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Vive Feliz

Liturgia del 1 de julio. ¡Sálvanos Señor!

Posted on julio 1, 2025junio 30, 2025

  • Gen 19, 15-29
  • Sal 25
  • Mt 8, 23-27 

Hoy la liturgia nos insta a meditar en la importancia de confiar en el Señor y obedecerle. 

Muchas veces como el pueblo de Sodoma y Gomorra, el Señor nos habla, nos da varias oportunidad y  le damos la espalda; cuantas veces cuando la barca de nuestra vida se agita le clamamos Señor Sálvanos!!

En la primera lectura las descripciones de la destrucción de Sodoma y Gomorra son bastante vívidas: “el Señor hizo llover… azufre y fuego… del cielo”; “el humo subía de la tierra como el humo de un horno”; todo fue destruido, incluyendo “aquellas ciudades, y todo el valle, y todos los habitantes de las ciudades, y todo lo que crecía en la tierra”.

Sin embargo, de todo esto, Lot y sus hijas se salvaron. Gracias al amor de Dios por el justo Abraham, solo tuvieron que obedecer las instrucciones de los ángeles. Desafortunadamente, la esposa de Lot ni siquiera pudo hacer eso.

Jesús es un testigo esclarecedor de esta escena cuando advierte a sus discípulos del primer siglo que huyan de la destrucción de Jerusalén, una advertencia muy similar a la dada a la familia de Lot hacía tanto tiempo. Jesús advirtió: “En aquel día, el que esté en la azotea, con sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que esté en el campo, asimismo, no vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot.” ( Lucas 17:31-32 ). El testimonio de Jesús nos da la comprensión más completa de lo que hizo la esposa de Lot cuando “miró hacia atrás”, porque Él la trae a la mente cuando les dice a sus discípulos que no “regresen”, es decir, que no regresen a la ciudad si ya están en el campo. Esto revela que la esposa de Lot no solo se quedó mirando, sino que parece estar regresando a Sodoma. Lot la había dejado atrás, y ella se convirtió en tierra salada. La verdadera historia no es que Dios la convirtió en una estatua de sal en una colina con vista a Sodoma; la Biblia no dice que Dios la convirtió en sal, sino que, porque regresó, “se convirtió en una columna de sal” ( Génesis 19:26 ).

De esto podemos aprender una buena lección: que Dios salva a los que le obedecen, pero los que no le muestran obediencia pierden la vida y seguramente no porque El lo quiera así, sino porque respeta nuestra libertad. 

El texto del evangelio nos muestra otra escena en la que el Señor nos muestra la importancia de confiar en El.  

Como en todos los lagos interiores, a veces se forman súbitas y rápidas tormentas. Una masa de viento frío entra, eleva de un golpe el aire húmedo y caliente –que antes reposaba plácidamente sobre las aguas– y así se forman rápidamente unas nubes negras que amenazan con caer como un martillo sobre el mar. El tiempo es tantas veces inestable. Así lo es también la vida del hombre. Quizás, mientras empezaba a levantarse la súbita tempestad y las olas comenzaban a encresparse, alguno de sus discípulos se acordaría de las palabras que Jesús había pronunciado sobre aquel monte: «¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? (…) No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. (…) Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia». En un instante luce el pleno sol, y al siguiente el cielo cae sobre nuestras cabezas… ¿no es así la vida del hombre sobre la tierra?

«Él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!”». La tempestad arrecia, las olas crecen, la barca se agita… pero el Maestro duerme. 

Nos explicó el Papa Francisco: “…En la barca, de hecho, incluso si duerme, Jesús está, y comparte con los suyos todo lo que está sucediendo. Su sueño, por un lado nos sorprende, y por el otro nos pone a prueba. El Señor está ahí, presente; de hecho, espera —por así decir— que seamos nosotros los que le impliquemos, le invoquemos, le pongamos en el centro de lo que vivimos. Su sueño nos provoca el despertarnos. Porque, para ser discípulos de Jesús, no basta con creer que Dios está, que existe, sino que es necesario involucrarse con Él, es necesario también alzar la voz con Él. Escuchad esto: es necesario gritarle a Él. La oración, muchas veces, es un grito: “¡Señor, sálvame!…

Hoy podemos preguntarnos: ¿cuáles son los vientos que se abaten sobre mi vida, cuáles son las olas que obstaculizan mi navegación y ponen en peligro mi vida espiritual, mi vida de familia, mi vida psíquica también? Digamos todo esto a Jesús, contémosle todo. Él lo desea, quiere que nos aferremos a Él para encontrar refugio de las olas anómalas de vida. El Evangelio cuenta que los discípulos se acercan a Jesús, le despiertan y le hablan (cfr. v. 38). Este es el inicio de nuestra fe: reconocer que solos no somos capaces de mantenernos a flote, que necesitamos a Jesús como los marineros a las estrellas para encontrar la ruta. La fe comienza por el creer que no bastamos nosotros mismos, con el sentir que necesitamos a Dios. Cuando vencemos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, cuando superamos la falsa religiosidad que no quiere incomodar a Dios, cuando le gritamos a Él, Él puede obrar maravillas en nosotros. Es la fuerza mansa y extraordinaria de la oración, que realiza milagros.“

Los discípulos pasaron de la turbación y del miedo a la admiración propia de aquel que acaba de asistir a algo impensable hasta entonces. La sorpresa, la admiración, la maravilla de un cambio tan drástico en la situación que vivían despertó en ellos una pregunta central: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8,27). ¿Quién es el que puede calmar las tormentas del cielo y de la tierra y, a la vez, las de los corazones de los hombres? Sólo quien «durmiendo como hombre en la barca, puede dar órdenes a los vientos y al mar como Dios» (Nicetas de Remesiana).

Cuando pensamos que la tierra se nos hunde, no olvidemos que nuestro Salvador es Dios mismo hecho hombre, el cual se nos acerca por la fe.

Les invito a que oremos por el Jubileo 2025, Peregrinos de Esperanza con la oración que el Papa Francisco nos dejó: 

Señor, Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino. 

Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria. 

La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y La Paz de nuestro Redentor.

A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos.

Amén.

Tomado de:

  • Folleto La Misa de Cada Día
  • https://www.iubilaeum2025.va/es/giubileo-2025/preghiera.html
  • https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2021/documents/papa-francesco_angelus_20210620.
  • htmlhttps://oracionyliturgia.archimadrid.org/2023/07/04/una-barca-agitada-y-un-corazon-agitado/
  • https://evangeli.net/evangelio/dia/2025-07-01
  • https://cappsroad-org.translate.goog/articles/a-question-concerning-lots-wife?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=tc
 

Palabra de Vida Mes Julio: Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.” (Lucas 10:33) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/


Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.

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