https://youtu.be/EzPF5bYolZg?si=7V3n_UKHKYik88Pg
- Apoc 7, 2-4. 9-14
- Sal 23
- 1 Jn 3, 1-3
- Mt 5, 1-12
Hoy en la Solemnidad de Todos los Santos, recordamos a todos aquellos que incluso desde el anonimato, han decidido vivir imitando las acciones de Jesucristo quien anduvo enseñando cómo debemos comportarnos con el prójimo. Y así, la liturgia nos insta a motivar para que aun con nuestras fragilidades continuemos por el camino de la fe, con la esperanza puesta en encontrarnos con aquellos que se dejaron puritficar con la Sangre del Cordero, como nos indica el texto del Apocalipsis, pues como acabamos de leer en la segunda lectura: “Todo el que tenga puesta en Dios esta esperanza, se purifica a sí mismo para ser tan puro como El.
Y esos son los dichosos de los que nos habla el Evangelio, aquellos que se mantienen en el camino del bien y aprovechan la dificultad, como una oportunidad de crecimiento y maduración.
En el Sínodo el Papa Francisco compartió con los Obispos este pensamiento: “. La santidad no es un estado de bienaventuranza alcanzado de una vez para siempre, sino el deseo incesante e inquebrantable de permanecer unidos a la cruz de Jesús, dejándonos modelar por la lógica que brota de la ofrenda de uno mismo y resistiendo al enemigo, quien nos halaga para sembrar en nosotros la convicción de nuestra autosuficiencia…
La Palabra de Vida de este mes «Pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día; nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas» 1 Tes 5,8, nos confronta, pues a veces, por nuestra insuficiencia, podemos incluso habituarnos a vivir en la oscuridad de nuestro corazón o contentarnos con las numerosas luces artificiales, con las distintas promesas de felicidad del mundo. Pero Dios nos llama siempre a hacer que resplandezca su Luz dentro de nosotros y a saber mirar a las personas y los acontecimientos con atención, para captar en ellos reflejos de luz.
El esfuerzo consiste en hacer continuamente una elección que nos lleva a renacer, la elección de pasar de la oscuridad a la luz. «El cristiano no puede huir del mundo, esconderse o considerar la religión como un asunto privado –escribe Chiara Lubich–. Vive en el mundo porque tiene una responsabilidad, una misión ante todos los hombres: ser luz que ilumina. También tú tienes esta tarea, y si no la cumples, tu inutilidad es como la de la sal que ha perdido su sabor o como la de la luz que se vuelve sombra (cf. Mt 5, 13-16). […] Así pues, la tarea del cristiano es dejar traslucir esa luz que vive en él, ser “signo” de esta presencia de Dios entre los hombres.
Continua el Pontifice, “nos hará bien recordar lo que Jesús nos dijo: «Sin mí no pueden hacer nada» (Jn 15,5). La santidad es, pues, permanecer abiertos al “más” que Dios nos pide y que se manifiesta en nuestra coherencia en la vida cotidiana. El padre Alfred Delp escribió: «Dios nos abraza con la realidad». Es aquí, en nuestra cotidianeidad, donde hemos de dar cabida al Señor que nos salva de nuestra autosuficiencia, y que nos pide ese más del que habla san Ignacio de Loyola, ese “más” que nos impulsa hacia una felicidad que no es efímera, sino plena y serena.”
También a nosotros nos ha elegido Dios “antes de la constitución del mundo, para que seamos santos e inmaculados ante Él por el amor; y nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por Jesucristo” (Efe. 1,4-5) ¡Antes de la creación del mundo, nos ha destinado a ser santos! Primero nos ha elegido y después nos ha creado para cumplir esa llamada. Es muy importante caer en la cuenta de que la elección precede a nuestra existencia, es más, determina la razón de ser de nuestra existencia. «Podemos decir que Dios ‘primero’ elige al hombre, en el Hijo eterno y consubstancial, a participar de la filiación divina, y sólo ‘después’ quiere la creación, quiere el mundo» (J.P. II, Discurso, 28-V-1986, nº 4). Dios no nos elige en función a méritos adquiridos. Es justamente al revés. “La vocación de cada uno se funde, hasta cierto punto, con su propio ser: se puede decir que vocación y persona se hacen una misma cosa” (San Juan Pablo II, “A los aspirantes al sacerdocio, Porto Alegre”, 5-VII-1980).
Además, esta elección, esta vocación es una llamada irrevocable. Dios no se echa atrás en la elección. “Los dones y la llamada de Dios son irrevocables» (Rm 11,29). Nosotros podemos decidir vivir al margen de esa elección de Dios ¡pero no se puede suprimir! Por ello, cuando no nos empeñamos en seguir esa llamada, siempre que no luchamos por corresponder a esa elección de Dios, experimentamos esa inquietud en el alma. Hemos sido pensados y creados con la capacidad para manifestar la santidad de nuestro ser en nuestro obrar (cf. Juan Pablo II, Christi fideles laici. nº 16). San Pablo no deja amonestar a todos los cristianos para que vivan “como conviene a los santos” (Ef. 5, 3). Por ello no es verdad cuando digo ¡no puedo! ¡No es verdad, porque Dios nos ha pensado, querido y creado para ser santos! Cuando decimos no puedo, esto es superior a mis fuerzas…; se pregunta el Papa San Juan Pablo II “pero ¿cuáles son esas concretas posibilidades del hombre? ¿De qué hombre se habla? ¿Del hombre dominado por la concupiscencia o del hombre redimido?” (“Alocución”, 1-III-1984).
La santidad requiere nuestra colaboración, nuestra respuesta a la gracia. La historia de cada uno no está escrita de antemano. Los santos no lo han sido inexorablemente. La santidad no es algo insólito, sino lo normal en la vida de un bautizado. Para alcanzar la perfección, dice santa Teresa, “importa mucho, y el todo, (…) una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabaje lo que trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera me muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo” (Santa Teresa de Jesús, “Camino de perfección”, 35, 2)
No debemos esperar a encontrarnos en las condiciones externas que, según nuestro parecer, serían las mejores para progresar en Amor de Dios. Se engaña quien piensa: seré santo cuando cambien las circunstancias, la mala racha que estoy atravesando en el trabajo o en la vida familiar; o una vez que supere aquello que me agobia; o cuando esté más descansado y en plena forma física; o después de que se hayan solucionado los acuciantes problemas … Si en esos momentos no fuera posible la santidad, querría decir que sólo podrían alcanzarla las personas con buena salud, las que viven despreocupadamente, nadando en la abundancia, sin contradicciones. No es una meta, es el origen: sed santos porque vuestro Dios es Santo. No podríamos hacer nada bien ni bueno si no fuésemos santos. Porque Él nos hace santos podemos hacer cosas buenas. El santo es tan pecador como cualquiera ¡pero nunca se suelta de la mano de Cristo! No es el impecable.
Esa es la clase de hombres que te buscan, Señor.
Madre nuestra, ayúdanos a corresponder a esa elección divina con una generosidad como la tuya.
Fuentes:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2023-10/iglesia-santos-no-mundanos-reflexiones-papa-francisco.html
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2023/11/01/que-los-santos-despierten-el-deseo-de-serlo/
- https://www.focolare.org/download/idea-del-mese-novembre-2023/
Palabra de Vida Mes de Noiembre 2023
“Pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día; nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas» 1 Tes 5, 5-6 https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida. Octubre 2023
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.