2024. “Crea en mi, oh Dios un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme”. Sal 51,12 https://www.focolare.org
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Marzo 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.