- Os 10, 1-3. 7-8. 12
- Sal 104
- Mt 10, 1-7
El Señor en la liturgia de hoy nos invita a buscarlo y compartir con nuestro testimonio de luz, paz, alegría y optimismo, que demos ejemplo de perdón y reconciliación y así difundir su mensaje de Amor.
En la primera lectura, el profeta Oseas interpela al pueblo de Israel para que busque al Señor, porque se ha apartado de Él. Israel se deja llevar por los éxitos de este mundo, y el corazón de la gente se va detrás de los ídolos: “cuantos más eran sus frutos, más aumentó sus altares”.
El corazón del hombre, como el de Israel, se divide cuando olvida que Dios es el Creador, el que otorga cada uno de los frutos, cada éxito viene de su mano, y todo, absolutamente todo lo que recibe el ser humano, viene dado por su infinita Misericordia.
Todavía no entendemos que no se compaginar la gloria de lo humano con la gloria de Dios, que es lo que queremos muchas veces: igualar el poder del mundo con el poder del Señor, incluso poner por encima la obra humana antes que la obra del mismo Dios; por eso a nosotros también, el profeta nos dice: “es tiempo de consultar al Señor”, y también en el salmo leemos: “buscad continuamente el rostro del Señor”.
El cristiano no esta exento de vivir con el corazón dividido; poner por encima de todas las cosas a Dios supone apartar los ídolos de hoy (el poder, las riquezas, el placer, la vanagloria, el destacar por encima de los demás, etc.), para dejar paso a la bondad, Misericordia y Providencia de Dios.
¿Cómo se hace esto? “Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro, recordad las maravillas que hizo”. Se trata de volver una y otra vez, cada día, cada instante, nuestro corazón al Señor, tener presente su obra en nuestra vida, y vivir todo sabiendo que nada proviene de nuestras propias manos, todo nos ha sido dado.
En el textos del evangelio, Jesús nos hace un llamado: “Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos”.
Generalmente, se tiene la idea de que el Reino de los cielos es el cielo en sí mismo, y que, por lo tanto, se vivirá sólo después de la muerte.
La realidad es que el Reino de los cielos, es el cielo vivido aquí en la tierra; es vivir ya una realidad que llegará a la plenitud en la eternidad.
Esta realidad se identifica, sobre todo, con un estado interior del hombre que lo lleva a experimentar continuamente la paz, la alegría y a superar cualquier clase de dificultad. Es la vida que el hombre experimenta por estar habitado del Espíritu Santo. Con esta condición interior, el hombre es capaz de construir una sociedad diferente, pues percibe a los demás como sus hermanos.
Afirma el Papa Francisco: “… ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de nosotros como mensajeros de paz, como testigos de paz! Es una necesidad que tiene el mundo. También el mundo nos pide hacer esto: llevar la paz, testimoniar la paz.
La paz no se puede comprar, no se vende. La paz es un don que hemos de buscar con paciencia y construir “artesanalmente” mediante pequeños y grandes gestos en nuestra vida cotidiana. El camino de la paz se consolida si reconocemos que todos tenemos la misma sangre y formamos parte del género humano; si no olvidamos que tenemos un único Padre en el cielo y que somos todos sus hijos, hechos a su imagen y semejanza.”
¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!
Textos Consultados:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=10-07-2024
- https://es.catholic.net/op/articulos/48693/cat/331/-proclamen-que-el-reino-de-los-cielos-esta-cerca.html#modal
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
Palabra de Vida Mes de julio “ El Señor es mi pastor, nada me puede faltar” (Salmo 23, 1) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.