- Apoc 7, 2-4. 9-11
- Sal 23
- 1 Jn 3, 1-3
- Mt 5, 1-12a
¿Quién podrá entrar en su recinto santo? Nos cuestiona el Salmista en la Solemnidad de Todos los Santos. Y las lecturas de la liturgia nos dan indicaciones al respecto.
Aquellos que han decidido vivir de acuerdo con las acciones de Cristo. Aquellos de corazón limpio y manos puras. Los que saben que la salvación viene de nuestros Dios que está sentado en trono del Cordero, como nos lo describe la primera lectura. Los que saben que cuando él se manifieste vamos a ser semejantes a El, porque lo veremos tal cual es, como nos indica San Juan en la segunda lectura. Los que así se comportan al escuchar las bienaventuranzas se alegrarán y saltarán de contento, como lo expresa Jesús en el evangelio, porque saben que su premio será grande en los cielos.
Esto es lo que celebramos hoy los creyentes; es una fiesta familiar, en la que no les celebramos como difuntos, sino como vivos en el Señor. Recordamos y honramos a cuantos hermanos y hermanas nuestros han llegado ya a la Casa del Padre, han sido recibidos por Dios con amor y misericordia infinitos, y viven ya para siempre con Él
Festejamos la trayectoria de sus vidas que siguieron a Jesús mientras estuvieron en la tierra. Disfrutaron todo lo bueno que Dios ha creado para nosotros, soportaron con paciencia las adversidades de la vida diaria, no decayeron en su deseo responder más plenamente cada día al amor de Dios, que nos invita a ser santos como Él lo es. Y en sus conversaciones con Dios se acuerdan de nosotros y nuestras necesidades.
Además del recuerdo gozoso de sus vidas, son también un estímulo para que nosotros también vivamos la vida cristiana en la que todos somos llamados a la santidad.
Y afirma el Papa Francisco, que “…la santidad es un don de Dios que hemos recibido en el Bautismo: si lo dejamos crecer, puede cambiar completamente nuestra vida (cf. Exhortación apostólica Gaudete et exsultate, 15).
Los santos no son héroes inalcanzables o lejanos, sino que son personas como nosotros, nuestros amigos, cuyo punto de partida es el mismo don que nosotros hemos recibido: el Bautismo. De hecho, si lo pensamos bien, seguro que hemos conocido a algunos de ellos, algún santo cotidiano, alguna persona justa, alguna persona que vive la vida cristiana en serio, con simplicidad… aquellos que a mí me gusta llamar “los santos de la puerta de al lado”, que viven con normalidad entre nosotros.
Conforta oír al Papa Francisco: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante.
Y continua: La santidad es un don que se ofrece a todos para tener una vida feliz. Y, al fin y al cabo, cuando recibimos un don, ¿cuál es nuestra primera reacción? Precisamente que nos ponemos felices, porque significa que alguien nos ama; y el don de la santidad nos hace felices porque Dios nos ama.
Todo don, sin embargo, debe ser acogido, y conlleva la responsabilidad de dar una respuesta, un “gracias”. Pero ¿cómo se dice este “gracias”? Es una invitación a esforzarse para que no sea desperdiciado.
Todos los bautizados hemos recibido la misma llamada a “mantener y perfeccionar con su vida la santidad que hemos recibido” (Lumen gentium, 40). Y por eso llegamos al segundo punto: la santidad es un camino, un camino que hay que recorrer juntos, ayudándonos unos a otros, unidos a esos excelentes compañeros de ruta que son los Santos.
Ellos son nuestros hermanos y nuestras hermanas mayores, con los que siempre podemos contar: los santos nos sostienen y, cuando en la ruta erramos el camino, con su presencia silenciosa nunca dejan de corregirnos; son amigos sinceros, en los que podemos confiar, porque ellos desean nuestro bien. En sus vidas encontramos un ejemplo, de sus oraciones recibimos ayuda y amistad, y con ellos nos enlazamos en un vínculo de amor fraternal.
Bendícenos y santificarnos, Señor. Quiero abrir de par en par las puerta de mi corazón para que puedas entrar con la plenitud de tu presencia. Nada de falsa humildad, de miedos ocultos, de corteses retrasos. Enséñame a tratar contigo, Señor. A combinar la intimidad y el respeto, la amistad y la adoración, la cercanía y el misterio. Enséñame a no perder de vista tu majestad y no olvidarme nunca de tu cariño.
Tomado de:
- Folleto La Misa de Cada Día
- Libro Busco Tu Rostro, autor Carlos G. Vallés
- https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2023/documents/20231101-angelus.html#:~:text=La%20santidad%20es%20un%20don%20que%20se%20ofrece%20a%20todos,felices%20porque%20Dios%20nos%20ama.
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/pautas/
Palabra de Vida Mes Noviembre: “ Ella [la pobre viuda], de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir” (Marcos 12, 44) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.