- 2 Cro 36, 14-16. 19-23
- Sal 136
- Ef 2, 4-10
- Jn 3, 14-21
El que obra el bien, conforme a la verdad, se acerca a la luz, nos dice Jesús, por medio de San Juan y es que Misericordia, amor y salvación son las palabras claves de este IV domingo de Cuaresma.que se conoce tradicionalmente como «Domingo de Laetare» (¡Alégrense!), y las lecturas sugieren muchas razones para regocijarnos.
El Dios en el que creemos es un Dios rico en misericordia porque lo propio de Dios es amar a sus creaturas. El juicio de Dios es un juicio cimentado en el amor porque solo el amor nos salva. Dios nos ha amado en su hijo Jesucristo hasta el extremo. Nuestra experiencia de fe no debería ir separada de la verdad del amor de Dios, ni del compromiso que conlleva creer en un Dios que es amor.
Tenemos la certeza de la misericordia y del amor de Dios incluso en el Antiguo Testamento. Dios es uno, Dios es simple e indivisible. La primera lectura de Crónicas describe la destrucción de Jerusalén y los días del exilio. Pero Dios, obrando a través del rey persa Ciro, no sólo lleva al pueblo judío a casa, al lugar al que pertenece, sino que también les ayuda a reconstruir el Templo en Jerusalén.
La aparente discrepancia aparece porque tenemos textos como hoy cuando leemos sobre la ira del Señor. Pero en este texto, leemos que esta ira es provocada por las infidelidades abominables a Dios por los mismos sumos sacerdotes. Estos hombres, cuyo rol es la intercesión por el pueblo de Dios, son los mismos que quebrantan la ley que proclaman. Fueron seducidos y se dejaron llevar a las costumbres de los paganos, profanando la casa del Señor.
Esta ira no significa un cambio en Dios. Es imposible que Dios cambie porque Dios ya es perfecto. Lo que ha cambiado es la actitud de los sumos sacerdotes. Hicieron mal, se les ofreció la oportunidad del cambio, la rechazaron, y la consecuencia es que se han traído la condenación a sí mismos. Esto no ha cambiado incluso hasta hoy, ya que Dios nos ofrece el perdón en esta vida y que la enmendemos. Sin embargo, si decidimos rechazarla, rechazamos a Dios mismo y nos separamos de Él eternamente.
Ese salmo 136, nos explica el Papa Francisco, forma parte de un himno judío (el hallel), recitado en las fiestas litúrgicas importantes. Jesús rezó con él (cf. Mt 26, 30) y lo hizo suyo –señala el Papa– tras la última Cena, precisamente como explicación de la institución de la Eucaristía y preludio de su pasión y muerte, que llevaban hacia la consumación su entrega por nosotros. Una entrega manifiesta en toda su vida.
Este salmo, recuerda los amargos días del exilio en Babilonia. Para nosotros hoy, “Babilonia” puede ser un símbolo de todo lo que amenaza la plenitud de la vida humana. El odio, el egoísmo, la codicia y el orgullo pueden alejarnos de la plenitud de la vida y llevarnos al exilio. Era una manera de reanimar la fe de los que enfrentaban el sufrimiento, para lanzarlos a la consecución de la novedad que Dios prometía y que ya se empezaba a gestar. Por eso, el mensaje del apóstol san Pablo nos recuerda, en el texto de la segunda lectura, de la belleza que es la oportunidad que Dios nos ofrece. Los puntos bajos de nuestra vida no son el fin.
Dios extiende su brazo hasta lo más bajo que podamos caer para sacarnos de ahí. Además, san Pablo nos dice que Dios no solamente nos ofrece el perdón, por la fe, nos da la gracia necesaria para que sea posible. Nuestras buenas obras y nuestra vida vivida en toda su plenitud son una respuesta agradecida y auténtica a todo lo que Dios nos ha dado.
Es así como podemos mejor entender la lectura del Evangelio. Le dice Jesús a Nicodemo: Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Jesús hace referencia al pueblo de Israel merodeando por el desierto, atacado por las serpientes venenosas. Dios se apiadó de ellos y les mostró su misericordia. No los curaba en contra de su voluntad. No. Eso no lo hace Dios porque Él respeta nuestra autonomía. Pero les proveyó en el desierto los medios para su sanación: todo aquél que levantara su mirada hacia la serpiente de bronce quedaba sanado.
Esta serpiente también fue una prefiguración de Cristo levantado en la cruz, para que todo aquel que libremente levante su mirada hacia Él reciba la misericordia de Dios.
La Pasión de Cristo, a pesar de toda su injusticia y brutalidad, es una gloriosa revelación del amor de Dios por toda la humanidad y la fuente de nuestra curación. Jesús nos llama a vivir según su verdad y luz, donde podamos morar en el flujo de la energía y el amor de Dios.
Cuaresma es el tiempo en que vamos aprendiendo el camino del amor, que no es otro que el camino de la conversión. Amar supone convertirse cada día.
Diariamente tomamos decisiones libremente, podemos elegir hacer el bien o el mal. Nos convertimos cuando elegimos el bien y buscamos la verdad que nos acerca a la luz, entonces se verá que nuestras obras están hechas según Dios.
Fuentes:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/pautas/
- https://www.preacherexchange.com/hd.htm
- https://comunidadcatolicabkk.org/2024/03/04/lecturas-del-domingo-iv-del-tiempo-de-cuaresma-domingo-de-laetare-ciclo-b-2024/
- https://es.catholic.net/imprimir.php?id=57072
Palabra de Vida Mes de Marzo 2024. “Crea en mi, oh Dios un corazón puro, renueva en mi interior un espíritu firme”. Sal 51,12 https://www.focolare.org
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Marzo 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.